Buscar Poemas con Nubes


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Se han encontrado 86 poemas con la palabra nubes

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José Tomás de Cuellar

Las nubes (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

NUBES flotantes, húmedos vapores,
Viajeras incansables del espacio,
Que vestís los colores
Del rubí, del zafír y del topacio!
Veros me place; el sol os ilumina
Y le tendeis magnífica cortina.

¡Las nubes! silenciosas mensajeras
De las azules cóncavas alturas,
Que destendeis vistosas
En el éter flotantes colgaduras;
¡Oh! ¡cuánto goza el corazón si miro
Vuestro voluble é incesante giro!

Poema Las nubes (Cuéllar) de José Tomás de Cuellar con fondo de libro

Alfredo Mario Ferreiro

Lavando nubes

-- de Alfredo Mario Ferreiro --

El viento está lavando las nubes.
Toma una nave negra,
la empapa en lluvia,
la retuerce en seguida,
la golpea contra el molino,
nos moja el campo,
lava el cielo,
y sale la nube blanca
de negra que era,
para ir a colgarse
en el hilo del horizonte,
a secarse.

Poema Lavando nubes de Alfredo Mario Ferreiro con fondo de libro

Amado Nervo

jesús

-- de Amado Nervo --

Jesús no vino del mundo de «los cielos».
Vino del propio fondo de las almas;
de donde anida el yo: de las regiones
internas del espíritu.
¿Por qué buscarle encima de las nubes?
las nubes no son el trono de los dioses.
¿Por qué buscarle en los candentes astros?
llamas son como el sol que nos alumbra,
orbes, de gases inflamados... Llamas
nomás. ¿Por qué buscarle en los planetas?
globos son como el nuestro, iluminados
por una estrella en cuyo torno giran.
Jesús vino de donde
vienen los pensamientos más profundos
y el más remoto instinto.
No descendió: emergió del océano
sin fin del subconsciente;
volvió a él, y ahí está, sereno y puro.
Era y es un eón. El que se adentra
osado en el abismo
sin playas de sí mismo,
con la luz del amor, ese le encuentra.

Poema jesús de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

el éxodo y las flores del camino (1902). viejo estribillo

-- de Amado Nervo --

¿quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...
¿Quién gritando mi nombre la morada recorre?
¿quién me llama en las noches con tan trémulo acento?
es un soplo de viento que solloza en la torre,
es un soplo de viento...
Di, ¿quién eres, arcángel cuyas alas se abrasan
en el fuego divino de la tarde y que subes
por la gloria del éter? son las nubes que pasan;
mira bien, son las nubes...
¿Quién regó sus collares en el agua, dios mío?
lluvia son de diamantes en azul terciopelo...
Es la imagen del cielo que palpita en el río,
es la imagen del cielo...
¡Oh señor! la belleza sólo es, pues, espejismo;
nada más tú eres cierto: ¡sé tú mi último dueño!
¿dónde hallarte, en el éter, en la tierra, en mí mismo?
un poquito de ensueño te guiará en cada abismo,
un poquito de ensueño...



Amado Nervo

Viejo estribillo

-- de Amado Nervo --

¿Quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
-Es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...

¿Quién gritando mi nombre la morada recorre?
¿Quién me llama en las noches con tan trémulo acento?
-Es un soplo de viento que solloza en la torre,
es un soplo de viento...

Dí, quién eres, arcángel cuyas alas se abrasan
en el fuego divino de la tarde y que subes
por la gloria del éter? -Son las nubes que pasan;
mira bien, son las nubes...

¿Quién regó sus collares en el agua, Dios mío?
Lluvia son de diamantes en azul terciopelo...
-Es la imagen del cielo que palpita en el río,
es la imagen del cielo...

¡Oh Señor! La belleza sólo es, pues, espejismo;
nada más Tú eres cierto: ¡Se Tú mi último Dueño!
¿Dónde hallarte, en el éter, en la tierra, en mí mismo?
-Un poquito de ensueño te guiará en cada abismo,
un poquito de ensueño...



¿Caíste? Sí, si valeroso osaste

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

¿Caíste? Sí, si valeroso osaste.
Osaste, y cual osado en fin caíste;
si el cuerpo entre las nubes escondiste,
tu fama entre las nubes levantaste.

Nombre (¡oh terrible error!), mozo, dejaste
de que a estrella cruel obedeciste.
Lampecie gime tal, tal Febia triste,
una y otra a tu losa verde engaste.

Intentaste, ¡oh gran joven!, como osado;
seguiste al hado que te vio vencido;
caíste, mozo más que desdichado.

Y así, en mi mal gigante, te he excedido,
pues sin haber tus hechos heredado,
cual tú, menos tus llantos, he caído.



Luis Cañizal de la Fuente

basse danse la magdalena

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Cabo mayor y su confín de nubes
son una formulación mental.
Al otro lado sólo cabe el báratro,
el féretro,
la aljaba.
Muge su malhumor. Los cantiles de nubes
arrojan sobre el mar
fanegadas de sombras
anegadas de sombras:
envidiar la maldad.



Luis Lloréns Torres

germinal

-- de Luis Lloréns Torres --

¿qué me dicen desplegadas las nubes,
esas nubes de tus tristes ojeras?
¿qué me dicen tus mejillas tan pálidas,
esas curvas de tus nobles caderas?

¿qué me dicen tus mejillas tan pálidas,
tus dos cisnes ahuecando su encaje,
tus nostalgias, tus volubles anhelos
y el descuido maternal de tu traje?...

¡Oh!, yo escucho, cuando tocas a risa,
un allegro que del cielo me avisa,
y vislumbro, cuando el llanto te anega

en los lagos de tus ojos en calma,
las estelas de la nao de mi alma
que en el cosmos de tu sangre navega.



Manuel del Palacio

En el ferro-carril

-- de Manuel del Palacio --

Volar me siento por el ancho valle,
Y de la inmensidad rompo la valla;
De nubes mil la trasparente malla
Abre á mis ojos dilatada calle.

¿Qué mucho que mi sien ardiente estalle,
Si con nubes y vientos en batalla
Miro del hombre la gigante talla
Que casi deja á Dios corto de talle?

Do quier las flores inclinando el tallo
Saludan tiernas al prodigio bello
que es de la industria y del saber orgullo.

Feliz vive el Sultán en su Serrallo,
Y más yo cuando montes atropello
De una locomotora al dulce arrullo.



Dulce María Loynaz

divagación

-- de Dulce María Loynaz --

Si yo no hubiera sido..., ¿Qué sería
en mi lugar? ¿más lirios o más rosas?.
O chorros de agua o gris de serranía
o pedazos de niebla o mudas rocas.
De alguna de esas cosas-la más fría...-
Me viene el corazón que las añora.
Si yo no hubiera sido, el alma mía
repartida pondría en cada cosa
una chispa de amor...

Nubes habría
-las que por mí estuvieran-más que otras
nubes, lentas... (¡La nube que podría
haber sido!...)

¿En el sitio, en la hora
de que árbol estoy, de qué armonía
más asequible y útil? esta sombra
tan lejana parece que no es mía...
Me siento extraña en mi ropaje; y rota
en las aguas, en la monotonía
del viento sobre el mar, en la paz honda
del campo, en el sopor del mediodía!...

¡Quién me volviera a la raíz remota
sin luz, sin fin, sin termino y sin vía!...



Enrique González Martínez

¿te acueras de la tarde...

-- de Enrique González Martínez --

¿te acuerdas de la tarde en que vieron mis ojos
de la vida profunda el alma de cristal? . . .
Yo amaba solamente los crepúsculos rojos,
las nubes y los campos, la ribera y el mar. . .

