Buscar Poemas con Abandono


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Se han encontrado 32 poemas con la palabra abandono

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Julia de Burgos

no hay abandono

-- de Julia de Burgos --

Se ha muerto la tiniebla en mis pupilas,
desde que hallé tu corazón
en la ventana de mi rostro enfermo.

¡Oh pájaro de amor,
que trinas hondo, como un clarín total y solitario
en la voz de mi pecho!
no hay abandono...
Ni habrá miedo jamás en mi sonrisa.

¡Oh pájaro de amor,
que vas nadando cielo en mi tristeza...!
Más allá de tus ojos
mis crepúsculos sueñan bañarse en tus luces...

¿Es azul el misterio?

asomada en mi misma contemplo mi rescate,
que me vuelve a la vida en tu destello...

Poema no hay abandono de Julia de Burgos con fondo de libro

Roberto Juarroz

el decidido abandono con que yo me sueño

-- de Roberto Juarroz --

El decidido abandono con que yo me sueño
no ha medido los árboles
ni calzado los ríos,
pero sabe su sombra y su corriente.
El obstinado empeño con que yo te sueño
no ha contado los pasos
ni ha partido los días,
pero sabe tu senda y tus cansancios.
El congregado gesto con que sueño
la cuota irremediable de mis miedos
sabe que el sueño suficiente de una cosa
es su único nombre verdadero.

Poema el decidido abandono con que yo me sueño de Roberto Juarroz con fondo de libro

Amado Nervo

el retorno

-- de Amado Nervo --

Vivir sin tus caricias es mucho desamparo;
vivir sin tus palabras es mucha soledad;
vivir sin tu amoroso mirar, ingenuo y claro,
es mucha oscuridad...
Vuelvo pálida novia, que solías
mi retorno esperar tan de mañana,
con la misma canción que preferías
y la misma ternura de otros días
y el mismo amor de siempre, a tu ventana.
Y elijo para verte, en delicada
complicidad con la naturaleza,
una tarde como ésta: desmayada
en un lecho de lilas, e impregnada
de cierta aristocrática tristeza.
¡Vuelvo a ti con los dedos enlazados
en actitud de súplica y anhelo
-como siempre-, y mis labios no cansados
de alabarte, y mis ojos obstinados
en ver los tuyos a través del cielo!
recíbeme tranquila, sin encono,
mostrando el deje suave de una hermana;
murmura un apacible: te perdono ,
y déjame dormir con abandono,
en tu noble regazo, hasta mañana...

Poema el retorno de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

parábola. jam faotet

-- de Amado Nervo --

Jam faotet
para ezzequiel a. Chávez.
Jesucristo es el buen samaritano:
yo estaba malherido en el camino,
y con celo de hermano,
ungió mis llagas con aceite y vino;
después, hacia el albergue, no lejano,
me llevó de la mano,
en medio del silencio vespertino.
Llegados, apoyé con abandono
mi cabeza en su seno,
y él me dijo muy quedo: «te perdono
tus pecados, ve en paz; sé siempre bueno
y búscame: de todo cuanto existe
yo soy el manantial, el ígneo centro...»
Y repliqué, muy pálido y muy triste:
«¿señor, a qué buscar si nada encuentro?
¡mi fe se me murió cuando partiste,
y llevo su cadáver aquí dentro!
»estando tú conmigo viviría...
Mas tu verbo inmortal todo lo puede:
dila que surja en la conciencia mía,
resucítala, ¡oh dios, era mi guía!»
y jesucristo respondió: «ya hiede».



Amado Nervo

El retorno (Nervo)

-- de Amado Nervo --

Vuelvo, pálida novia, que solías
mi retorno esperar tan de mañana,
con la misma canción que preferías
y la misma ternura de otros días
y el mismo amor de siempre, a tu ventana.

Y elijo para verte, en delicada
complicidad con la naturaleza,
una tarde como esta, desmayada
en un lecho de lilas e impregnada
de cierta aristocrática tristeza.

Vuelvo a ti con mis dedos enlazados
en actitud de súplica y anhelo,
como siempre, y mis labios, no cansados
de alabarte ¡y mis ojos obstinados
en ver los tuyos a través del cielo!

