Buscar Poemas con Alivia


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Se han encontrado 13 poemas con la palabra alivia

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Jaime Sabines

la luna

-- de Jaime Sabines --

La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante
y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía.
Un pedazo de luna en el bolsillo
es mejor amuleto que la pata de conejo:
sirve para encontrar a quien se ama,
para ser rico sin que lo sepa nadie
y para alejar a los médicos y las clínicas.
Se puede dar de postre a los niños
cuando no se han dormido,
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
ayudan a bien morir.
Pon una hoja tierna de la luna
debajo de tu almohada
y mirarás lo que quieras ver.
Lleva siempre un frasquito del aire de la luna
para cuando te ahogues,
y dale la llave de la luna
a los presos y a los desencantados.
Para los condenados a muerte
y para los condenados a vida
no hay mejor estimulante que la luna
en dosis precisas y controladas.

Poema la luna de Jaime Sabines con fondo de libro

César Vallejo

al cavilar en la vida, al cavilar

-- de César Vallejo --

Al cavilar en la vida, al cavilar
despacio en el esfuerzo del torrente,
alivia, ofrece asiento el existir,
condena a muerte;
envuelto en trapos blancos cae,
cae planetariamente
el clavo hervido en pesadumbre; cae!
(acritud oficial, la de mi izquierda;
viejo bolsillo, en sí considerada, esta derecha).
¡Todo está alegre, menos mi alegría
y todo, largo, menos mi candor,
mi incertidumbre!
a juzgar por la forma, no obstante, voy de frente,
cojeando antiguamente,
y olvido por mis lágrimas mis ojos (muy interesante)
y subo hasta mis pies desde mi estrella.
Tejo; de haber hilado, héme tejiendo.
Busco lo que me sigue y se me esconde entre arzobispos,
por debajo de mi alma y tras del humo de mi aliento.
Tal era la sensual desolación
de la cabra doncella que ascendía,
exhalando petróleos fatídicos,
ayer domingo en que perdí mi sábado.
Tal es la muerte, con su audaz marido.

Poema al cavilar en la vida, al cavilar de César Vallejo con fondo de libro

Juan de Arguijo

Sísifo

-- de Juan de Arguijo --

Sube gimiendo con mortal fatiga
El grave peso que en sus hombros lleva
Sisifo al alto monte, y cuando prueba
Pisar la cumbre, á mayor mal se obliga.

Cae el fiero peñasco, y la enemiga
Suerte cruel su nuevo afan renueva;
Vuelve otra vez á la difícil prueba,
Sin que de su trabajo el fin consiga.

No iguala aquella á la desdicha mía,
Pues algun tiempo alivia en su tormento
Los hombres, áa tal carga desiguales.

Sufro peso mayor con tal porfía;
Que un punto no perdona al pensamiento
La importuna memoria de mis males.

Poema Sísifo de Juan de Arguijo con fondo de libro

Hernando de Acuña

Así, cual de mi mal he mejorado

-- de Hernando de Acuña --

Así, cual de mi mal he mejorado,
se me hubiera doblado el accidente,
yo tengo por muy cierto que al presente
me hallara, mi señor, muy aliviado;

que, si de sus congojas y cuidado
se alivia todo espíritu doliente,
aliviárase un cuerpo mayormente
al son de un dulce estilo delicado.

Yo conozco, señor, doliente o sano,
deberos tanto, que no sé en que suerte
os me pueda mostrar agradecido:

sólo tendréis de mí, como en la mano,
que a nadie es vuestro mal tan grave y fuerte,
ni vuestro bien de nadie es tan querido.



Hernando de Acuña

Como al tiempo al llover aparejado

-- de Hernando de Acuña --

Como al tiempo al llover aparejado
se conforman con él la tierra y viento,
así todo dolor, todo tormento,
halla conformidad en mi cuidado.

Que en tanto el mal de amor es extremado,
en cuanto se parece al que yo siento,
y en tanto es congojoso el pensamiento,
en cuanto con el mío es comparado.

Por do, viendo en cualquiera que padece
dolor conforme por alguna vía,
es fuerza que de entrambos sienta pena.

Así descanso nuca se me ofrece,
que si acaso se alivia el ansia mía,
Amor me la renueva con la ajena.



Juan Meléndez Valdés

el despecho

-- de Juan Meléndez Valdés --

Los ojos tristes de llorar cansados,
alzando el cielo, su clemencia imploro;
mas vuelven luego al encendido lloro,
que el grave peso no los sufre alzados;
mil dolorosos ayes desdeñados
son, ¡ay!, trasunto de la luz que adoro;
y ni me alivia el día, ni mejoro
con la callada noche mis cuidados.
Huyo a la soledad y va conmigo
oculto el mal, y nada me recrea;
en la ciudad en lágrimas me anego;
aborrezco mi ser, y aunque maldigo
la vida, temo que la muerte aún sea
remedio débil para tanto fuego.



