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Se han encontrado 19 poemas con la palabra augusto

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Amado Nervo

lejanía

-- de Amado Nervo --

¡parece mentira que hayas existido!
te veo tan lejos...
Tu mirada, tu voz, tu sonrisa,
me llegan al fondo de un pasado inmenso...
Eras más sutil
que mi propio ensueño;
eres el fantasma de un fantasma,
eres el espectro de un espectro...
Para reconstruír tu imagen remota
he menester ya de un enorme esfuerzo.
¿De veras me quisiste? ¿de veras me besabas?
¿de veras recorrías la casa, hoy en silencio?
¿de veras, en diez años, tu cabecita rubia
reposó por las noches, confiada en mi pecho?
¡ay qué perspectivas esas de la muerte!
¡qué horizontes tan bellos!
¡cuál os divinizan, oh difuntas jóvenes,
con sus lejanías llenas de misterio!
¡qué consagraciones tan definitivas
las que da el silencio!...
¡Cuál os vuelve míticas, casi fabulosas!
¡qué tristes mujeres de carne y de hueso,
con sus pobres encantos efímeros,
podrían venceros?
tenéis un augusto prestigio de estatua,
y por un fenómeno de rareza lleno,
mientras más distantes, más imperïosas
vais agigantandoos en el pensamiento.

Poema lejanía de Amado Nervo con fondo de libro

Amós de Escalante

Nuestro soldado

-- de Amós de Escalante --

Roto, descalzo, dócil a la suerte,
cuerpo cenceño y ágil, tez morena,
a la espalda el morral, camina y llena
el certero fusil su mano fuerte.

Sin pan, sin techo, en su mirar se advierte
vívida luz que el ánimo serena,
la limpia claridad de un alma buena
y el augusto reflejo de la muerte.

No hay su duro pie risco vedado;
sueño no ha menester, treguas no quiere;
donde le llevan va; jamás cansado

ni el bien le asombra ni el desdén le hiere:
sumiso, valeroso, resignado
obedece, pela, triunfa y muere.

Poema Nuestro soldado de Amós de Escalante con fondo de libro

Manuel del Palacio

Una noche en el Colosseo

-- de Manuel del Palacio --

Solo en la arena estoy; ¡á mí, líctores!
Augusto Emperador, le desafío:
El Dios de los cristianos es el mio,
Y tu poder desprecio y tus furores.

Cérquenme ya los tigres bramadores,
Que quiero en ellos ensayar mi brío,
Y una vez más el holocausto impío
Ofrece en el altar de tus errores...

Aun en la arena estoy; reposo mudo,
Fatídico silencio, quietud santa,
Indecible terror hallo do quiera;

Nadie responde á mi lenguaje rudo:
¡Sólo una cruz al cielo se levanta
Donde la luna inmóvil reverbera!

Poema Una noche en el Colosseo de Manuel del Palacio con fondo de libro

Javier del Granado

la leyenda de el dorado

-- de Javier del Granado --

Bajo el ardiente luminar del trópico,
como el hidalgo caballero andante,
jinete en ilusorio rocinante,
sueña don ñuflo con un país utópico.

En la pupila azul de un lago hipnótico,
ve una ciudad de mármol relumbrante,
almenas de ónix, fuentes de brillante,
y aves canoras de plumaje exótico.

Ve al augusto paitití en su palacio,
y a caimanes con ojos de esmeralda,
custodiando sus puertas de topacio.

Turba su mente el colosal tesoro.
Y en los oleajes de la fronda gualda,
el sol incendia la leyenda de oro.