Recíbeme tranquila, sin encono,
mostrando el dejo suave de una hermana;
murmura un apacible: «Te perdono»,
y déjame dormir con abandono
en tu noble regazo hasta mañana...



Luis Rosales

de cómo vino al mundo la oración

-- de Luis Rosales --

De lirio en oración, de espuma herida
por el paso del alba silenciosa;
de carne sin pecado en la gozosa
contemplación del niño sorprendida;
de nieve que detiene su caída
sobre la paja que al señor desposa;
de sangre en asunción junto a la rosa
del virginal regazo desprendida;
de mirar levantado hacia la altura
como una fuente con el agua helada
donde el gozo encontró recogimiento;
de manos que juntaron su hermosura
para calmar, en la extensión nevada,
su angustia al hombre y su abandono al viento.



Manuel del Palacio

A un periodista neo-católico

-- de Manuel del Palacio --

Cínico y arrogante, como suele,
Un párrafo publica El Pensamiento
De quererme agraviar con el intento,
Por más que el miedo sus palabras vele.

Como un insulto de mujer no duele,
Y es provocarla combatir al viento,
Y nunca me causaron sentimiento
Las palabrotas huecas de un pelele:

Abandono al dolor que le acibara
De ver que no es Don Cárlos lo que priva
Al que sus odios contra mi dispara;

Ya que puesto en la dura alternativa
Tengo recelo de escupir su cara
Sólo por no mancharme la saliva.



Efraín Huerta

buenos días a diana cazadora

-- de Efraín Huerta --

Muy buenos días, laurel, muy buenos días, metal, bruma y silencio.
Desde el alba te veo, grandiosa espiga, persiguiendo a la niebla,
y eres, en mi memoria, esencia de horizonte, frágil sueño.
Olaguíbel te dio la perfección del vuelo y el inefable encanto de estar quieta,
serena, rodilla al aire y senos hacia siempre, como pétalos
que se hubiesen caldo, mansamente, de la espléndida rosa de toda adolescencia.

Muy buenos días, oh selva, laguna de lujuria, helénica y ansiosa.
Buenos días en tu bronce de violetas broncíneas, y buenos días, amiga,
para tu vientre o playa donde nacen deseos de espinosa violencia.
¡Buenos días, cazadora,.Flechadora del alba, diosa de los crepúsculos!
dejo a tus pies un poco de anhelo juvenil y en tus hombros, apenas,
abandono las alas rotas de este poema.



Emilio Bobadilla

Ciencias mal aplicadas

-- de Emilio Bobadilla --

¡Vesánicos armados, perseguidos de orgullo,
de furia aniquilante, de afán de predominio;
que en compactas falanges, en infernal barullo,
sembráis con homicida fruición el exterminio!

¡A vuestro paso horrendo de llamas y de truenos,
desquícianse los templos y los bosques se incendian,
hordas que a los vencidos —ya en pedazos los frenos,—
en su inerme abandono, sin piedad vilipendian!

¡La química, la física, la náutica, los plomos,
los gases ahogativos... Segando en flor la vida,
han llenado los campos, los pueblos de eccehomos,

y los cielos azules, de siniestras auroras...!
¡Oh, ciencia prematura que has dado sin medida,
al hombre metafísico tus armas destructoras...!



Pablo Neruda

soneto lxxv cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxxv
ésta es la casa, el mar y la bandera.
Errábamos por otros largos muros.
No hallábamos la puerta ni el sonido
desde la ausencia, como desde muertos.
Y al fin la casa abre su silencio,
entramos a pisar el abandono,
las ratas muertas, el adiós vacío,
el agua que lloró en las cañerías.
Lloró, lloró la casa noche y día,
gimió con las arañas, entreabierta,
se desgranó desde sus ojos negros,
y ahora de pronto la volvemos viva,
la poblamos y no nos reconoce:
tiene que florecer, y no se acuerda.