Juan Meléndez Valdés

A don Eugenio de Llaguno

-- de Juan Meléndez Valdés --

Alivia el peso, soberana Astrea;
déjame una hora de feliz reposo;
el crudo afán de tu servicio honroso
ceda una vez a más feliz tarea.

Santa amistad en celebrar se emplea
del claro Elpino galardón glorioso,
merced justa de un rey que poderoso
su mérito y saber honrar desea.

Vosotras, Musas, si a mi ruego un día
cedisteis gratas, y mi tierno acento
oyó afable por vos mi dulce Elpino,

prestas volad, decidle mi alegría,
del pueblo hispano el general contento,
de la virtud el júbilo divino.



Juan Meléndez Valdés

Cuando de mi camino atrás volviendo

-- de Juan Meléndez Valdés --

Cuando de mi camino atrás volviendo
miro, señora, en mi preciso daño,
tal es mi pena y mi dolor tamaño
que me siento en angustias feneciendo.

Mas cuando vuelvo a vos, alegre viendo
la dulce causa de mi dulce engaño,
luego en mi pecho siento un bien extraño
y con gusto mis males voy sufriendo.

Con vos se alivia mi dolor crecido
y en vos todo mi bien miro cifrado,
cuanto puedo esperar y cuanto espero;

y aunque ni el mal acaba ni el gemido,
me miro en la aflicción tan consolado
que no siento morir si por vos muero.



Juan Meléndez Valdés

El despecho (Valdés)

-- de Juan Meléndez Valdés --

Los ojos tristes de llorar cansados,
alzando el cielo, su clemencia imploro;
mas vuelven luego al encendido lloro,
que el grave peso no los sufre alzados;

mil dolorosos ayes desdeñados
son, ¡ay!, trasunto de la luz que adoro;
y ni me alivia el día, ni mejoro
con la callada noche mis cuidados.

Huyo a la soledad y va conmigo
oculto el mal, y nada me recrea;
en la ciudad en lágrimas me anego;

aborrezco mi ser, y aunque maldigo
la vida, temo que la muerte aún sea
remedio débil para tanto fuego.



Juan Meléndez Valdés

El ruego encarecido

-- de Juan Meléndez Valdés --

Deja ya la cabaña, mi pastora;
déjala, mi regalo y gloria mía;
ven, que ya en el oriente raya el día,
y el sol las cumbres de los montes dora.

Ven, y al humilde pecho que te adora,
torna con tu presencia la alegría.
¡Ay!, que tardas, y el alma desconfía;
¡ay!, ven, y alivia mi pesar, señora.

Tejida una guirnalda de mil flores
y una fragante delicada rosa
te tengo, Filis, ya para en llegando.

Darételas cantando mil amores,
darételas, mi bien; y tú amorosa
un beso me darás sabroso y blando.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 90

-- de Francisco de Quevedo --

Atlante, que en la cruz sustentas cielo,
hércules que descansas sumo atlante,
alivia con tu fuerza el tierno amante
que, humilde, mide con la boca el suelo.
Mas no le des ayuda, que recelo
que das prisa a su muerte vigilante;
mas dásela, simón, que es importante
para la redención de todo el suelo.
Pero si con tus brazos se aligera
la carga, con tu culpa, del manzano,
también añades peso a su madera.
Llevar parte del leño soberano
es a la redención, que los espera,
llevarte tus pecados con tu mano.



Francisco Sosa Escalante

La noche (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Cual dama hermosa que el oscuro velo
Para acercarse á su adorado, toma
Y en él se envuelve, y tras el velo asoma
La luz radiante de su dulce anhelo;

Como el arrullo del amor el vuelo
Detiene apasionada la paloma,
Y envuelta de la flor en el aroma
Se lanza al nido de su dicha cielo,

Oculta así la noche en negro manto
Que el áureo polvo de los astros llena,
Viene y derrama su divino encanto.

Piadosa alivia del mortal la pena,
Las gotas seca de su acerbo llanto
Y brinda al corazon la paz serena.



Clemente Althaus

A Dios (1 Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Tal vez a celebrarte
me arrastra ardiente irresistible afecto:
mas, vanos numen y arte,
remeda mi imperfecto,
canto el zumbido de volante insecto.
En corto labio humano
mal el loor de tus grandezas cabe;
en Sión y a ti cercano,
el serafín te alabe;
mas ni él loarte dignamente sabe.
Loores y armonías
dignas de ti no tiene lo creado;
solo de ti podrías
en suficiente grado,
pues en él te conoces, ser loado.
Mas de tu crïatura,
que en destierro que alivia la esperanza,
de tu santa luz pura
tenue vislumbre alcanza,
sea humilde silencio la alabanza.



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