Mis ojos eran hechos para formas sensibles;
me embriagaba la línea, adoraba el color;
apartaba mi espíritu de sueños imposibles,
desdeñaba las sombras enemigas del sol.

Del jardín me atraían el jazmín y la rosa
(la sangre de la rosa, la nieve del jazmín)
sin saber que a mi lado pasaba temblorosa,
hablándome en secreto, el alma del jardín.

Halagaban mi oído las voces de las aves,
la balada del viento, el canto del pastor,
y yo formaba coro con las notas suaves,
y enmudecían ellas y enmudecía yo. . .

Jamás seguir lograba el fugitivo rastro
de lo que ya no existe, de lo que ya se fue. . .
Al fenecer la nota, al apagarse el astro,
¡oh sombras, oh silencio, dormitabais también!

¿te acuerdas de la tarde en que vieron mis ojos
de la vida profunda el alma de cristal?
yo amaba solamente los crepúsculos rojos,
las nubes y los campos, la ribera y el mar. . .



Octavio Paz

viento

-- de Octavio Paz --

Cantan las hojas,
bailan las peras en el peral;
gira la rosa,
rosa del viento, no del rosal.
Nubes y nubes
flotan dormidas, algas del aire;
todo el espacio
gira con ellas, fuerza de nadie.
Todo es espacio;
vibra la vara de la amapola
y una desnuda
vuela en el viento lomo de ola.
Nada soy yo,
cuerpo que flota, luz, oleaje;
todo es del viento
y el viento es aire siempre de viaje.



Rafael Obligado

semejanzas

-- de Rafael Obligado --

Brisa que en medio de la selva canta,
apacible rumor del oleaje,
es el susurro de su blanco traje
al deslizarse su ligera planta.

Luz de la estrella que al caer la tarde
de moribunda palidez se viste,
es el reflejo cariñoso y triste
que en los cristales de sus ojos arde.

Luna del seno de la mar naciente,
que va escalando, en silencioso vuelo,
y con tranquila majestad, el cielo,
es el relieve de su tersa frente.

Plácido arrullo, que ocultar no sabe
de la paloma la ignorada pena,
y en el silencio de los bosques suena,
es la armonía de su voz suave.

Cielo sin nubes que a la tierra envía
la luz y el fuego de su sol fecundo,
cielo sin nubes de un azul profundo,
es el cariño de la amada mía.



Densas nubes vomita el Occidente

-- de José Somoza --

Densas nubes vomita el Occidente,
la noche en carro de ébano se sienta,
vuela en aras de fuego la tormenta,
hierve el rayo en la espuma del torrente;

la selva tala el huracán mugiente,
tronchada cruje el haya corpulenta,
rueda el risco al barranco y le acrecienta,
los montes en el mar hunden su frente;

la luna en olas de tinieblas nada,
es trono del relámpago la esfera,
y el imperio del mal anuncia el trueno;

la luz y paz que en hora bienhadada
el cielo al angustiado mundo diera,
huye y se acoge al corazón del bueno.



José Ángel Buesa

poema del olvido

-- de José Ángel Buesa --

Viendo pasar las nubes fue pasando la vida,
y tú, como una nube, pasaste por mi hastío.
Y se unieron entonces tu corazón y el mío,
como se van uniendo los bordes de una herida.
Los últimos ensueños y las primeras canas
entristecen de sombra todas las cosas bellas;
y hoy tu vida y mi vida son como estrellas,
pues pueden verse juntas, estando tan lejanas...
Yo bien sé que el olvido, como un agua maldita,
nos da una sed más honda que la sed que nos quita,
pero estoy tan seguro de poder olvidar...
Y miraré las nubes sin pensar que te quiero,
con el hábito sordo de un viejo marinero
que aún siente, en tierra firme, la ondulación del mar.



José Ángel Buesa

estoy aquí contigo...

-- de José Ángel Buesa --

Estoy aquí, contigo. Y pienso en ti, a tu sombra,
a tu sombra callada como un agua de otoño.
Aquí, con la cabeza caída en tu regazo,
como para que pienses que contemplo las nubes.
En tu rostro apacible se refleja el crepúsculo,
y eres tan bella, amiga, que me duele mirarte.
Aquí estoy, a tu sombra, pensando en ti, contigo.
Y tú piensas, acaso, que estoy pensando en otra.
Tú sonríes, segura del poder de tu beso,
y yo cierro los ojos para sentir tu ausencia.
Ah, pobre amiga mía, cómo quisiera amarte,
amarte como entonces, cuando tú no me amabas...
Ah, sí, qué pronto pasan el amor y las nubes...
Qué irreparablemente se mustian las espigas...
Aquí, bajo este árbol que ignora su silencio,
mí corazón se aleja tristemente del tuyo.
Y, sin embargo, amiga, ya ves que te sonrío.
Y mi boca recorre la distancia del beso.
Pero pienso en el modo de dejar de besarte,
y en una despedida que no te haga llorar...



Gabriela Mistral

el pavo real

-- de Gabriela Mistral --

Que sopló el viento y se llevó las nubes
y que en las nubes iba un pavo real,
que el pavo real era para mi mano
y que la mano se me va a secar,
y que la mano le di esta mañana
al rey que vino para desposar.
¡Ay que el cielo, ay que el viento, y la nube
que se van con el pavo real!



Mario Benedetti

vaya uno a saber

-- de Mario Benedetti --

Amiga
la calle de sol tempranero
se transforma de pronto
en atajo bordeado demuros vegetales
el rascacielos da la visión despiadada
de un acantilado de poder
los colectivos pasan raudos
como benignos rinocerontes
y en un remoto bastidor de cielo
las nubes son sencillamente nubes
la muchacha cargada de paquetes
es una hormigademasiado obvia
y en consecuencia la descarto
pero el lisiado de noble rostro
ése sí avanza como un cangrejo
la monjita joven de mejillas ardientes
crece como un hongo sin permiso
el hollín va siendo lentamente rocío
y el olor a petróleo se convierte en jazmín
y todo eso por qué
sencillamente porque
en la primera línea
pensé en vos
amiga



Miguel Unamuno

Muralla de nubes

-- de Miguel Unamuno --

Oh pardas nubes, almas de los montes,
que recuerdos traeis aquí á la nava
de aquel rincón en donde el alma esclava
vivía de vosotras; cual bisontes

en rebaño pasais, los horizontes
encrespando en fingida sierra brava
que no á la tierra sino al cielo grava
con su mole. Por mucho que remontes



Francisco Villaespesa

el caimán

-- de Francisco Villaespesa --

En la paz celestial de las alturas,
cual velos de quiméricas huríes,
nubes blancas, doradas, carmesíes,
despliegan sus eternas vestiduras.
Garzas de epitalámicas blancuras,
guacamayos, centzontles, colibríes,
enjoyan la floresta de rubíes,
topacios, perlas y amatistas puras.
En la ilusión de la corriente brilla
un zafiro de mística pureza...
Cruzan nubes moradas, rojas, gualdas...
Y en la arena de oro de la orilla,
al sol, la incuria de un caimán, bosteza
resplandores de vivas esmeraldas.



Abraham Valdelomar

La danza de las horas

-- de Abraham Valdelomar --

Hoy, que está la mañana fresca, azul y lozana;
hoy, que parece un niño juguetón la mañana,
y el sol parece como que quisiera subir
corriendo por las nubes, en la extensión lejana,
hoy quisiera reír...

Hoy, que la tarde está dorada y encendida;
en que cantan los campos una canción de vida,
bajo el cóncavo cielo que se copia en el mar,
hoy, la Muerte parece que estuviera dormida,
hoy quisiera besar...