Rafael Barrett

Decadente

-- de Rafael Barrett --

¡Oh vírgenes desnudas!
¡Oh cabelleras de color de otoño!
¡Oh rocío inocente
Que luce en la sonrisa de los ojos,
Ojos silvestres, ágiles y nuevos,
Los más dulces de todos!
¡Oh pies desnudos, caricia de la tierra,
Pies que besa el arroyo
Temblando! ¡Oh senos en capullo, dond,
El sol hace bailar sus manchas de oro
Debajo de las hojas! ¡Oh muchachas!
Jugad. Os reconozco,
Tropel de mis lejanas primaveras...
Dejadme contemplaros. Ya no corro
Con mi pasado a cuestas tras vosotras,
Y a la sombra que baja me abandono.
Huisteis, maliciosas, con las alas
De mi propia ilusión, dejando plomo
En mis plantas cansadas, y en mi vida
Amargura sin fondo...
¡Oh vírgenes desnudas!
¡Oh cabelleras de color de otoño!



Gerardo Diego

insomnio

-- de Gerardo Diego --

Insomnio
tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.
Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo,
y tú, inocente, duermes bajo el cielo.
Tú por tu sueño, y por el mar las naves.
En cárceles de espacio, aéreas llaves
te me encierran, recluyen, roban. Hielo,
cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo
que alce hasta ti las alas de mis aves.
Saber que duermes tú, cierta, segura
cauce fiel de abandono, línea pura,
tan cerca de mis brazos maniatados.
Qué pavorosa esclavitud de isleño,
yo, insomne, loco, en los acantilados,
las naves por el mar, tú por tu sueño.



Idea Vilariño

eso

-- de Idea Vilariño --

Mi cansancio
mi angustia
mi alegría
mi pavor
mi humildad
mis noches todas
mi nostalgia del año
mil novecientos treinta
mi sentido común
mi rebeldía.

Mi desdén
mi crueldad y mi congoja
mi abandono
mi llanto
mi agonía
mi herencia irrenunciable y dolorosa
mi sufrimiento
en fin
mi pobre vida.



Idea Vilariño

pasar

-- de Idea Vilariño --

Quiero y no quiero
busco
un aire negro un cieno
relampagueante
un alto
una hora absoluta
mía ya para siempre.

Quiero y no quiero
espero
y no
y desespero
y por veces aparto
con todo olvido todo abandono toda
felicidad
ese día completo
esa huida ese más
ese desdén entero
esa destituida instancia
ese vacío
más allá del amor
de su precario don
de su no
de su olvido
esa puerta sin par
el solo paraíso.

Quiero y no quiero
quiero
quiero sí y cómo quiero
dejarlo estar así
olvidar para siempre
darme vuelta
pasar
no sonreír
salirme
en una fiesta grave
en una dura luz
en un aire cerrado
en un hondo compás
en una invulnerable
terminada figura.



Santiago Montobbio

manifiesto inicial del humanista

-- de Santiago Montobbio --

Manifiesto inicial del humanista
la causa de las palabras, que para nada sirven,
o para vivir tan sólo, es una causa pequeña.
Pero si cada día sabes con mayor certeza
que no sólo repudias las coronas
sino que cada vez te dan más asco;
si en verdad no quieres hacer de tu ya arruinada inteligencia
una prostituta mercenaria que venda sus pechos o su alma
a cualquier hijastro del dinero o si, sencillamente,
poco necesitas y tan sólo te importa soportar
con dignidad la vida y sus tristezas
mejor será que asumas desde ahora
la inevitable condena de la soledad y del fracaso
y que como luminoso o ciego abandono de estrellas
a esa pequeña, muy ridícula causa ya te abraces,
que del todo lo hagas y que en tu habitación vacía
las palabras del fuego sean ceniza, que se asalten
y persigan, que tengan frío, en su noche
a solas, por decir tu nombre.



Página en blanco

-- de Vicenta Castro Cambón --

DAME el lápiz y déjame que escriba;
verás cuán fácil cosa
es llenar esta página con versos
ya que en blanco esta página te enoja.

¿No sabes tú que un libro tengo en blanco
por no llenar sus hojas
con versos que son versos de mi estro
y que ni al viento confiaré en estrofas?

