Buscar Poemas con Agita


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 37 poemas con la palabra agita

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Amado Nervo

perlas negras - ¡ven acércate más! el campo umbrío

-- de Amado Nervo --

¡ven acércate más! el campo umbrío,
el cielo torvo y el ambiente frío,
predisponen el alma a la tristeza.
Ven, apoya en mi hombro tu cabeza;
así, juntos, muy juntos, dueño mío.
Hablemos de tu amor; ¡de aquel soñado
amor! cuando el invierno desolado
reina doquier, y pálidas se ahuyentan
la ilusión y la fe, ¡cómo calientan
los recuerdos benditos del pasado!
ven, acércate más, mi dulce dueño . . .
Y en tanto agita con tenaz empeño
la niebla gris su colosal cimera,
sobre nosotros vuelque la quimera
el ánfora impalpable del ensueño.

Poema perlas negras - ¡ven acércate más! el campo umbrío de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

Increpación

-- de Amado Nervo --

Que a aquél que recorriendo su ruta de asperezas
haya abrevado su alma en mayores tristezas
que mis tristezas, alce la voz y me reproche...
Job, Jeremías, Cristo, Daniel, en vuestra noche
toda llena de angustias de redención, había
un astro, el astro de una ideal teoría:
Dios vino hasta vosotros, Dios besó vuestra frente;
Dios abrió en vuestro cielo la brecha reluciente
de una ilusión...

En mi alma todo es sombra y en ella
jamás ¡jamás! titilan los oros de una estrella;
mi alma es como la higuera por el Señor maldita,
que no presta ni fruto ni sombra, que no agita
sus abanicos de hojas; sus ramas, ¡ay! desnudas,
servirán a la desesperación de algún Judas,
¡de algún ideal tránsfuga que me besó con dolo
y que por fin se ahorca desamparado y solo!

Que aquel que recorriendo su ruta de asperezas
haya abrevado su alma en mayores tristezas
que las mías, levante su voz de trueno. ¿En dónde
están los grandes tristes? ¡Ninguno me responde!
La eternidad es muda y el enigma cobarde...

Hermana, tengo frío, el frío de la tarde.

Poema Increpación de Amado Nervo con fondo de libro

Ignacio María de Acosta

Dolencia de Iselia

-- de Ignacio María de Acosta --

Esa inquietud que sin cesar te agita,
ese tormento que te oprime el pecho,
y pone abrojos al mullido lecho
y tu semblante virginal marchita:

Esa lucha fatal que se concita
del corazón en el recinto estrecho;
y te arranca suspiros de despecho
en continua aflicción y amarga cuita:

Ese dulce mirar; tu afecto tierno,
que revelan un alma candorosa
que pugna por vencer un mal interno;

Esa delicia en fin que misteriosa
con las penas se mezcla del infierno;
esa es la llama del Amor, hermosa.

Poema Dolencia de Iselia de Ignacio María de Acosta con fondo de libro

Javier del Granado

el lago

-- de Javier del Granado --

Sobre el terso cristal de malaquita
que aprisiona el soberbio panorama,
el carcaj de la aurora se derrama
y el bridón de los andes se encabrita.

Su ala de nieve la leyenda agita,
muerde las islas una roja llama,
y de la ola el sonoro pentagrama
el hachazo del viento decapita.

Sofrena el sol su cuadriga en el lago,
salpicando de lumbre los neveros,
y en el lomo de fuego del endriago.

Emergen de la bruma del pasado,
la sombra de los incas y guerreros,
bajo el palio de un cielo constelado.



Joaquín Nicolás Aramburu

El componte

-- de Joaquín Nicolás Aramburu --

Ved la víctima allí. Sangran sus brazos
bajo la cruel presión de las esposas;
hieren su oído frases injuriosas
y su espalda terrible latigazos.

Ya le arrancan las ropas a pedazos,
ya le imputan mil faltas bochornosas;
no son hombres: son águilas sañosas
que desgarran su carne a picotazos.

Ya rodó en tierra. De su triunfo ahíta
se yergue y ríe la insolente saña
y en pos de nuevas víctimas se agita.

¡Cómo nos burla la cultura extraña,
al ver que aún la Inquisición maldita
funciona en tierras de la pobre España!