Hoy, que la Luna tiene un color ceniciento;
hoy, que me dice cosas tan ambiguas el viento,
a cuyo paso eriza su cabellera el mar;
hoy, que las horas tienen un sonido más lento,
hoy quisiera llorar...

Hoy, que la noche tiene una trágica duda,
en que vaga en la sombra una pregunta muda;
en que se siente que algo siniestro va a venir,
que se baña en el pecho la Tristeza desnuda,
hoy quisiera morir...



Alberti

CANCIÓN 8

-- de Alberti --

Hoy las nubes me trajeron,
volando, el mapa de España.
¡Qué pequeño sobre el río,
y qué grande sobre el pasto
la sombra que proyectaba!

Se le llenó de caballos
la sombra que proyectaba.
Yo, a caballo, por su sombra
busqué mi pueblo y mi casa.

Entré en el patio que un día
fuera una fuente con agua.
Aunque no estaba la fuente,
la fuente siempre sonaba.
Y el agua que no corría
volvió para darme agua.



Alberti

EL ÁNGEL AVARO

-- de Alberti --

Gentes de las esquinas
de pueblos y naciones que no están en el mapa
comentaban.
Ese hombre está muerto
y no lo sabe.
Quiere asaltar la banca,
robar nubes, estrellas, cometas de oro,
comprar lo más difícil:
el cielo:
Y ese hombre está muerto.
Temblores subterráneos le sacuden la frente.
Tumbos de tierra desprendida,
ecos desvariados,
sones confusos de piquetas y azadas,
los oídos.
Los ojos,
luces de acetileno,
húmedas, áureas galerías.
El corazón,
explosiones de piedras, júbilos, dinamita.
Sueña con las minas.



Alberto Lista

La ausencia

-- de Alberto Lista --

Nace la aurora y el hermoso día
brilla de rojas nubes coronado;
en mi pecho, de penas abrumado,
la sonrosada luz es noche umbría.

De las aves la plácida armonía
es para mí graznido malhadado,
y estruendo ronco y son desconcertado
el blando ruido de la fuente fría.

Brotan rosas el soto y la ribera;
para mí solo, triste y dolorido,
espinas guarda el mayo floreciente.

Que esta es, oh niño dios, tu ley primera;
no hay mal para el amor correspondido,
no hay bien que no sea mal para el ausente.



Alejandro Tapia y Rivera

Un ave errante

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

¿Hacia dónde tu vuelo
diriges, ave triste?
¿Quizá, ay de ti, perdiste
la prenda de tu amor?
¿O acaso el árbol bello
donde guardaste el nido,
el hacha ha destruido
o el fuego abrasador?

Tu canto que allá un día
sonaba placentero,
su acento hoy lastimero
al bosque llevará;
que solo es el recuerdo
de dicha ya perdida,
que un eco a voz querida
en vano pedirá.

Cual tú, también yo cruzo
los aires con mi vuelo,
cual tú también anhelo
e ignoro lo que soy;
también ha muerto el árbol
de mis queridas glorias,
de lúgubres memorias
huyendo cual tú voy.

También lloran mis ojos,
y mi palabra ansiosa
se pierde dolorosa
las nubes al cruzar,
mi mente en las tinieblas
se pierde del destino,
cual tú, yo sin camino
me entrego al vago azar.

¡Ah! nuestra noche, oh ave,
es triste y solitaria,
¡cuán vaga es la plegaria
de nuestra soledad!
¿Y qué será de entrambos
en nuestra marcha errante,
cuando su voz levante
la negra tempestad?



Alfonsina Storni

Presentimiento

-- de Alfonsina Storni --

Tengo el presentimiento que he de vivir muy poco.
Esta cabeza mía se parece al crisol,
Purifica y consume.
Pero sin una queja, sin asomo de horror,
Para acabarme quiero que una tarde sin nubes,
Bajo el límpido sol,
Nazca de un gran jazmín una víbora blanca
Que dulce, dulcemente, me pique el corazón.



Alfonsina Storni

Luna de marzo sobre el mar

-- de Alfonsina Storni --

Pequeña,
recién nacido polluelo,
tibia de vellón dorado,
no, no corras.

De tu pequeñez amarilla,
desteñida sobre el mar,
se alegra la carne
azul del cielo.

Te lastimas, marchando
detrás de una estrella,
entre bosques de nubes albas,
y no miras mi cuerpo
parado sobre un buque
negro,
que busca
la raya negra de la tierra.



Alfonsina Storni

Mañana gris

-- de Alfonsina Storni --

Se abren bocas grises
en la plancha
redonda del mar.

Tragan nubes grises
las bocas
silenciosas del mar.

Dormidos los peces,
en el fondo,
están.



Alfonsina Storni

Presentimiento (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Tengo el presentimiento que he de vivir muy poco.
Esta cabeza mía se parece al crisol,
Purifica y consume.
Pero sin una queja, sin asomo de horror,
Para acabarme quiero que una tarde sin nubes,
Bajo el límpido sol,
Nazca de un gran jazmín una víbora blanca
Que dulce, dulcemente, me pique el corazón.



Alfonsina Storni

Voluntad

-- de Alfonsina Storni --

Mariposa ebria,
la tarde,
giraba sobre nuestras cabezas
estrechando sus círculos
de nubes blancas
hacia el vértice áspero
de tu boca
que se abría frente al mar.

Cielo y tierra
morían,
en la música verde de las aguas
que no conocían caminos.



Amado Nervo

A Kempis

-- de Amado Nervo --

Ha muchos años que busco el yermo,
ha muchos años que vivo triste,
ha muchos años que estoy enfermo,
¡y es por el libro que tú escribiste!

¡Oh Kempis, antes de leerte amaba
la luz, las vegas, el mar Océano;
mas tú dijiste que todo acaba,
que todo muere, que todo es vano!

Antes, llevado de mis antojos,
besé los labios que al beso invitan,
las rubias trenzas, los grandes ojos,
¡sin acordarme que se marchitan!

Mas como afirman doctores graves,
que tú, maestro, citas y nombras,
que el hombre pasa como las naves,
como las nubes, como las sombras...,

Huyo de todo terreno lazo,
ningún cariño mi mente alegra,
y con tu libro bajo del brazo
voy recorriendo la noche negra...

¡Oh Kempis, Kempis, asceta yermo,
pálido asceta, qué mal me hiciste!
¡Ha muchos años que estoy enfermo,
y es por el libro que tú escribiste!



León Felipe

como aquella nube blanca

-- de León Felipe --

Ayer estaba mi amor
como aquella nube blanca
que va tan sola en el cielo
y tan alta,
como aquella
que ahora pasa
junto a la luna
de plata.
Nube
blanca,
que vas tan sola en el cielo
y tan alta,
junto a la luna
de plata,
vendrás a parar
mañana,
igual que mi amor,
en agua,
en agua del mar
amarga.
Mi amor tiene el ritornelo
del agua, que, sin cesar,
en nubes sube hasta el cielo
y en lluvia baja hasta el mar.
El agua, aquel ritornelo,
de mi amor, que, sin cesar,
en sueños sube hasta el cielo
y en llanto baja hasta el mar.



Lope de Vega

Cesen tus aguas, conjurado cielo

-- de Lope de Vega --

Cesen tus aguas, conjurado cielo,
que está doliente por tu causa el mío;
sigue tu curso, nieva, haz tiempo frío,
cubre el campo de plata, escarcha y hielo.

Si es por vengar al sol, sol tiene el suelo,
que será su Faetón con mayor brío:
¡ay rompan los suspiros que te envío
de tantas nubes el oscuro velo!

Deja reinar a la serena boca
cuyos dientes esconden los enojos
de esta humildad, que a envidia os atribuyo.