Miro tu alma y el lápiz abandono:
luego dirías “sobra”
por la página que hoy echas de menos.
Quede en blanco lo mismo que cien otras.



Andrés Eloy Blanco

Miedo

-- de Andrés Eloy Blanco --

La sombra de una duda sobre mí se levanta
cuando llega el arrullo de tu voz a mi oído;
miedo de conocerte; pero en el miedo hay tanta
pasión, que me parece que ya te he conocido.

Yo adiviné el misterio cantor de tu garganta.
¿Será que lo he soñado? Tal vez lo he presentido:
mujer cuando promete y nido cuando canta;
mentira en la promesa y abandono en el nido.

Quizá no conocernos fuera mejor; yo siento
cerca de ti el asalto de un mal presentimiento
que me pone en los labios una emoción cobarde.

Y si asoma a mis ojos la sed de conocerte,
van a ti mis audacias, mujer extraña y fuerte,
pero el amor me grita: -¡si has llegado muy tarde!



Andrés Eloy Blanco

Miedo (poema)

-- de Andrés Eloy Blanco --

La sombra de una duda sobre mí se levanta
cuando llega el arrullo de tu voz a mi oído;
miedo de conocerte; pero en el miedo hay tanta
pasión, que me parece que ya te he conocido.

Yo adiviné el misterio cantor de tu garganta.
¿Será que lo he soñado? Tal vez lo he presentido:
mujer cuando promete y nido cuando canta;
mentira en la promesa y abandono en el nido.

Quizá no conocernos fuera mejor; yo siento
cerca de ti el asalto de un mal presentimiento
que me pone en los labios una emoción cobarde.

Y si asoma a mis ojos la sed de conocerte,
van a ti mis audacias, mujer extraña y fuerte,
pero el amor me grita: -¡si has llegado muy tarde!



Marilina Rébora

de la segunda venida de cristo

-- de Marilina Rébora --

De la segunda venida de cristo
durante aquella hora, quien se halle en el terrado
no retorne a buscar sus muebles bajo el techo,
pues de dos en un campo uno será librado
y el otro abandonado. (O de dos en el lecho.)
Dos mujeres moliendo, bien que trabajen juntas,
una será elegida, la otra rechazada.
Huelgan disquisiciones e inútiles preguntas
porque el señor lo ha dicho: su palabra está dada.
(Soñamos el milagro: la que elige el señor
apresa de la mano por llevarla consigo
a la otra en abandono, y pone tal fervor
en librar aquel ser del eterno castigo,
que dios, al verla, dice: la ha salvado tu amor.
Puedes venir con ella. Y ella venir contigo.)
Lucas 17, 31, 34, 35.



Marilina Rébora

vértigo

-- de Marilina Rébora --

Vértigo
¿y esta melancolía? ¿por qué tanto abandono
si no hay una razón o por lo menos nueva,
si no existen rencores ni nos muerde el encono?
¿de qué ese sentimiento que al ánimo subleva?
¿a qué causa atribuir tan ciego pesimismo?
¿qué motivo encontrar a esta tenaz congoja
si son nuestros estados un puro fatalismo?
¿qué es, por fin, lo que al alma tanto y tanto la enoja?
la ansiedad de vivir en vértigo, de prisa,
exacerba la mente a punto culminante,
ya que ante el tiempo escaso en todo se improvisa
y el destino de un ser se juega en un instante.
Y es eso lo que al cabo del día nos aplasta
para cuyo consuelo la oración sólo basta.



Mario Benedetti

seísmo

-- de Mario Benedetti --

La terre nous amait un peu je me souviens
rené char
quedan las cáscaras de vida
la solidaridad de las columnas
las pausas del escombro
el pavoroso cielo gris
la tierra exasperada
reclama una caricia
que no la olviden
no la olviden nunca
por eso se estremece
de abandono
tan sólo si la aman
si la amamos
volverá a concedernos
el perdón del silencio
el amor de la calma



Mario Benedetti

chau número tres

-- de Mario Benedetti --

Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres
sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
segura sin seguro
te dejo frente al mar
descifrándote sola
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota
te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía
pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono
estaré donde menos
lo esperes
por ejemplo
en un árbol añoso
de oscuros cabeceos
estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra
estaré repartido
en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen
y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojos
y mirándote.