Joaquín Nicolás Aramburu

La bijirita

-- de Joaquín Nicolás Aramburu --

Hay en mi Cuba un pobre pajarillo
que vive libremente en la espesura;
no seduce con trinos de ternura
ni ostenta plumas de variado brillo.

Volando de la jagua al mamoncillo
solo su amada libertad procura;
que él no puede vivir en jaula oscura
ni llevar en el pie dorado grillo.

Cuando un infame aprisionarlo quiere,
tras el alambre el infeliz se agita
y pocas horas de tristeza muere.

¡Oh, sí! Yo quiero ser la bijirita:
que a mí también la esclavitud me hiere,
mi paz enturbia, y mi ilusión marchita.



Emilio Bobadilla

El héroe (Bobadilla)

-- de Emilio Bobadilla --

—Si no vas a la guerra te fusilo,
te fusilo si huyes o desertas—
y con el alma el mísero en un hilo
entra confuso en trágicas reyertas.

A puntapiés y voces va adelante
bajo una catarata de metralla,
el ojo abierto, lívido el semblante,
envuelto en el fragor de la batalla.

¡Corre aturdido sin saber adónde,
dando tajos en medio de la grita:
uno cae, otro huye, otro se esconde...

Y de pronto aclamado, ve consigo
una bandera que su mano agita
y que tomó al azar al enemigo...!



Emilio Bobadilla

Vanitas!

-- de Emilio Bobadilla --

Imperio poderoso de militar empuje
que aspiras al dominio del mundo en cruel batalla
y no dejas que nadie tu vigor sobrepuje,
so pena de arrojarle torrentes de metralla.

¡Cómo el triunfo te embriaga y tu sable sangriento
da tajos y mandobles sin piedad ni medida!
Agita tus banderas, como una tromba, el viento
y corres a la muerte deificando la vida!

Músicas y festejos, luminarias, banquetes
—apoteosis del daño que tu sevicia fragua—,
y hay arengas y versos y flores y cohetes...

Imperio, de dominio tu ambiciosa quimera
es la grandeza efímera de una montaña de agua
en que el sol de la tarde fastuoso reverbera.



Julián del Casal

día de fiesta

-- de Julián del Casal --

Un cielo gris. Morados estandartes
con escudo de oro; vibraciones
de altas campanas; báquicas canciones;
palmas verdes ondeando en todas partes;
banderas tremolando en los baluartes;
figuras femeninas en balcones;
estampido cercano de cañones;
gentes que lucran por diversas artes.
Mas, ¡ay!, mientras la turba se divierte
y se agita en ruidoso movimiento
como un mar de embravecidas olas,
circula por mi ser frío de muerte
y en lo interior del alma sólo siento
ansia infinita de llorar a solas.



Pablo Neruda

por qué mi ropa desteñida

-- de Pablo Neruda --

Por qué mi ropa desteñida
se agita como una bandera?
soy un malvado alguna vez
o todas las veces soy bueno?
es que se aprende la bondad
o la máscara de la bondad?
no es blanco el rosal del malvado
y negras las flores del bien?
quién da los nombres y los números
al inocente innumerable?



Pedro Antonio de Alarcón

El viernes santo

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Solo, negado, escarnecido, muerto,
enclavado en la Cruz, ¡oh Jesús mío!
la frente inclinas sobre el mundo impío,
en la cumbre del Gólgota desierto.

Ebrio, entre tanto, y de baldón cubierto,
el mortal, en su infame desvarío,
adora una beldad de aliento frío,
pálida y mustia cual cadáver yerto.

¡Perdónalo, Señor! Que si en tal hora
la majestad de tu dolor ultraja
e ingrato y loco tu pasión olvida,

su espíritu inmortal se agita y llora
por sacudir del cuerpo la mortaja...
Y vive en él como enterrado en vida!



Rafael María Baralt

A la muerte de Judas (Baralt)

-- de Rafael María Baralt --

De su traición el peso infame a tierra
Judas arroja, al árbol se abalanza
y de un ramo oscilando el cuerpo lanza
pendiente al lazo que su cuello cierra.

El alma en su prisión, contra sí en guerra,
se agita y ruge y blasfemando alcanza
los cielos aterrar y de esperanza
hendir el antro en que Luzbel se encierra.

De su cárcel al fin sale bramando;
y entonces la justicia, en la inocente
sangre de Cristo el índice empapando,

al Gólgota la arrastra y en su frente
sentencia escribe de penar eterno
y, vuelto el rostro, lánzala al infierno.