Amaina el tiempo que su mal provoca,
salga tu sol en ti, y en mí sus ojos.
Tendrá salud mi cielo, y arco el tuyo.



Lope de Vega

Cuelgan racimos de ángeles que enrizan

-- de Lope de Vega --

Cuelgan racimos de ángeles, que enrizan
la pluma al sol en arcos soberanos,
humillan nubes promontorios canos,
y de aljófar la tierra fertilizan.
Desde el cielo a Toledo se entapizan
los aires de celestes cortesanos
con lirios y azucenas en las manos,
que la dorada senda aromatizan.
Baja la Virgen, que bajó del cielo
al mismo Dios; pero si a Dios María,
hoy a María de Ilefonso el celo.
Y como en pan angélico asistía
Dios en su iglesia, el cielo vio que el suelo
ventaja por entonces le tenía.



Lope de Vega

Pruebo a engañar mi loco pensamiento

-- de Lope de Vega --

Pruebo a engañar mi loco pensamiento
con la esperanza de mi bien perdido,
mostrándole en mil nubes escondido
un átomo no más de algún contento.

Mas él que sabe bien que cuanto intento
es apariencia de placer fingido,
se espanta de que estando al alma asido,
le engañe con fingir lo que no siento.

Voile llevando de uno en mil engaños,
como si yo sin él tratase dellos,
siendo el mayor testigo de mis daños.

Pero siendo forzoso padecellos,
¡oh quién nunca pensase en desengaños,
o se desengañase de tenellos!



Lope de Vega

Reliquias ya de navegante flota

-- de Lope de Vega --

Reliquias ya de navegante flota
entre los pies de un empinado risco,
burla del mar, colmena de marisco,
dorada tablazón, descansa rota.

Sin estayes, sin brújula y escota,
picada de un pequeño basilisco,
la que fue de las nubes obelisco
perdió del rumbo la feliz derrota.

En este, pues, deshecho anfiteatro
que entre las siete maravillas nombro,
triste voz repitió por partes cuatro:

«Yo soy aquella cómica de asombro,
reina de las acciones del teatro,
que hoy beso el pie de quien pisaba el hombro.»



Lope de Vega

Salió Faetón y amaneció el Oriente

-- de Lope de Vega --

Salió Faetón y amaneció el Oriente
vertiendo flores, perlas y tesoro,
pasó por alto del mar indio al moro
turbado de su luz resplandeciente.

Las montañas de nubes, al poniente,
iban subiendo, y de la Libra al Toro,
cuando cayó, sembrando el carro de oro,
del Erídano claro en la corriente.

Recibióle llorando la ribera,
de su temeridad castigo justo:
que tan alto subir, tan bajo para.

Pero mísero dél, ¿dónde cayera,
si con freno de fuerza, y no de gusto,
la voluntad de una mujer guiara?



Lope de Vega

Si estáis enfermos, dulces ojos claros

-- de Lope de Vega --

Si estáis enfermos, dulces ojos claros,
no os espantéis, pues tantos os desean,
que no es posible, si dejáis que os vean,
que dejen de quereros o envidiaros.

Mis pensamientos, no temiendo hallaros,
libres de la justicia se pasean;
como al sol, cuando nubes le rodean,
dicen mis ojos que podrán miraros.

Enfermos soles y nublados cielos,
hoy tomarán venganza mis enojos,
porque en la condición mudéis de estilo.

Si azules fuistes por matar con celos,
hoy como espada quedaréis, mis ojos,
que tienen de cortar gastado el filo.



Lope de Vega

Sit, o san(c)te himenœ, hæc dies clara

-- de Lope de Vega --

Sit, o san(c)te himenœ, hæc dies clara,
las bellas ninfas en alegre coro
ornen le tempie con ghirlande di oro
al dulce esposo y a su esposa cara.

Abesto procul invida et amara
fortuna, e longe fuja o triste choro,
accinge, o Iuno, il giogo al bel laboro,
y llueva el cielo de su gracia rara.

Carolus Dux, et infans Catherina,
oggi celebraō desejadas bodas,
et in duoi corpi un alma si racoppia.

Ecce aperitur iam aula divina,
y en nubes de oro las deidades todas
vengono ad honorar la bella coppia.



Lope de Vega

Trece son los tudescos que el hosquillo

-- de Lope de Vega --

Trece son los tudescos que el hosquillo
hirió en la fiesta, aunque en conciencia jura
que no lo hizo adrede, y me asegura
que él iba a sus negocios al Sotillo.

Mas, descortés, el socarrón torillo,
sin hacer al balcón de oro mesura,
desbarató la firme arquitectura
del muro colorado y amarillo.

Y como el polvo entre las nubes pardas
no le dejaba ejecutar sus tretas,
por tantas partes se metió en las guardas,
que muchos que mostraron las secretas
en vez de las rompidas alabardas
llevaban en las manos las bra etc.



Alto estoy, tanto que me niega el velo

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Alto estoy, tanto que me niega el velo
pardo el suelo a mis ojos, por airado,
en mirar que por nubes le he trocado
o porque niega, en fin, humano cielo.

Águila en vista fui, águila en vuelo,
mas como ajena salas he volado
temo me falten: miro que han parado
en ejemplos, mis émulos, del suelo.

Desprecio, altivos, dieron a su suerte,
al tiempo, a la fortuna: si han caído,
sus manos dieron puertas al mal suyo.

Conozco mi verdad, merezco acierte.
¡Desdicha, si me humillas, habrá sido
no por mi mal o culpa: por ser tuyo!



Aquí fue Troya, Amor; aquí, vencida

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Aquí fue Troya, Amor; aquí, vencida,
es polvo aquella máquina espantable,
que si se esconde entre la hierba afable,
un tiempo fue en las nubes escondida.

Aqueste, Janto, que en igual corrida
a sí se es puente su humildad tratable,
que su roja corriente, de intratable,
a mil ilustres pechos fue homicida.

Ya humilde Troya, ya humillado Janto,
—-que Troya fue mi amor, Janto mis ojos—-
ni el pecho es fuego, ni sus ojos llanto.

Solo temen, discretos, mis enojos,
de aquesta Troya, ya humillada tanto,
otra Roma no vengue sus despojos.



Lava el soberbio mar del sordo cielo

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Lava el soberbio mar del sordo cielo
la ciega frente, cuando airado gime
agravios largos del bajel que oprime,
bien que ya roto, su enojado velo;

hiere, no solo nubes, mas al suelo,
porque su brazo tema e imperio estime.
Olas, no rayos, en su playa imprime;
tiembla otro Deucalión su igual recelo.

Envidia —-cuando, fuerte y espantosa,
la mar la rota nave ya presenta
ya al cielo, ya a la arena, de su seno—-

al rústico el piloto vida exenta.
Yo así en mis celos, libertad dichosa,
no cuando alegre, cuando en ellos peno.



Luis Cañizal de la Fuente

sólo se supo que el día había estado eugenio

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Sólo se supo que el día había estado eugenio
a la hora en que una hornada transparente de nubes
hizo burla a las islas
remedándoles forma y dispersión
bajo el mirar indiferente de la luna mordida.
Luego el paisaje de la punta caimán
se puso el pijama de su humor vítreo
y el aire de la mar daba besos
con labios de ternera:
ésa fue la señal para que todos
empezásemos a pensar en los poetas-esparadrapo,
que dormían su sueño de tiza bajo tierra de hesperia.