Juan Gelman

la muchacha del balcón

-- de Juan Gelman --

La tarde bajaba por esa calle junto al puerto
con paso lento, balanceándose, llena de olor,
las viejas casas palidecen en tardes como ésta,
nunca es mayor su harapienta melancolía
ni andan más tristes de paredes,
en las profundas escaleras brillan fosforescencias como de mar,
ojos muertos tal vez que miran a la tarde como si recordaran.
Eran las seis, una dulzura detenía a los
desconocidos,
una dulzura como de labios de la tarde, carnal,
carnal,
los rostros se ponen suaves en tardes como ésta,
arden con una especie de niñez
contra la oscuridad, el vaho de los dancings.
Esa dulzura era como si cada uno recordara a una mujer,
sus muslos abrazados, la cabeza en su vientre,
el silencio de los desconocidos
era un oleaje en medio de la calle
con rodillas y restos de ternura chocando
contra el new inn , las puertas, los umbrales de
color abandono.
Hasta que la muchacha se asomó al balcón
de pie sobre la tarde íntima como su cuarto con
la cama deshecha
donde todos creyeron haberla amado alguna vez
antes de que viniera el olvido.



Juan Zorrilla de San Martín

Odio y amor

-- de Juan Zorrilla de San Martín --

El alma anhela amor: ley es del cielo;
y anhela aborrecer: ley de la tierra...
Odio y amor, indefinible anhelo,
que, del hombre infeliz, la historia encierra.
Infeliz yo no soy, mas que un desvelo,
una ilusión mi bienestar destierra.
¿Amaré a mi verdugo? Tengo miedo...
Odiar a mi ilusión... ¡Ah! no, no puedo!

Y ella acibara sin piedad mi vida;
es parte de mi ser que lo destroza;
gime el alma en sus brazos abatida
y sufre en el gozar: sufriendo goza.
No puedo amar esa ilusión mentida,
si la abandono, el corazón solloza;
ilusión: sufriré tu amor funesto;
más sabe que, al amarte, te detesto.



Julia de Burgos

yo fui la más callada

-- de Julia de Burgos --

Yo fui la más callada
de todas las que hicieron el viaje hasta tu puerto.

No me anunciaron lúbricas ceremonias sociales,
ni las sordas campanas de ancestrales reflejos;
mi ruta era la música salvaje de los pájaros
que soltaba a los aires mi bondad en revuelo.

No me cargaron buques pesados de opulencia,
ni alfombras orientales apoyaron mi cuerpo;
encima de los buques mi rostro aparecía
silbando en la redonda sencillez de los vientos.

No pesé la armonía de ambiciones triviales
que prometía tu mano colmada de destellos:
sólo pesé en el suelo de mi espíritu ágil
el trágico abandono que ocultaba tu gesto.

Tu dualidad perenne la marcó mi sed ávida.
Te parecías al mar, resonante y discreto.
Sobre ti fui pasando mis horarios perdidos.
Sobre mi tú seguiste como el sol en los pétalos.

Y caminé en la brisa de tu dolor caído
con la tristeza ingenua de saberme en lo cierto:
tu vida era un profundo batir de inquietas fuentes
en inmenso río blanco corriendo hacia el desierto.



Julio Flórez

¿quién oye

-- de Julio Flórez --

De noche, bajo el cielo desolado,
pienso en tu amor y pienso en tu abandono,
y miro, en mi interior, deshecho el trono
que te alcé como a un ídolo sagrado.
Al ver mi porvenir despedazado
por tu infidelidad, crece mi encono;
mas, como sé que sufres, te perdono.
¡Oh!... ¡Tú, jamás me hubieras perdonado!
mis lágrimas, en trémulo derroche,
ruedan al fin.. Y al punto, en inaudito
arranque, a dios elevo mi reproche.
Pero se pierde, entre el negror mi grito
y sólo escucho, en medio de la noche,
del silencio el monólogo infinito.
Julio flórez



Julio Flórez

Flor de sangre

-- de Julio Flórez --

Poem

En el nuevo jardín de mis amores y entre sus laberintos más espesos, enojos dando a pudibundas flores, con vivos y purpúreos resplandores, se abrió el rojo capullo de los besos.