José Tomás de Cuellar

La tempestad (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

YA se agita la mar ondisonante
Al rudo empuje de aquilón bravio,
Y ya truena en el cóncavo vacío
El flamígero rayo amenazante:

Va cundiendo el pavor á cada instante,
Todo está triste, lóbrego, sombrío,
Férvido entonces en el pecho mío
Siento latir el corazón amante.

Y exclamo con acento lastimero:
¡Oh Señor! ¡cuán magnánimo te ostentas!
¡Tiembla á tus pies el universo entero!

¡Ah! sí, bondad, cuánto poder alientas,
Gracia, perdón, misericordia quiero
Del alma en las terríficas tormentas.



José Tomás de Cuellar

En el baile (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

LIGERA entre la nube de gasa transparente
Que en torno de sus formas se mira derramar,
Cual silfide voluble sus giros muellemente
A sujetar acierta el rígido compás.

Flexible el talle erguido, rosada la mejilla,
Turgente el blanco pecho, los labios de rubí,
De sus divinos ojos en la pupila brilla
Eléctrico un destello de nuestro amor felíz.

Su seno vírgen, puro, contemplo que se agita
Como del lago manso la superficie azul.
El corazón inquieto de súbito palpita,
De la esperanza loca á la radiante luz.



José Ángel Buesa

el falso amor

-- de José Ángel Buesa --

Un amor que pregunta, si es virtud o es pecado,
la fuerza que lo agita, eso es el amor soñado.
Un amor que se esconde, porque teme al futuro,
puede ser un amor, pero no es el más puro.
Un amor que se escapa de su propio sentido,
es la rama del árbol sin la gloria del nido.
Un amor que razona, que contrata su ensueño,
inevitablemente será un amor pequeño.
Un amor que me exige preceptos y rituales,
con dudas aritméticas y páginas legales...
Ese no es el amor que soñaba ofrecerte
para toda la vida, sobre toda la muerte.
Si tu amor es tan pobre, recuérdame perdido:
cuando es poco el amor, ¡vale más el olvido!



Juan Abel Echeverría

El avión

-- de Juan Abel Echeverría --

Águila real que en el cenit admiro,
pasmo del genio creador, invento
que en ti llevas, como alma, el pensamiento,
que al éter te lanzó con raudo giro;

lumbre de ciencias en tus alas miro,
que te hacen navegar señor del viento,
y eres bajo el cerúleo firmamento,
cruz de nácar en fondo de zafiro.

Se encumbra, al par de ti, la inteligencia,
y al corazón agita tu presencia,
con temblor de ansias y bullir de anhelos,

y en éxtasis el alma, a lo infinito
vuela de adoración su ardiente grito:
¡Gloria a Dios en la altura de los cielos!



Gaspar María de Nava Álvarez

Pintura del cruel estado de un celoso

-- de Gaspar María de Nava Álvarez --

Así como el bridón noble y fogoso
al eco del clarín, que el aire hiende,
la crin encrespa, las orejas tiende
y a veces la menea presuroso,

enhiesta la cerviz, el polvoroso
suelo a patadas deshacer pretende,
tasca el duro bocado, que le ofende,
se inquieta y combatir desea ansioso,

se encuentra aquel amante desdichado,
que en su pecho los celos aposenta
y vive con sospechas alarmado.

Porque todo lo agita, le impacienta,
hasta que llega a ver desengañado
con pureza su honor, falsa su afrenta.



Salvador Díaz Mirón

a ti

-- de Salvador Díaz Mirón --

Portas al cuello la gentil nobleza
del heráldico lirio; y en la mano
el puro corte del cincel pagano;
¡y en los ojos abismos de belleza!

hay en tus rasgos acritud y alteza,
orgullo encrudecido en un arcano;
¡y resulto en mi prez un vil gusano
que a un astro empina la bestial cabeza!

¡quiero pugnar con el amor; y en vano
mi voluntad se agita y endereza,
como la grama tras el pie tirano!

humillas mi elación y mi fiereza;
¡y resulto en mi prez un vil gusano
que a un astro empina la bestial cabeza!

xalapa. El 25 de mayo de 1901.



Salvador Díaz Mirón

A ti (Salvador Díaz Mirón)

-- de Salvador Díaz Mirón --

Portas al cuello la gentil nobleza
del heráldico lirio; y en la mano
el puro corte del cincel pagano;
y en los ojos abismos de belleza.