Luis Cañizal de la Fuente

el cielo de nuestra cabeza es un pavés

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Wir setzen uns mit trnen de la matthus-passion de bach.
El cielo de nuestra cabeza es un pavés
de plata (ceniza) malhumorada.
Con él hemos vivido desde que nacimos,
y nada más se manifiesta
cuando las nubes bajas lo deprimen.
*
O haupt voll blut und wunden, ibidem.
Se nos abre la cabeza, oh dios,
de dolor a naranja
como se abre una puerta giratoria aullando
para dar paso a la luz:
pero por eso mismo hay esperanza:
nos cae la catarata
del dolor como un baño lustral
y nos quedamos llanos pecho a tierra
en una conformidad de lava color sesos.
(Madrid, 27 de marzo 2004. Trepanación voluntaria por las víctimas del once de marzo en madrid. Hemos percibido ahora que la humanidad huele al mismo



Luis Cernuda

no decía palabras

-- de Luis Cernuda --

No decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.
La angustia se abre paso entre los huesos,
remonta por las venas
hasta abrirse en la piel,
surtidores de sueño
hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.
Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Auque sólo sea una esperanza
porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe.



Luis Cernuda

adolescente fui en días idénticos a nubes,

-- de Luis Cernuda --

Cosa grácil, visible por penumbra y reflejo,
y extraño es, si ese recuerdo busco,
que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy.
Perder placer es triste
como la dulce lámpara sobre el lento nocturno;
aquél fui, aquél fui, aquél he sido;
era la ignorancia mi sombra.
Ni gozo ni pena; fui niño
prisionero entre muros cambiantes;
historias como cuerpos, cristales como cielos,
sueño luego, un sueño más alto que la vida.
Cuando la muerte quiera
una verdad quitar de entre mis manos,
las hallará vacías, como en la adolescencia
ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.



Luis Cernuda

te quiero.

-- de Luis Cernuda --

Te lo he dicho con el viento,
jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como órgano impetuoso;
te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;
te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;
te lo he dicho con las plantas,
leves criaturas transparentes
que se cubren de rubor repentino;
te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.
Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.



Luis Cernuda

como una vela sobre el mar

-- de Luis Cernuda --

Resume ese azulado afán que se levanta
hasta las estrellas futuras,
hecho escala de olas
por donde pies divinos descienden al abismo,
también tu forma misma,
ángel, demonio, sueño de un amor soñado,
resume en mí un afán que en otro tiempo levantaba
hasta las nubes sus olas melancólicas.
Sintiendo todavía los pulsos de ese afán,
yo, el más enamorado,
en las orillas del amor,
sin que una luz me vea
definitivamente muerto o vivo,
contemplo sus olas y quisiera anegarme,
deseando perdidamente
descender, como los ángeles aquellos por la escala de espuma,
hasta el fondo del mismo amor que ningún hombre ha visto.



Góngora

Cosas, Celalba mía, he visto extrañas

-- de Góngora --

Cosas, Celalba mía, he visto extrañas:
cascarse nubes, desbocarse vientos,
altas torres besar sus fundamentos,
y vomitar la tierra sus entrañas;

duras puentes romper, cual tiernas cañas;
arroyos prodigiosos, ríos violentos,
mal vadeados de los pensamientos
y enfrenados peor de las montañas;

los días de Noé, gentes subidas
en los más altos pinos levantados,
en las robustas hayas más crecidas.

Pastores, perros, chozas y ganados
sobre las aguas vi, sin forma y vidas,
y nada temí más que mis cuidados.



Luis Lloréns Torres

la luna durmió conmigo

-- de Luis Lloréns Torres --

Esta noche la luna no quiere que yo duerma.
Esta noche la luna saltó por la ventana.
Y, novia que se quita su ropa de azahares,
toda ella desnuda, se ha metido en ml cama.

Viene de lejos, viene de detrás de las nubes,
oreada de sol y plateada de agua.
Viene que huele a besos: quizá, esta misma noche,
la enamoró el lucero galán de la mañana.

Viene que sabe a selva: tal vez, en el camino,
la curva de su cola rozó con la montaña.
Viene recién bañada: acaso, bajo el bosque,
al vadear el arroyo, se bañó en la cascada.

Viene a dormir conmigo, a que la goce y bese,
y a cantar la mentira de que a ml solo me ama.
Y como yo, al oírla, por vengarme, le digo
mi amor es como el tuyo , ella se ha puesto pálida.

Ella se ha puesto pálida, y al besarme la boca,
me ilumina las sienes el temblor de sus lágrimas.
Ahora ya sé que ella, la que en suntuosas noches
da su cuerpo desnudo, a ml me ha dado el alma.



Luis Palés Matos

día nublado

-- de Luis Palés Matos --

Bajo las nubes plúmbeas y letíferas
brinca el recuerdo, fugitivo y rancio,
y en las calmas beatas y somníferas
palpita una fatiga de cansancio.

Recorta el monte su silueta bruna
en una fiebre mística de asceta,
pues lejos de guayama, goza una
hiperbólica paz de anacoreta.

La conciencia del dombo se ennegrece,
cual la de un criminal, y desfallece
en la seda de exótico desmayo;

le nacen al dolor siete raíces,
y en la pizarra de los cielos grises
dios escribe su nombre con el rayo.



Luis Rosales

verte, qué visión tan clara.

-- de Luis Rosales --

La lámpara del cuerpo es el ojo, así que si tu ojo fueresincero,todo tu cuerpo será luminoso.
San mateo, vi, 22
verte, qué visión tan clara.
Vivir es seguirte viendo.
Permanecer en la viva
sensación de tu recuerdo.
Verte. La distancia nace.
El cielo suprime al cielo.
La vida se multiplica
por el número de puertos.
Todo colmado por ti.
No ser más que el ojo abierto,
y eternizar el más leve
escorzo de tu silencio.
Verte para amarlo todo.
Claustro en tranquilo destierro.
Dulzor de caña lunada.
Luz en órbita de sueño.
Mortal límite de ti.
Cielo adolescente y tierno.
Núbil paciencia de playa.
Vivir es seguirte viendo.
¡Verte, abril, verte tan sólo!
tranquilísimo desierto.
Pena misericordiosa.
Sosegado advenimiento.
Verte: qué oración tan pura,
islas, nubes, mares, vientos,
las cinco partes del mundo
en las yemas de los dedos.



Manuel del Palacio

Al despertar

-- de Manuel del Palacio --

— ¿Quién eres, ángel, que ante mí apareces,
Como en nublado cielo blanca aurora,
Y al corazón, que desengaños llora,
Paz y consuelo y esperanza ofreces?

Yo te he visto en mis sueños muchas veces
Juguete de ilusión fascinadora,
Y vive en mi tu imágen seductora,
Y con tu puro aliento me estremeces.

¿Eres quizá la silfíde hechicera
Que amada de las nubes y las brisas
Llevarme quieres á su azul esfera?

Flores hollando vas por donde pisas...
— ¿Quién eres? — Soy, señor, la lavandera,
Y vengo á que me pague las camisas.



Manuel del Palacio

Mal de muchos

-- de Manuel del Palacio --

¿No viste alguna vez del rayo herido
Desprenderse y rodar cedro gigante,
Llenando de terror al caminante
Entre los bosques al azar perdido?

¿Viste cómo la tórtola en su nido
Llora la ausencia de su triste amante,
Y cómo el sol derrite en un instante
El alud de la sierra desprendido?

¿Viste, por fin, en el tranquilo cielo
Extenderse las nubes poco á poco,
Y de sombras y horror cubrir el suelo?

¿Viste el arbusto que produce el coco?
Pues cese ya tu afán y tu desvelo,
Que si tú no lo viste, yo tampoco!