Y aquellas flores castas: las ternuras, las confidencias, al sentirse solas por mi abandono, avergonzadas, puras, ante la flor sangrienta, sus blancuras perdieron y cerraron sus corolas!



Julio Flórez

¿Quién oye?

-- de Julio Flórez --

Poem

De noche, bajo el cielo desolado, pienso en tu amor y pienso en tu abandono, ¡y miro en mi interior deshecho el trono que te alcé como a un ídolo sagrado!

¡Al ver mi porvenir despedazado por tu infidelidad, crece mi encono! Mas, como sé que sufres, te perdono... ¡Oh, tú jamás me hubieras perdonado!

Mis lágrimas, en trémulo derroche, ruedan al fin, y luego, en inaudito arranque, a Dios elevo mi reproche...

¡Pero se pierde entre el negror mi grito y sólo escucho, en medio de la noche, del silencio el monólogo infinito!



Evaristo Carriego

Aquella vez en el lago

-- de Evaristo Carriego --

La góndola volvía. Frente a frente
estábamos, en esa inolvidada
vieja tarde de otoño, purpurada
por la sangre del sol en el poniente.

Y porque te mostrabas displicente
a tu mismo abandono abandonada,
se me antojó decir, sin decir nada,
lo que quiero ocultar inútilmente.

Callaste, y como al agitar el rico
blasonado marfil de tu abanico
hubo una muda negación sencilla

en la leve ironía de tu boca,
yo me quedé pensando en una loca
degollación de cisnes en la orilla.



Blanca Andreu

el día tiene el don de la alta seda

-- de Blanca Andreu --

El día tiene el don de la alta seda,
pétalos desandados por el pie de la noche,
monedas en corolas, eso dije.
Pero se izó la nube de magnolia hasta llegar al núcleoahogado,
estambre eléctrico y pistilo triturado de amor,
monedas deshojadas por el terrible cheque templario,
o bien las brujas vírgenes prudentes
y la plomiza nada milenaria.
El día tuvo el don de la alta seda,
amor mío, amor mío, y por eso aún escúchame,
por eso te repito el perdido poema,
amor mío, amor mío, tu voz que amé y que cruza
las pupilas moradas de los puentes.
Y tu olor habitado, azul, y todo
lo que ahora abandono y abandonas
no sé con qué propósito,
ni sé de qué manera clandestina,
ahora, mientras yo rompo
la idea de tu rostro
y continúo ignorando
qué invierno,
qué arteria barroca del diciembre aquél,
qué orden despierto es el tuyo
mientras yo vivo sola, y duermo, y te detesto.



Roberto Juarroz

quizás nos quedemos fijados en un pensamiento

-- de Roberto Juarroz --

Quizás nos quedemos fijados en un pensamiento,
pensándolo para siempre.
Puede ser que la eternidad no sea otra cosa
que concentrarse sin alrededores
en el pensamiento más denso
y quedarse allí como una planta despierta
que coloniza para siempre su minúsculo espacio.
Morir no sería entonces
nada más que el último esfuerzo de la atención,
el abandono de los otros pensamientos.



Roberto Juarroz

la mano se extiende

-- de Roberto Juarroz --

La mano se extiende,
pero a mitad de camino
a detiene una imagen.
Y se marcha entonces con ella,
no para poseerla
sino tan sólo para entrar en su juego.
La mano ha comenzado a enamorarse en el camino
y así la posesión y el don se le escapan.
La mano ha cambiado su destino
por un vuelo que no es el vuelo del pájaro,
sino un abandono a las mareas que no tienen costa
o a los desequilibrios de una sabiduría diferente.
La mano ha renunciado a su objeto
y ha adquirido el valor de su distracción.
La mano ha renunciado a salvarse.



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