César Vallejo

al fin, un monte

-- de César Vallejo --

Al fin, un monte
detrás de la bajura; al fin, humeante nimbo
alrededor, durante un rostro fijo.
Monte en honor del pozo,
sobre filones de gratuita plata de oro.
Es la franja a que arrástranse.
Seguras de sus tonos de verano,
las que eran largas válvulas difuntas;
el taciturno marco de este arranque
natural, de este augusto zapatazo,
de esta piel, de este intrínseco destello
digital, en que estoy entero, lúbrico.
Quehaceres en un pie, mecha de azufre,
oro de plata y plata hecha de plata
y mi muerte, mi hondura, mi colina.
¡Pasar
abrazado a mis brazos,
destaparme después o antes del corcho!
monte que tántas veces manara
oración, prosa fluvial de llanas lágrimas;
monte bajo, compuesto de suplicantes gradas
y, más allá, de torrenciales torres;
niebla entre el día y el alcohol del día,
caro verdor de coles, tibios asnos
complementarios, palos y maderas;
filones de gratuita plata de oro.



César Vallejo

la paz, la abispa, el taco, las vertientes

-- de César Vallejo --

La paz, la abispa, el taco, las vertientes,
el muerto, los decilitros, el búho,
los lugares, la tiña, los sarcófagos, el vaso, lasmorenas,
el desconocimiento, la olla, el monaguillo,
las gotas, el olvido,
la potestad, los primos, los arcángeles, la aguja,
los párrocos, el ébano, el desaire,
la parte, el tipo, el estupor, el alma...
Dúctil, azafranado, externo, nítido,
portátil, viejo, trece, ensangrentado,
fotografiadas, listas, tumefactas,
conexas, largas, encantadas, pérfidas...
Ardiendo, comparando,
viviendo, enfureciéndose,
golpeando, analizando, oyendo, estremeciéndose,
muriendo, sosteniéndose, situándose, llorando...
Después, éstos, aquí,
después, encima,
quizá, mientras, detrás, tánto, tan nunca,
debajo, acaso, lejos,
siempre, aquello, mañana, cuánto,
cuánto!...
Lo horrible, lo suntuario, lo lentísimo,
lo augusto, lo infructuoso,
lo aciago, lo crispante, lo mojado, lo fatal,
lo todo, lo purísimo, lo lóbrego,
lo acerbo, lo satánico, lo táctil, lo profundo...



César Vallejo

Los pasos lejanos

-- de César Vallejo --

Mi padre duerme. Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce...
Si hay algo en él de amargo, seré yo.

Hay soledad en el hogar; se reza
y no hay noticias de los hijos hoy.
Mi padre se despierta, ausculta
la huída a Egipto, el restañante adiós.
Está ahora tan cerca;
si hay algo de él de lejos, seré yo.

Y mi madre pasea allá en los huertos
saboreando un sabor ya sin sabor.
Está ahora tan suave,
tan ala, tan salida, tan amor.

Hay soledad en el hogar sin bulla,
sin noticias, sin verde, sin niñez.
Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.



Pedro Bonifacio Palacios

intima

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Ayer te vi... No estabas bajo el techo
de tu tranquilo hogar,
ni doblando la frente arrodillada
delante del altar,
ni reclinando la gentil cabeza
sobre el augusto pecho maternal.
Te vi... Si ayer no te siguió mi sombra
en el aire, en el sol,
es que la maldición de los amantes
no la recibe dios,
o acaso, el que roba tus caricias,
tiene en el cielo mas poder que yo!

otros te digan palma del desierto,
otros te llamen flor de la montaña,
otros quemen incienso a tu hermosura:
yo te diré mi amada!
ellos buscan un pago a sus vigilias,
ellos compran tu amor con sus palabras,
ellos son elocuentes porque esperan;
¡y yo no espero nada!

¡yo sé que la mujer es vanidosa,
yo sé que la lisonja la desarma,
y yo se que un esclavo de rodillas
más que todos alcanza!...

Otros te digan palma del desierto,
otros compren tu amor con sus palabras;
yo seré más audaz, pero más noble:
¡yo te diré mi amada!



Pedro Bonifacio Palacios

Íntima

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Ayer te vi... No estabas bajo el techo
de tu tranquilo hogar
ni doblando la frente arrodillada
delante del altar,
ni reclinando la gentil cabeza
sobre el augusto pecho maternal.
Te vi...Si ayer no te siguió mi sombra
en el aire, en el sol,
es que la maldición de los amantes
no la recibe Dios,
o acaso el que me roba tus caricias
tiene en el cielo más poder que yo!