Jorge Guillén

tarde mayor

-- de Jorge Guillén --

Libre nací y en libertad me fundo.
Cervantes
tostada cima de una madurez,
esplendiendo la tarde con su espíritu
visible nos envuelve en mocedad.
Así te yergues tú, para mis ojos
forma en sosiego de ese resplandor,
trasluz seguro de la luz versátil.
Si aquellas nubes tiemblan a merced,
un día, de un estrépito enemigo,
mescolanza de súbito voraz,
oscurecidos y desordenados
penaremos también. Y no habrá alud
que nos alcance en la ternura nuestra.
Esos árboles próceres se ahíncan
dedicando sus troncos al cénit,
a un cielo sin crepúsculos de crimen.
Si tal fronda perece fulminada,
rumoroso otra vez igual verdor
se alzará en el olvido del tirano.
Y pasará el camión de los feroces.
Castaños sin historia arrojarán
su florecilla al suelo blanquecino.
Un ámbito de tarde en perfección
tan desarmada humildemente opone,
por fin venciendo, su fragilidad
a ese desbarajuste sólo humano
que a golpes lucha contra el mismo azul
impasible, feroz también, profundo.
Fugaz la historia, vano el destructor.
Resplandece la tarde. Yo contigo.
Eterna al sol la brisa juvenil.



César Vallejo

va corriendo, andando, huyendo

-- de César Vallejo --

Va corriendo, andando, huyendo
de sus pies...
Va con dos nubes en su nube,
sentado apócrifo, en la mano insertos
sus tristes paras, sus entonces fúnebres.
Corre de todo, andando
entre protestas incoloras; huye
subiendo, huye
bajando, huye
a paso de sotana, huye
alzando al mal en brazos,
huye
directamente a sollozar a solas.
Adonde vaya,
lejos de sus fragosos, cáusticos talones,
lejos del aire, lejos de su viaje,
a fin de huir, huir y huir y huir
de sus pies hombre en dos pies, parado
de tánto huir habrá sed de correr.
¡Y ni el árbol, si endosa hierro de oro!
¡y ni el hierro, si cubre su hojarasca!
nada, sino sus pies,
nada sino su breve calofrío,
sus paras vivos, sus entonces vivos...



Delmira Agustini

Luz púrpura con tu retrato

-- de Delmira Agustini --

Yo no sé si mis ojos o mis manos
encendieron la vida en tu retrato;
nubes humanas, rayos sobrehumanos,
todo tu Yo de emperador innato.

¡Amanece a mis ojos, en mis manos!
Por eso, toda en llamas, yo desato
cabellos y alma para tu retrato,
y me abro en flor. Entonces, soberanos

de la sombra y la luz, tus ojos graves
dicen grandezas que yo sé y tú sabes.
Y te dejo morir. Queda en mis manos

una gran mancha lívida i sombría.
Y renaces en mí melancolía
formado de astros fríos y lejanos.



Diego Hurtado de Mendoza

Aquestos vientos ásperos y claros

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Aquestos vientos ásperos y claros,
De espesas nubes y tinieblas llenos.
De ardientes rayos y terribles truenos
Con súbitos relámpagos rasgados,

Aunque en mi daño siempre conjurados,
Ya fueron tiempos claros y serenos,
De mi dudoso bien terceros buenos,
Y en esperar mi gloria prosperados.

¡Cuán presto pasa un temple del verano,
Y cuán despacio destemplados tiempos,
Y cuánto cuesta un bien no conocido!

¡Ay buena suerte y venturoso! en vano
Triste la larga en breves pasatiempos
Del tiempo bien llorado y mal perdido.



Dulce María Loynaz

cataclismo

-- de Dulce María Loynaz --

El sol se ha rajado
y cae un chorro de oro
sobre mi corazón.

Es un oro ardiente
que salta sobre las nubes
roto en chispas,
que muerde mi pecho
con muchos dientecillos encendidos.

El sol se ha rajado
y se desangra en luz
y me está ahogando...

¡Yo me muero del sol!



Efraín Huerta

órdenes de amor II

-- de Efraín Huerta --

¡ten piedad de nuestro amor
y cuídalo, oh vida!

(carlos pellicer)

1

amor mío, embellécete.

Perfecto, bajo el cielo, lámpara
de mil sueños, ilumíname.
Amor. Orquídea de mil nubes,
desnúdate, vuelve a tu origen,
agua de mis vigilias,
lluvia mía, amor mío.
Hermoso seas por siempre
en el eterno sueño
de nuestro cielo,
amor.



Emilio Bobadilla

El aviador

-- de Emilio Bobadilla --

Inventaste una máquina ligera
imitando del pájaro las alas;
con tu capricho sólo por frontera,
por el espacio a tu placer resbalas.

Admiro tu industriosa diligencia,
tu audacia y tu desprecio de la muerte.
Todo lo vence al cabo la paciencia
y el curso cambia de la misma suerte.

Minúsculo sin duda el universo
aparece a tus ojos cuando subes.
Eres del metafísico el reverso,

cuyo pensar por los espacios rueda:
tu cuerpo se remonta hasta las nubes,
pero en tierra tu espíritu se queda.



Emilio Bobadilla

El despertar de la trinchera

-- de Emilio Bobadilla --

Unos soldados hablan en voz muy queda;
se desperezan otros que dormitaban;
otros miran al cielo velado; tiemblan
de frío y se arrebujan luego en sus mantas.

Ladra al silencio un perro como alma en pena;
y agorero a lo lejos un gallo canta;
van corriendo las nubes y el sol empieza
a sonrojar los lindes de la distancia.

Un vapor tenue humea de la llanura
y en la bruma de un valle duerme un villorrio.
Lívidos los soldados, las caras sucias,

del alba a los plomizos, tristes reflejos,
sorprendidos se miran unos a otros:
¡no saben si están vivos o si están muertos!



Emilio Bobadilla

La retirada

-- de Emilio Bobadilla --

Por los campos que el fuego dejó sin una brizna,
por los campos luctuosos, por los campos desiertos,
que rembranesco el humo de la pólvora aún tizna,
en macabras posturas se derraman los muertos.

El río tiene coágulos de púrpura; en el cielo
surgen nubes que en hoscos jirones se deshacen;
corren despavoridos los caballos en pelo
y los fusiles mudos junto a los muertos yacen.

La bandera en harapos, mugriento el uniforme,
el zapato hecho trizas, roma la bayoneta,
va el ejército exánime, cabizbajo, conforme,

por el peso abrumado de dolores acerbos,
y sombreando su paso, como negro cometa,
una curva se alarga de silenciosos cuervos...



Emilio Bobadilla

Tout Passe!

-- de Emilio Bobadilla --

Pasará la tormenta —¿qué no pasa a la postre?—
El cañón será bronce que convoque a los fieles,
y aquel que los anhelos de reposo no arrostre,
beberá en cáliz negro de odio, negras hieles...

En el cielo a las nubes eléctricas los cirros
sucederán; las flores a los cardos huraños:
y ya no habrá en la sombra hipócritas esbirros
cazando al inocente con pérfidos amaños.

La casa derruída por el cañón aleve,
el bosque calcinado, la huerta sin legumbres,
recobrarán su pristino color y su relieve,

y el arado su surco irá abriendo entre cráneos,
—anónimas reliquias de locas muchedumbres—
¡héroes que fueron ídolos de sus contemporáneos!



Enrique González Martínez

y pienso que la vida...

-- de Enrique González Martínez --

Y pienso que la vida se me va con huida
inevitable y rápida, y me conturbo, y pienso
en mis horas lejanas, y me asalta un inmenso
afán de ser el de antes y desandar la vida.

