Buscar Poemas con Aguja


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Se han encontrado 12 poemas con la palabra aguja

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Ramón López Velarde

coses en dulce paz...

-- de Ramón López Velarde --

Coses en dulce paz...
Coses en dulce paz, y son divinos
tus mirares y plácido tu gesto,
cuando escuchas la rima que he compuesto
para tus dedos ágiles y finos.
La candidez sin mancha de los linos
nieva y decora tu regazo honesto,
y en grato ir y venir tocan el cesto
las yemas de tus dedos marfilinos.
Mirándote coser, tan envidiosa
de tu aguja está el alma, que quisiera
tener, en la existencia fastidiosa,
la suerte de la aguja afortunada,
por quedar un momento prisionera
entre los dedos de la bien amada.

Poema coses en dulce paz... de Ramón López Velarde con fondo de libro

César Vallejo

fue domingo en las claras orejas de mi burro...

-- de César Vallejo --

Fue domingo en las claras orejas de mi burro,
de mi burro peruano en el perú (perdonen la tristeza)
mas hoy ya son las once en mi experiencia personal,
experiencia de un solo ojo, clavado en pleno pecho,
de una sola burrada, clavada en pleno pecho,
de una sola hecatombe, clavada en pleno pecho.
Tal de mi tierra veo los cerros retrasados,
ricos en burros, hijos de burros, padres hoy de vista,
que tornan ya pintados de creencias,
cerros horizontales de mis penas.
En su estatua, de espada,
voltaire cruza su capa y mira el zócalo,
pero el sol me penetra y espanta de mis dientes incisivos
un número crecido de cuerpos inorgánicos.
Y entonces sueño en una piedra
verduzca, diecisiete,
peñasco numeral que he olvidado,
sonido de años en el rumor de aguja de mi brazo,
lluvia y sol en europa, y ¡cómo toso! ¡cómovivo!
¡cómo me duele el pelo al columbrar los siglos semanales!
y cómo, por recodo, mi ciclo microbiano,
quiero decir mi trémulo, patriótico peinado.

Poema fue domingo en las claras orejas de mi burro... de César Vallejo con fondo de libro

César Vallejo

la paz, la abispa, el taco, las vertientes

-- de César Vallejo --

La paz, la abispa, el taco, las vertientes,
el muerto, los decilitros, el búho,
los lugares, la tiña, los sarcófagos, el vaso, lasmorenas,
el desconocimiento, la olla, el monaguillo,
las gotas, el olvido,
la potestad, los primos, los arcángeles, la aguja,
los párrocos, el ébano, el desaire,
la parte, el tipo, el estupor, el alma...
Dúctil, azafranado, externo, nítido,
portátil, viejo, trece, ensangrentado,
fotografiadas, listas, tumefactas,
conexas, largas, encantadas, pérfidas...
Ardiendo, comparando,
viviendo, enfureciéndose,
golpeando, analizando, oyendo, estremeciéndose,
muriendo, sosteniéndose, situándose, llorando...
Después, éstos, aquí,
después, encima,
quizá, mientras, detrás, tánto, tan nunca,
debajo, acaso, lejos,
siempre, aquello, mañana, cuánto,
cuánto!...
Lo horrible, lo suntuario, lo lentísimo,
lo augusto, lo infructuoso,
lo aciago, lo crispante, lo mojado, lo fatal,
lo todo, lo purísimo, lo lóbrego,
lo acerbo, lo satánico, lo táctil, lo profundo...

Poema la paz, la abispa, el taco, las vertientes de César Vallejo con fondo de libro

Pablo Neruda

cantares

-- de Pablo Neruda --

La parracial rosa devora
y sube a la cima del santo:
con espesas garras sujeta
el tiempo al fatigado ser:
hincha y sopla en las venas duras,
ata el cordel, pulmonar, entonces
largamente escucha y respira.
Morir deseo, vivir quiero,
herramienta, perro infinito,
movimiento de océano espeso
con vieja y negra superficie.
Para quién y a quién en la sombra
mi gradual guitarra resuena
naciendo en la sal de mi ser
como el pez en la sal del mar?
ay, qué continuo país cerrado,
neutral, en la zona del fuego,
inmóvil, en el giro terrible,
seco, en la humedad de las cosas.
Entonces, entre mis rodillas,
bajo la raíz de mis ojos,
prosigue cosiendo mi alma:
su aterradora aguja trabaja.
Sobrevivo en medio del mar,
solo y tan locamente herido,
tan solamente persistiendo,
heridamente abandonado.



Salvador Díaz Mirón

A M...

-- de Salvador Díaz Mirón --

¿Detenerme? ¿Cejar? ¡Vana congoja!
La cabeza no manda al corazón.
Prohibe al aquilón que alce la hoja,
no a la hoja que ceda al aquilón!

¡Cuando el torrente por los campos halla
de pronto un dique que le dice: atrás,
podrá saltar o desquiciar la valla
pero pararse o recular... Jamás!

¿Por qué te adoro y a tus pies me arrastro?
¿Por qué se obstinan en volverse así
la aguja al norte, el heliotropo al astro,
la llama al cielo y mi esperanza a ti?



Julio Herrera Reissig

El teatro de los humildes

-- de Julio Herrera Reissig --

Es una ingenua página de la Biblia el paisaje...
La tarde en la montaña, moribunda se inclina,
y el sol un postrer lampo, como una aguja fina,
pasa por los quiméricos miradores de encaje.