Otros te digan palma del desierto,
otros te llamen flor de la montaña,
otros quemen incienso a tu hermosura,
yo te diré mi amada.

Ellos buscan un pago a sus vigilias,
ellos compran tu amor con sus palabras;
ellos son elocuentes porque esperan,
¡y yo no espero nada!
Yo sé que la mujer es vanidosa,
yo sé que la lisonja la desarma,
y sé que un hombre esclavo de rodillas
más que todos alcanza...

Otros te digan palma del desierto,
otros compren tu amor con sus palabras,
yo seré más audaz pero más noble:
¡yo te diré mi amada!



Rafael María Baralt

A la memoria de don Alberto Lista y Aragón

-- de Rafael María Baralt --

¡Levanta de tu tumba, oh de la hispana
ilustre juventud émulo guía!
¡Tú a cuya voz absorto detenía
Betis sagrado el onda soberana!

¡Tú a quien Minerva de su oliva, ufana,
la noble frente coronaba un día
y el rubio Apolo del laurel ceñía
que en la pompa circense el vate gana!

¡Vives, sí, vives; de esplendor vestido
templo el mundo a tu fama es dilatado
y altar augusto la marmórea losa!

¡Alce otra vez tu plectro el gran sonido,
y en hombros de las Musas levantado,
sube triunfante a la mansión gloriosa!



Rafael María Baralt

Adán en la redención

-- de Rafael María Baralt --

Cuando al morir Jesús, en su cimiento
retiembla el orbe, y con fragor y susto
se abren las tumbas, soñoliento, adusto,
Adán en pie se pone al caso atento.

Mira absorto en redor, mira al portento,
e inquiere con afán quien es el justo
que en medio a chusma vil, sublime, augusto,
así se ofrece en sacrificio cruento.

Sábelo, en fin, y al punto la rugosa
frente, y el rostro, y los cabellos canos,
con rudo brazo arrepentido hiere.

Y mostrando la Cruz, dice a la esposa:
«Yo recibí la muerte de tus manos,
y Él por tu culpa y por mi culpa muere.»



José Tomás de Cuellar

En la caverna de Cacahuamilpa

-- de José Tomás de Cuellar --

¡ESPLÉNDIDA mansión, recinto umbroso
De silencio y de paz augusto templo:
De tu imponente majestad ansioso,
Extático y absorto te contemplo!

Asiento ya mi planta en tus umbrales,
Ávido de gozar, negra caverna;
Y huyendo las visiones mundanales,
Medito solo en tu tíniebla eterna....

La mente se consagra enajenada
De tu esencia al misterio sorprendente;
Tu sublime quietud, tu calma helada
Imprimen el terror sobre mi frente.



Gerardo Diego

revelación

-- de Gerardo Diego --

Revelación
a blas taracena
era en numancia, al tiempo que declina
la tarde del agosto augusto y lento,
numancia del silencio y de la ruina,
alma de libertad, trono del viento.
La luz se hacía por momentos mina
de transparencia y desvanecimiento,
diafanidad de ausencia vespertina,
esperanza, esperanza del portento.
Súbito, ¿dónde?, un pájaro sin lira,
sin rama, sin atril, canta, delira,
flota en la cima de su fiebre aguda.
Vivo latir de dios nos goteaba,
risa y charla de dios, libre y desnuda.
Y el pájaro, sabiéndolo, cantaba.



Juan Nicasio Gallego

Parabién al rey Fernando

-- de Juan Nicasio Gallego --

Al clamor de la pública alegría
en que el pecho español su aliento apura,
de cuyos ecos a su cueva oscura
huye bramando la Discordia impía,

gozad ¡oh Rey! en tan dichoso día,
nuncio veraz de siglos de ventura,
la flor de gentileza y hermosura
que la bella Parténope os envía.