¡Oh los pasos sin rumbo por la senda perdida,
los anhelos inútiles, el batallar intenso!
¿cómo flotáis ahora, blancas nubes de incienso
quemado en los altares de una deidad mentida?

páginas tersas, páginas de los libros, lecturas
de espejismos enfermos, de cuestiones oscuras. . .
¡Ay, lo que yo he leído! ¡ay, lo que yo he soñado! . . .

Tristes noches de estéril meditación, quimera
que ofuscaste mi espíritu sin dejarme siquiera
mirar que iba la vida sonriendo a mi lado . . .

(¡Ay, lo que yo he leído! ¡ay, lo que yo he soñado!)



Enrique González Martínez

a la que va conmigo

-- de Enrique González Martínez --

Iremos por la vida como dos pajarillos
que van en pos de rubias espigas, y hablaremos
de sutiles encantos y de goces supremos
con ingenuas palabras y diálogos sencillos.

Cambiaremos sonrisas con la hermana violeta
que atisba tras la verde y oscura celosía,
y aplaudiremos ambos la célica armonía
del amigo sinsonte que es músico y poeta.

Daremos a las nubes que circundan los flancos
de las altas montañas nuestro saludo atento,
y veremos cuál corren al impulso del viento
como un tropel medroso de corderillos blancos.

Oiremos cómo el bosque se puebla de rumores,
de misteriosos cantos y de voces extrañas;
y veremos cuál tejen las pacientes arañas
sus telas impalpables con los siete colores.

Iremos por la vida confundidos en ella,
sin nada que conturbe la silenciosa calma,
y el alma de las cosas será nuestra propia alma,
y nuestro propio salmo el salmo de la estrella.

Y un día, cuando el ojo penetrante e inquieto
sepa mirar muy hondo, y el anhelante oído
sepa escuchar las voces de los desconocido,
se abrirá a nuestras almas el profundo secreto.



Julián del Casal

en el mar

-- de Julián del Casal --

Abierta al viento la turgente vela
y las rojas banderas desplegadas,
cruza el barco las ondas azuladas,
dejando atrás fosforescente estela.
El sol, como lumínica rodela,
aparece entre nubes nacaradas,
y el pez, bajo las ondas sosegadas,
como flecha de plata raudo vuela.
¿Volveré? ¡quién lo sabe! me acompaña
por el largo sendero recorrido
la muda soledad del frío polo.
¿Qué me importa vivir en tierra extraña
o en la patria infeliz en que he nacido
si en cualquier parte he de encontrarme solo?



Julián del Casal

el sueño en el desierto

-- de Julián del Casal --

cuando el hijo salvaje del desierto
ata su blanca yegua enflaquecida
al fuerte tronco de gigante planta.
Y, tregua dando a su mortal fatiga,
cae en el lecho de tostada arena
donde la luz reverberar se mira;
sueña en los verdes campos anchurosos
en que se eleva la gallarda espiga
dorada por el sol resplandeciente;
en la plácida fuente cristalina
que le apaga la sed abrasadora;
en la tribu que forma su familia;
en el lejano oasis misterioso
cuya frescura a descansar convida;
y en el harén, poblado de mujeres
bellas como la luz del mediodía,
que entre nubes de aromas enervantes,
prodigan al sultán dulces caricias.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Pero al salir del sueño venturoso
sólo ve, dilatadas las pupilas.
Desierto, el arenal ilimitado;
roja, la inmensa bóveda vacía.



Julián del Casal

paisaje de verano

-- de Julián del Casal --

Polvo y moscas. Atmósfera plomiza
donde retumba el tabletear del trueno
y, como cisnes entre inmundo cieno,
nubes blancas en cielo de ceniza.
El mar sus ondas glaucas paraliza,
y el relámpago, encima de su seno,
del horizonte en el confín sereno
traza su rauda exhalación rojiza.
El árbol soñoliento cabecea,
honda calma se cierne largo instante,
hienden el aire rápidas gaviotas,
el rayo en el espacio centellea,
y sobre el dorso de la tierra humeante
baja la lluvia en crepitantes gotas.



Octavio Paz

intervalo

-- de Octavio Paz --

Arquitecturas instantáneas
sobre una pausa suspendidas,
apariciones no llamadas
ni pensadas, formas de viento,
insubstanciales como tiempo
y como tiempo disipadas.
Hechas de tiempo, no son tiempo;
son la hendedura, el intersticio,
el breve vértigo del entredonde se abre la flor diáfana:
alta en el tallo de un reflejo
se desvanece mientras gira.
Nunca tocadas, claridades
con los ojos cerrados vistas:
el nacimiento transparente
y la caída cristalina
en este instante de este instante,
interminable todavía.
Tras la ventana: desoladas
azoteas y nubes rápidas.
El día se apaga, se enciende
la ciudad, próxima y remota.
Hora sin peso. Yo respiro
el instante vacío, eterno.



Octavio Paz

movimiento

-- de Octavio Paz --

Si tú eres la yegua de ámbar
yo soy el camino de sangre
si tú eres la primer nevada
yo soy el que enciende el brasero del alba
si tú eres la torre de la noche
yo soy el clavo ardiendo en tu frente
si tú eres la marea matutina
yo soy el grito del primer pájaro
si tú eres la cesta de naranjas
yo soy el cuchillo de sol
si tú eres el altar de piedra
yo soy la mano sacrílega
si tú eres la tierra acostada
yo soy la caña verde
si tú eres el salto del viento
yo soy el fuego enterrado
si tú eres la boca del agua
yo soy la boca del musgo
si tú eres el bosque de las nubes
yo soy el hacha que las parte
si tú eres la ciudad profanada
yo soy la lluvia de consagración
si tú eres la montana amarilla
yo soy los brazos rojos del liquen
si tú eres el sol que se levanta
yo soy el camino de sangre



Octavio Paz

nubes

-- de Octavio Paz --

Islas del cielo, soplo en un soplo suspendido,
¡con pie ligero, semejante al aire,
pisar sus playas sin dejar más huella
que la sombra del viento sobre el agua!
¡y como el aire entre las hojas
perderse en el follaje de la bruma
y como el aire ser labios sin cuerpo,
cuerpo sin peso, fuerza sin orillas!



Octavio Paz

acabar con todo

-- de Octavio Paz --

v
dame, llama invisible, espada fría,
tu persistente cólera,
para acabar con todo,
oh mundo seco,
oh mundo desangrado,
para acabar con todo.
Arde, sombrío, arde sin llamas,
apagado y ardiente,
ceniza y piedra viva,
desierto sin orillas.
Arde en el vasto cielo, laja y nube,
bajo la ciega luz que se desploma
entre estériles peñas.
Arde en la soledad que nos deshace,
tierra de piedra ardiente,
de raíces heladas y sedientas.
Arde, furor oculto,
ceniza que enloquece,
arde invisible, arde
como el mar impotente engendra nubes,
olas como el rencor y espumas pétreas.
Entre mis huesos delirantes, arde;
arde dentro del aire hueco,
horno invisible y puro;
arde como arde el tiempo,
como camina el tiempo entre la muerte,
con sus mismas pisadas y su aliento;
arde como la soledad que te devora,
arde en ti mismo, ardor sin llama,
soledad sin imagen, sed sin labios.
Para acabar con todo,
oh mundo seco,
para acabar con todo.



Octavio Paz

jardín

-- de Octavio Paz --

A juan gil-albert
nubes a la deriva, continentes
sonámbulos, países sin substancia
ni peso, geografías dibujadas
por el sol y borradas por el viento.
Cuatro muros de adobe. Buganvillas:
en sus llamas pacíficas mis ojos
se bañan. Pasa el viento entre alabanzas
de follajes y yerbas de rodillas.
El heliotropo con morados pasos
cruza envuelto en su aroma. Hay un profeta:
el fresno y un meditabundo: el pino.
El jardín es pequeño, el cielo inmenso.
Verdor sobreviviente en mis escombros:
en mis ojos te miras y te tocas,
te conoces en mí y en mí te piensas,
en mí duras y en mí te desvaneces.