Un vaho de infinita guturación salvaje,
de abstracta disonancia, remota a la sordina...
La noche dulcemente sonríe ante el villaje
como una buena muerte a una conciencia albina.

Sobre la gran campaña verde, azul y aceituna,
se cuajan los apriscos en vagas nebulosas;
cien estrellas lozanas han abierto una a una;

Rasca un grillo el silencio perfumado de rosas...
El molino en el fondo, abrazando a la luna,
inspira de romántico viejo tiempo las cosas.



Julio Herrera Reissig

la vuelta de los campos

-- de Julio Herrera Reissig --

La tarde paga en oro divino las faenas...
Se ven limpias mujeres vestidas de percales,
trenzando sus cabellos con tilos y azucenas
o haciendo sus labores de aguja en los umbrales.
Zapatos claveteados y báculos y chales...
Dos mozas con sus cántaros se deslizan apenas.
Huye el vuelo sonámbulo de las horas serenas.
Un suspiro de arcadia peina los matorrales...

Cae un silencio austero... Del charco que se nimba
estalla una gangosa balada de marimba.
Los lagos se amortiguan con espectrales lampos,

las cumbres, ya quiméricas, corónanse de rosas...
Y humean a lo lejos las rutas polvorosas
por donde los labriegos regresan de los campos.



Federico García Lorca

¡ay voz secreta del amor oscuro!

-- de Federico García Lorca --

¡ay voz secreta del amor oscuro!
¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!
¡ay aguja de hiel, camelia hundida!
¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!
¡ay noche inmensa de perfil seguro,
montaña celestial de angustia erguida!
¡ay perro en corazón, voz perseguida,
silencio sin confín, lirio maduro!
huye de mí, caliente voz de hielo,
no me quieras perder en la maleza
donde sin fruto gimen carne y cielo.
¡Dejo el duro marfil de mi cabeza,
apiádate de mí, rompe mi duelo!
¡que soy amor, que soy naturaleza!
regresar a sonetos del amor oscuro



Francisco Acuña de Figueroa

A una flaquísima tuerta

-- de Francisco Acuña de Figueroa --

Aquí yace Estefanía,
flaca y aguda mujer,
que bien pudo aguja ser,
pues sólo un ojo tenía.

Momia, esqueleto de alambre,
en torno a sus huesos vanos
yacen también los gusanos,
pues se murieron de hambre.



Francisco Villaespesa

canción del recuerdo IX

-- de Francisco Villaespesa --

Aquí el sillón donde bordar solía,
de las noches de invierno en la velada...
La frente entre las manos apoyada,
yo, a la luz de la lámpara, leía.
Cansado, la lectura interrumpía,
y, sonriendo, alzaba la mirada...
Ella, a veces, mirándome extasiada
la aguja entre los dedos, sonreía.
Ahora también parece que la espera
el vacío sillón, allá en la sombra.
La lectura interrumpo... El alma entera
palpita de avidez en mis oídos,
esperando sentir sobre la alfombra
el ligero rumor de sus vestidos.



José Martí

mis versos van revueltos...

-- de José Martí --

Mis versos van revueltos y encendidos
como mi corazón: bien es que corra
manso el arroyo que en fácil llano
entre céspedes frescos se desliza:
¡ay! ; pero el agua que del monte viene
arrebatada; que por hondas breñas
baja, que la destrozan; que en sedientos
pedregales tropieza, y entre rudos
troncos salta en quebrados borbotones,
¿cómo, despedazada, podrá luego
cual lebrel de salón, jugar sumisa
en el jardín podado con las flores,
o en pecera de oro ondear alegre
para querer de damas olorosas?
inundará el palacio perfumado,
como profanación: se entrará fiera
por los joyantes gabinetes, donde
los bardos, lindos como abates, hilan
tiernas quintillas y rimas dulces
con aguja de plata en blanca seda.
Y sobre sus divanes espantadas
las señoras, los pies de media suave
recogerán, en tanto el agua rota,
falsa, como todo lo que expira,
besa humilde el chapín abandonado,
y en bruscos saltos destemplada muere!



Clemente Althaus

A Clorinda

-- de Clemente Althaus --

Siempre que miro, Clorinda,
tu hermosura, te cotejo
con el indio tominejo,
por lo pequeña y lo linda:
por su pequeñez graciosa,
entre las flores semeja,
aún más que pájaro, abeja
o brillante mariposa.
Es su pico fina aguja,
dos puntos sus ojos son;
mas con tanta perfección
el Creador la dibuja,
que en hermosura rival
no conoce esta avecilla,
y a su plumaje se humilla
el soberbio pavo real.
Hermosura tan extrema
adorna al pájaro mosca,
que fuera sin lustre y tosca
joya de imperial diadema,
que innumerable caudal
a su noble dueño cuesta,
comparada con aquesta
viva joya natural,
do las plumas verdes, gualdas,
azules y carmesíes,
topacios son y rubíes
y zafiros y esmeraldas.
Se esmeró Natura en ella,
y juzgar así se debe
que sólo la hizo tan breve
para formarla, más bella.
Pues, si en el ave menor
ostentó su mejor obra,
a la que en belleza sobra
lo que le falta en grandor,
no te pese no ser alta,
oh graciosa criatura,
si te sobra en hermosura
lo que en tamaño te falta.



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