Hay en tus rasgos acritud y alteza,
orgullo encrudecido en un arcano,
y resulto en mi prez un vil gusano
que a un astro empina la bestial cabeza.

Quiero pugnar con el amor, y en vano
mi voluntad se agita y endereza,
como la grama tras el pie tirano.

Humillas mi elación y mi fiereza;
y resulto en mi prez un vil gusano
que a un astro empina la bestial cabeza.



Salvador Rueda

sonetos V

-- de Salvador Rueda --

Tíñese el mar de azul y de escarlata;
el sol alumbra su cristal sereno,
y circulan los peces por su seno
como ligeras góndolas de plata.

La multitud que alegre se desata
corre a la playa de las ondas freno,
y el musculoso pescador moreno
la malla coge que cautiva y mata.

En torno de él la muchedumbre grita,
que alborozada sin cesar se agita
doquier fijando la insegura huella.

Y son portento de belleza suma:
la red, que sale de la blanca espuma:
y el pez, que tiembla prisionero en ella.

8



Teófilo V. Méndez Ramos

Risa loca

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

Tu alma desolada de algazara viste,
llena tu alma enferma de la risa loca;
liba, cual abeja, la miel de otra boca,
que hoy es año nuevo, peregrino triste.

Mira como el mundo se muere de risa
y agita los brazos en son de alegría;
como olvida presto, la melancolía
de los años idos... Vividos deprisa...

Y salía a la calle, listo a prodigarme,
a gustar la copa de la vida ufana,
y beber sin taza la dicha cercana,
pero, ¡Risa Loca pasó sin mirarme!



Antonio Machado

Hastío

-- de Antonio Machado --

Pasan las horas de hastío
por la estancia familiar,
el amplio cuarto sombrío
donde yo empecé a soñar.
Del reloj arrinconado,
que en la penumbra clarea,
el tic-tac acompasado
odiosamente golpea.
Dice la monotonía
del agua clara al caer:
un día es como otro día;
hoy es lo mismo que ayer.
Cae la tarde. El viento agita
el parque mustio y dorado...
¡Qué largamente ha llorado
toda la fronda marchita!



Rosalía de Castro

Desolación (Castro)

-- de Rosalía de Castro --

Del luto de mi noche
mi ángel funesto
tejió un velo pesado,
tupido y denso
más que las sombras
que en los hondos abismos
eternas moran.

Negóme desde entonces
el sol su brillo,
¡ay!, negóme la luna
su fulgor tímido,
y la esperanza
no alumbró más el yermo
de mis entrañas.

Por eso todo, todo...
Para mí ha muerto.
Mudas pasan mis horas
tal como espectros...
Cabe mi oído
sólo se agita el soplo
de los olvidos.



Medardo Ángel Silva

El mendigo (Silva)

-- de Medardo Ángel Silva --

¡Oh, angustia de querer expresar lo inefable,
cuando, ave prisionera, una emoción agita
sus alas en la cárcel del verbo miserable,
que no traduce en ritmos su dulzura infinita!

¡Ay, vale más el pájaro cuya garganta trina
su amor y su dolor, que la lengua del hombre,
cuya alma dolorosa lo infinito adivina,
siente la Eternidad... Y no sabe su nombre!

Somos como un mendigo que, teniendo un tesoro
en su alforja, suplica dádivas de la tierra...
¡Una vez que otra cae una moneda de oro
cuyo brillo denuncia lo que la alforja encierra!



Medardo Ángel Silva

Rondel

-- de Medardo Ángel Silva --

Bailas: grácil y fino, sobre la alfombra,
tu cuerpo adolescente rápido rueda;
y el alma siente anhelos de ser tu sombra
para morir besando tu pie de seda.

Lo rojo de tu veste la muerte incita
y el beso que en tus labios suspenso queda
roba el aire oloroso que fresco agita
tu cabello ondulante de nardo y seda...

Mi espíritu doliente sigue los trazos
de tu planta que un albo lirio remeda
tus mejillas enciende sus rojos rasos
y el corazón quisiera ser mil pedazos
para que lo triture tu pie de seda!