Nunca el vivo placer, Fernando augusto,
que en vuestra frente generosa brilla,
altere de fortuna el ceño adusto;

y a tan plácida unión deba Castilla
un príncipe feliz, clemente, justo,
a quien doblen dos mundos la rodilla.



Francisco de Quevedo

parnaso español 10

-- de Francisco de Quevedo --

Bien con argucia rara y generosa
de rasgos, vence el único morante
los pinceles de apeles y timante;
bien vuela así su pluma victoriosa.
Vive en imitación maravillosa,
grande filipo, augusto tu semblante,
y, laberinto mudo, si elegante,
la tinta anima en semejanza hermosa.
Propiamente retratan tu belleza
lazos, pues que son lazos tus facciones
a venus, como a marte tu grandeza.
Tus ejércitos, naves y legiones
lazos son de tu inmensa fortaleza,
en que cierran los mares y naciones.



Francisco Sosa Escalante

En la muerte de Francisco Gómez del Palacio

-- de Francisco Sosa Escalante --

De sacra libertad en los altares,
Constante y fuerte consagró su vida
De su patria al honor, que fué su egida
En las horas de dicha, en los pesares.

Patria y Ciencia por dioses tutelares
Tuvo su heróica fé, siempre encendida
En ese santo amor que no se olvida
A despecho del tiempo y sus azares.

El, de las leyes el recinto augusto
Con noble acento varonil llenaba,
En defensa del débil, de lo justo;

Y si la lira de marfil pulsaba
¡Qué tierno su cantar! ¡qué excelso gusto
En su verso magnifico mostraba!



José Martí

académica

-- de José Martí --

Académica
ven, mi caballo, a que te encinche: quieren
que no con garbo natural el coso
al sabio impulso corras de la vida,
sino que el paso de la pista aprendas,
y la lengua del látigo, y sumiso
des a la silla el arrogante lomo:
ven, mi caballo: dicen que en el pecho
lo que es cierto, no es cierto: que las estrofas
igneas que en lo hondo de las almas nacen,
como penacho de fontana pura
que el blando manto de la tierra rompe
y en gotas mil arreboladas cuelga,
no han de cantarse, no, sino las pautas
que en moldecillo azucarado y hueco
encasacados dómines dibujan:
y gritan «¡al bribón!» ¡cuando a las puertas
del templo augusto un hombre libre asoma!
ven, mi caballo, con tu casco limpio
a yerba nueva y flor de llano oliente,
cinchas estruja, lanza sobre un tronco
seco y piadoso, donde el sol la avive
del repintado dómine la chupa,
de hojas de antaño y de romanas rosas
orlada, y deslucidas joyas griegas,
y al sol del alba en que la tierra rompe
echa arrogante por el orbe nuevo.



Bartolomé de Argensola

Dime, Padre común, pues eres justo

-- de Bartolomé de Argensola --

«Dime, Padre común, pues eres justo,
¿por qué ha de permitir tu providencia,
que, arrastrando prisiones la inocencia,
suba la fraude a tribunal augusto?

»¿Quién da fuerzas al brazo, que robusto
hace a tus leyes firme resistencia,
y que el celo, que más la reverencia,
gima a los pies del vencedor injusto?

»Vemos que vibran vitoriosas palmas
manos inicas, la virtud gimiendo
del triunfo en el injusto regocijo.»

Esto decía yo, cuando, riendo,
celestial ninfa apareció, y me dijo:
«¡Ciego!, ¿es la tierra el centro de las almas?»



Clemente Althaus

A Lope de Vega (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

¡Salve, gran Lope, de la tierra espanto,
de España eterno honor, oh el más fecundo
de cuantos vates vio jamás el mundo
y la Gloria endiosó en su templo santo!

Si a tu tan fácil vena, a caudal tanto,
arte correspondiera más profundo,
sin par te declarara, y sin segundo
el dios augusto que preside al canto.

¡Cuántas veces tu rica fantasía
las tres jornadas animó de un drama
en el pasmoso término de un día!

Y aunque imperfectos la Razón los llama,
bástele de tu patria a la ufanía
que de ti sólo lo contó la Fama.



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