Octavio Paz

madrugada al raso

-- de Octavio Paz --

Los labios y las manos del viento
el corazón del agua
uneucalipto
el campamento de las nubes
la vida que nace cada día
la muerte que nace cada vida
froto mis párpados:
el cielo anda en la tierra



Octavio Paz

ii. bajo tu clara sombra

-- de Octavio Paz --

Ii
tengo que hablaros de ella.
Suscita fuentes en el día,
puebla de mármoles la noche.
La huella de su pie
es el centro visible de la tierra,
la frontera del mundo,
sitio sutil, encadenado y libre;
discípula de pájaros y nubes
hace girar al cielo;
su voz, alba terrestre,
nos anuncia el rescate de las aguas,
el regreso del fuego,
la vuelta de la espiga,
las primeras palabras de los árboles,
la blanca monarquía de las alas.
No vio nacer al mundo,
mas se enciende su sangre cada noche
con la sangre nocturna de las cosas
y en su latir reanuda
el son de las mareas
que alzan las orillas del planeta,
un pasado de agua y de silencio
y las primeras formas de la materia fértil.
Tengo que hablaros de ella,
de su fresca costumbre
de ser simple tormenta, rama tierna.



Octavio Paz

niña

-- de Octavio Paz --

Niña
a laura elena
nombras el árbol, niña.
Y el árbol crece, lento,
alto deslumbramiento,
hasta volvernos verde la mirada.
Nombras el cielo, niña.
Y la nubes pelean con el viento
y el espacio se vuelve
un transparente campo de batalla.
Nombras el agua, niña.
Y el agua brota, no sé dónde,
brilla en las hojas, habla entre las piedras
y en húmedos vapores nos convierte.
No dices nada, niña.
Y la ola amarilla;
la marea del sol,
en su cresta nos alza,
en los cuatro horizontes nos dispersa
y nos devuelve, intactos,
en el centro del día, a ser nosotros.



Olga Orozco

la víspera del prodigio

-- de Olga Orozco --

La niña se creía la única niña en el
mundo, acaso. ¿Sabía siquiera que
era una niña?
jules supervielle
la niña de alta mar
yo, el que vela arropado en la inocencia,
soy el que no partió cuando mi último soploextinguió la bujía.
Pero ¿quién descifró lentamente los fabulosossignos?
¡oh, lejano!
¿quién buscaba en las nubes el espejo donde duerme laimagen de secretos países?
¿quién oía otras voces quejándose en elviento contra el cristal golpeado?
¿quién inscribió con fuego su nombre en losmaderos para que fuese anuncio ardiente por las playas?
¡oh, mensajeros!
otro es el que se fue.
Mas por su rostro paso a veces como si aún se viera en el globoazogado de la infancia que el tiempo balancea;
y hasta mí llega a veces, tras las frondas errantes, el fulgorde su mísera realeza.
No me juzguéis ahora.
Esperadlo conmigo.
Su muerte ha de alcanzarme tanto como su vida.



Pablo Neruda

¿cuántas iglesias tiene el cielo

-- de Pablo Neruda --

Cuántas iglesias tiene el cielo?
por qué no ataca el tiburón
a las impávidas sirenas?
conversa el humo con las nubes?
es verdad que las esperanzas
deben regarse con rocío?



Pablo Neruda

tengo miedo

-- de Pablo Neruda --

Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza
del cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto.
Tengo miedo. Y me siento tan cansado y pequeño
que reflejo la tarde sin meditar en ella.
(En mi cabeza enferma no ha .De caber un sueño
así como en el cielo no ha cabido una estrella).
Sin embargo en mis ojos una pregunta existe
y hay un grito en mi boca que mi boca no grita.
No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste
abandonada en medio de la tierra infinita!
se muere el universo de una calma agonía
sin la fiesta del sol o el crepúsculo verde.
Agoniza saturno como una pena mía,
la tierra es una fruta negra que el cielo muerde.
Y por la vastedad del vacío van ciegas
las nubes de la tarde, como barcas perdidas
que escondieran estrellas rotas en sus bodegas.
Y la muerte del mundo cae sobre mi vida.



Pablo Neruda

sueño de gatos

-- de Pablo Neruda --

Qué bonito duerme un gato,
duerme con patas y peso,
duerme con sus crueles uñas,
y con su sangre sanguinaria,
duerme con todos los anillos
que como círculos quemados
construyeron la geología
de una cola color de arena.
Quisiera dormir como un gato
con todos los pelos del tiempo,
con la lengua del pedernal,
con el sexo seco del fuego
y después de no hablar con nadie,
tenderme sobre todo el mundo,
sobre las tejas y la tierra
intensamente dirigido
a cazar las ratas del sueño.
He visto cómo ondulaba,
durmiendo, el gato: corría
la noche en él como agua oscura,
y a veces se iba a caer,
se iba tal vez a despeñar
en los desnudos ventisqueros,
tal vez creció tanto durmiendo
como un bisabuelo de tigre
y saltaría en las tinieblas
tejados, nubes y volcanes.
Duerme, duerme, gato nocturno
con tus ceremonias de obispo,
y tu bigote de piedra:
ordena todos nuestros sueños,
dirige la oscuridad
de nuestras dormidas proezas
con tu corazón sanguinario
y el largo cuello de tu cola.



Pablo Neruda

soneto xxiv cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Amor, amor, las nubes a la torre del cielo
subieron como triunfantes lavanderas,
y todo ardió en azul, todo fue estrella:
el mar, la nave, el día se desterraron juntos.
Ven a ver los cerezos del agua constelada
y la clave redonda del rápido universo,
ven a tocar el fuego del azul instantáneo,
ven antes de que sus pétalos se consuman.
No hay aquí sino luz, cantidades, racimos,
espacio abierto por las virtudes del viento
hasta entregar los últimos secretos de la espuma.
Y entre tantos azules celestes, sumergidos,
se pierden nuestros ojos adivinando apenas
los poderes del aire, las llaves submarinas.



Pablo Neruda

por qué el sombrero de la noche

-- de Pablo Neruda --

Por qué el sombrero de la noche
vuela con tantos agujeros?
qué dice la vieja ceniza
cuando camina junto al fuego?
por qué lloran tanto las nubes
y cada vez son más alegres?
para quién arden los pistilos
del sol en sombra del eclipse?
cuántas abejas tiene el día?



Pablo Neruda

es este mismo el sol de ayer

-- de Pablo Neruda --

Es este mismo el sol de ayer
o es otro el fuego de su fuego?
cómo agradecer a las nubes
esa abundancia fugitiva?
de dónde viene el nubarrón
con sus sacos negros de llanto?
dónde están los nombres aquellos
dulces como tortas de antaño?
dónde se fueron las donaldas,
las clorindas, las eduvigis?



Pablo Neruda

poema 4 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 4
es la mañana llena de tempestad
en el corazón del verano.
Como pañuelos blancos de adiós viajan las nubes,
el viento las sacude con sus viajeras manos.
Innumerable corazón del viento
latiendo sobre nuestro silencio enamorado.
Zumbando entre los árboles, orquestal y divino,
como una lengua llena de guerras y de cantos.
Viento que lleva en rápido robo la hojarasca
y desvía las flechas latientes de los pájaros.
Viento que la derriba en ola sin espuma
y sustancia sin peso, y fuegos inclinados.
Se rompe y se sumerge su volumen de besos
combatido en la puerta del viento del verano.



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