Miguel Hernández

rosario, dinamitera

-- de Miguel Hernández --

Rosario, dinamitera,
sobre tu mano bonita
celaba la dinamita
sus atributos de fiera.
Nadie al mirarla creyera
que había en su corazón
una desesperación,
de cristales, de metralla
ansiosa de una batalla,
sedienta de una explosión.
Era tu mano derecha,
capaz de fundir leones,
la flor de las municiones
y el anhelo de la mecha.
Rosario, buena cosecha,
alta como un campanario
sembrabas al adversario
de dinamita furiosa
y era tu mano una rosa
enfurecida, rosario.
Buitrago ha sido testigo
de la condición de rayo
de las hazañas que callo
y de la mano que digo.
¡Bien conoció el enemigo
la mano de esta doncella,
que hoy no es mano porque de ella,
que ni un solo dedo agita,
se prendó la dinamita
y la convirtió en estrella!
rosario, dinamitera,
puedes ser varón y eres
la nata de las mujeres,
la espuma de la trinchera.
Digna como una bandera
de triunfos y resplandores,
dinamiteros pastores,
vedla agitando su aliento
y dad las bombas al viento
del alma de los traidores.



Juan Meléndez Valdés

La fuga inútil

-- de Juan Meléndez Valdés --

Tímido corzo, de cruel acero
el regalado pecho traspasado,
ya el seno de la yerba emponzoñado,
por demás huye del veloz montero;

en vano busca el agua y el ligero
cuerpo revuelve hacia el doliente lado;
cayó y se agita, y lanza congojado
la vida en un bramido lastimero.

Así la flecha al corazón clavada,
huyó en vano la muerte, revolviendo
el ánima a mil partes dolorida;

crece el veneno, y de la sangre helada
se va el herido corazón cubriendo,
y el fin se llega de mi triste vida.



Juan Nicasio Gallego

Invocando a la Virgen

-- de Juan Nicasio Gallego --

Dulce consuelo del linaje humano,
madre excelsa de Dios, sacra Lucina,
humillado a tus pies la frente inclina
con ardiente fervor el pueblo hispano.

Si nunca vierte lágrima sen vano
el que se acoge a tu bondad divina,
vuelve, Señora, al lecho de Cristina
los bellos ojos, la piadosa mano.

Muévate de Fernando la agonía,
que en zozobra cruel pregunta, espera,
teme, se afana, alienta, desconfía.

De su penar los plazos acelera,
y antes que su fulgor esconda el día
agita el viento la feliz bandera.



Juana Rosa de Amézaga

Al despertar (Amézaga)

-- de Juana Rosa de Amézaga --

Dejan las aves el nocturno abrigo
de las vecinas y coposas frondas,
y con sus trinos de placer adulan
a la naciente y sonrosada aurora.

Engastadas en nítido rocío,
bellas se ostentan las gentiles rosas,
y envidiando su aroma delicioso,
lucen sus galas las cucardas rojas.

Cerca se escucha el majestuoso ruido
que hacen del mar las bullidoras olas,
y al retirarse, cual de blancas perlas,
con sus espumas las riberas bordan.

¡Oh! ¡Cuánto goza en este cuadro el alma
si lo contempla recogida y sola!
Y Dios parece que al oído le habla
en tan solemne y apacible hora.

Para la mente que inquietud agita,
es lo que fresca, deliciosa copa,
para el enfermo que la fiebre siente,
en sus entrañas y abrasada boca.

Mi amante pecho dilatarse siento
viendo, Señor, de tu poder las obras;
y al contemplarlas con filial confianza,
mi humilde labio tu grandeza adora.



Federico García Lorca

el amor duerme en el pecho del poeta

-- de Federico García Lorca --

Tú nunca entenderás lo que te quiero
porque duermes en mí y estás dormido.
Yo te oculto llorando, perseguido
por una voz de penetrante acero.
Norma que agita igual carne y lucero
traspasa ya mi pecho dolorido
y las turbias palabras han mordido
las alas de tu espíritu severo.
Grupo de gente salta en los jardines
esperando tu cuerpo y mi agonía
en caballos de luz y verdes crines.
Pero sigue durmiendo, vida mía.
¡Oye mi sangre rota en los violines!
¡mira que nos acechan todavía!
regresar a sonetos del amor oscuro



Francisco Sosa Escalante

En el mar (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Del mar cerúleo en la extensión la nave
Veloz deslisa la cortante quilla;
Un sol de fuego en el espacio brilla
Y en el erguido mástil posa el ave.

Siente de la brisa el beso suave
El marinero audaz; con fé sencilla
Ante las obras del Señor se humilla
Y un himno entona con acento grave.

Un instante despues, fatal tormenta
El mar agita, se oscurece el cielo
Y el rayo destructor brilla y retumba.

La horrible tempestad su furia aumenta,
Y el mísero marino sin consuelo
Halla en las ondas ignorada tumba.



Francisco Villaespesa

balada de amor

-- de Francisco Villaespesa --

Llaman a la puerta, madre. ¿Quién será?
es el viento, hija mía, que gime al pasar.
No es el viento, madre. ¿No oyes suspirar?
es el viento que al paso deshoja un rosal.
No es viento, madre. ¿No escuchas hablar?
el viento que agita las olas del mar.
No es el viento. ¿Oíste una voz gritar?
el viento que al paso rompió algún cristal.
Soy el amor dicen, que aquí quiere entrar...
Duérmete, hija mía..., Es el viento no más.



José Asunción Silva

Al oído del lector

-- de José Asunción Silva --

No fue pasión aquello,
fue una ternura vaga...
La que inspiran los niños enfermizos,
los tiempos idos y las noches pálidas.
El espíritu solo
al conmoverse canta:
cuando el amor lo agita poderoso
tiembla, medita, se recoge y calla.
Pasión hubiera sido
en verdad; estas páginas
en otro tiempo más feliz escritas,
no tuvieran estrofas sino lágrimas.



José de Diego

la borinqueña

-- de José de Diego --

¿qué alma, llorando su infeliz destino
dentro del himno popular se agita,
al ascender la música infinita
en el fondo del aire cristalino?

vibra en la flauta el prolongado trino,
la tempestad en el tambor palpita,
gime el violín, el clarinete grita
y solloza profundo el bombardino...

Es el acento múltiple, anhelante,
de la perdida caravana errante
que del nativo hogar la suerte implora...

¡Es el alma de un pueblo sin enseña!
¡es la dulce, la triste borinqueña ,
madre ideal que por sus hijos llora!



José Joaquín de Mora

El tachonado y puro firmamento

-- de José Joaquín de Mora --

El tachonado y puro firmamento
con todas sus lumbreras inmortales,
esa luz que nos vierte sus raudales,
más sutil, más veloz que el pensamiento.

El misterioso y grave movimiento
de sus revoluciones desiguales,
¡qué de goces intensos, celestiales,
no dan al atrevido entendimiento!

¡Y está serena el alma, y no palpita
rápido el corazón! ¡Ni estalla el labio,
cediendo al entusiasmo que lo agita!

Hombre, suelta el compás y el astrolabio;
mentido es tu saber, siente y medita:
quien más medita y siente es el más sabio.



Abate Marchena

La primavera

-- de Abate Marchena --

¿Ves, hermosa, la fuente que bullendo
el céfiro menea blandamente?
Amor la agita: mira su corriente
hacia el amado arroyo huir riendo.

Mira volar la abeja susurrante
en torno de las violas olorosas,
y su néctar le ofrecen amorosas,
zagala; que es la flor también amante.

¿No escuchas gorgear los ruiseñores,
de aguda flecha el tierno pecho heridos,
y en melodiosos trinos no aprendidos
explicar sus dulcísimos amores?

¿No ves las palomillas amorosas
exhalar sus arrullos inflamados?
¿Los pichones no ves enamorados
responder en querellas cariñosas?

Todo es amor; la alegre primavera,
al universo nueva vida dando,
naturaleza yerta va inflamando,
que Enero con su escarcha entorpeciera.

Y tú, por más que lo rehuyas dura,
has de rendir a Amor el cuello erguido,
que todo se avasalla ¡ay! a Cupido:
tal es la ley eterna de natura.



Carlos Guido y Spano

Soneto at home

-- de Carlos Guido y Spano --

¡Hijos queridos! En la paz bendita
del heredado hogar hallad defensa
contra el violento entorno que nos tensa
contra el combate cruel que nos agita.

Como en vuestros abuelos se condensa
reconoced caballeresca cita
con la conciencia que a lo heroico invita
y rechazad vivir en la vergüenza.

Ejemplo es vuestra madre de la entrega.
Servid a los demás. Es su camino.
Intransitado y viejo al cielo llega.

Esto de mi docencia me imagino
que de un padre a sus hijos se trasiega:
que cada cual sea fiel a su destino.



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba