Buscar Poemas con Inerme


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Se han encontrado 14 poemas con la palabra inerme

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Amado Nervo

Nocturno (Nervo)

-- de Amado Nervo --

Y vi tus ojos, flor de beleño,
raros abismos de luz y sueño;
ojos que dejan al alma inerme,
ojos que dicen: duerme... Duerme...

Pupilas hondas y taciturnas,
pupilas vagas y misteriosas,
pupilas negras, cual mariposas
nocturnas.

Bajo las bandas de tus cabellos
tus ojos dicen arcanas rimas
y tus lucientes cejas sobre ellos,
fingen dos alas sobre dos simas...

¡Oh! plegue al cielo que cuando grita
la pena en mi alma dolida e inerme,
tus grandes ojos de zulamita
murmuren: «duerme»...

Poema Nocturno (Nervo) de Amado Nervo con fondo de libro

Julio Zaldumbide Gangotena

Al dolor (Zaldumbide)

-- de Julio Zaldumbide Gangotena --

Hiere, hiere, ¡oh Dolor! He, aquí desnudo
mi inerme pecho: el protector escudo
que en otro tiempo rechazó tus dardos,
roto en pedazos estalló a tus golpes,
y contra ti ya nada me defiende.
¡A ti me entrego en mi fatal despecho!
Hiere, pues, rompe, hiende,
destroza sin piedad mi inerme pecho.
Pero sabe, oh Dolor, que, aunque rendido,
a ti me doy perdida la esperanza;
no me verás doblar la erguida frente
y el rudo bote de tu ardiente lanza
del corazón herido
no arrancará ni queja ni gemido
ni de su llanto hará correr la fuente.
Y acaso el solo ruego
que escuchen de mis labios tus oídos,
será que de tu brazo formidable
en mí descargues tan tremendo y fuerte
que con sólo ese golpe me des muerte,
dando fin a esta vida miserable.

Poema Al dolor (Zaldumbide) de Julio Zaldumbide Gangotena con fondo de libro

Amado Nervo

le trou noir

-- de Amado Nervo --

Y todos los modernos sobreentienden,
quienes más, quienes menos,
esa inmortalidad del otro lado
del agujero negro.
Flaubert: correspondence
¡para el que sufre como yo he sufrido,
para el cansado corazón ya huérfano,
para el triste ya inerme ante la vida,
bendito agujero negro!
¡para el que pierde lo que yo he perdido
(luz de su luz y hueso de sus huesos),
para el que ni recobra ya ni olvida,
bendito agujero negro!
¡agujero sin límites, gigante
y medroso agujero,
cómo intriga a los tontos y a los sabios
la insondabilidad de tu misterio!
¡mas si hay alma, he de hallar la suya errante;
si no, en la misma nada fundiremos
nuestras áridas bocas, ya sin labios,
en tu regazo, fúnebre agujero!

Poema le trou noir de Amado Nervo con fondo de libro

Manuel Gutiérrez Nájera

Madre Naturaleza

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

Madre, madre, cansado y soñoliento
quiero pronto volver a tu regazo;
besar tu seno, respirar tu aliento
y sentir la indolencia de tu abrazo.

Tú no cambias, ni mudas, ni envejeces;
en ti se encuentra la virtud perdida,
y tentadora y joven apareces
en las grandes tristezas de la vida.

Con ansia inmensa que mi ser consume
quiero apoyar las sienes en tu pecho,
tal como el niño que la nieve entume
busca el calor de su mullido lecho.

!Aire! ¡más luz, una planicie verde
y un horizonte azul que la limite,
sombra para llorar cuando recuerde,
cielo para creer cuando medite!

Abre, por fin, hospedadora muda,
tus vastas y tranquilas soledades,
y deja que mi espíritu sacuda
el tedio abrumador de las ciudades.

No más continuo batallar: ya brota
sangre humeante de mi abierta herida,
y quedo inerme, con la espada rota,
en la terrible lucha por la vida.

¡Acude madre, y antes que perezca
y bajo el peso, del dolor sucumba;
o abre tus senos, y que el musgo crezca
sobre la humilde tierra de mi tumba!



Delmira Agustini

La estatua (Agustini)

-- de Delmira Agustini --

Miradla, así, sobre el follaje oscuro
recortar la silueta soberana...
¡No parece el retoño prematuro
de una gran raza que será mañana?

¡Así una raza inconmovible, sana,
tallada a golpes sobre mármol duro,
de las vastas campañas del futuro
desalojará a la familia humana.

¡Miradla así -¡de hinojos!- en augusta
calma imponer la desnudez que asusta!...
¡Dios!... ¡Moved ese cuerpo, dadle un alma!

ved la grandeza que en su forma duerme...
¡Vedlo allá arriba, miserable, inerme.
Más pobre que un gusano, siempre en calma!



Emilio Bobadilla

¡Así es la vida!

-- de Emilio Bobadilla --

Truena el cañón; en lucha venatoria,
como espigas, inerme el hombre rueda
y a la luz de una luna sin memoria
todo en silencio legendario queda.

En la penumbra del hogar vacío
la vieja al viejo cuenta sus dolores
y amortiguado el odio, el caserío
lento se va poblando de rumores.

Ya el campanario roto da la hora,
vuelve el arado a socavar la tierra
que el sol de Mayo paternal decora;

vendrán las noches largas; con sentida
voz hablará el recuerdo de la guerra;
vendrá el olvido luego. ¡Así es la vida!



Emilio Bobadilla

Ciencias mal aplicadas

-- de Emilio Bobadilla --

¡Vesánicos armados, perseguidos de orgullo,
de furia aniquilante, de afán de predominio;
que en compactas falanges, en infernal barullo,
sembráis con homicida fruición el exterminio!

¡A vuestro paso horrendo de llamas y de truenos,
desquícianse los templos y los bosques se incendian,
hordas que a los vencidos —ya en pedazos los frenos,—
en su inerme abandono, sin piedad vilipendian!

¡La química, la física, la náutica, los plomos,
los gases ahogativos... Segando en flor la vida,
han llenado los campos, los pueblos de eccehomos,

y los cielos azules, de siniestras auroras...!
¡Oh, ciencia prematura que has dado sin medida,
al hombre metafísico tus armas destructoras...!



Emilio Bobadilla

Iluso

-- de Emilio Bobadilla --

Numerosos ejércitos sin piedad se desgarran
a Jesús invocando se persiguen con odio;
los cañones el aire de pólvora anubarran
y sigue a un episodio de sangre otro episodio.

En el hogar luctuoso gime a solas la viuda;
de Dios la pobre madre —de angustia medio loca-
implora noche y día, con lágrimas, la ayuda;
y es un volcán de súplicas inauditas su boca.

Los campos en estepas la metralla convierte;
la industria y el comercio se acaban en un día:
¡sólo mandan los odios, sólo triunfa la muerte!

Y Cristo paz no pone en la humana discordia
y asiste de los pueblos inerme a la agonía...
¡Iluso que creíste predicar la concordia!



José Tomás de Cuellar

Los cocuyos

-- de José Tomás de Cuellar --

CUANDO la noche prende del alto cielo
Su negra colgadura de terciopelo,
Cuando las sombras reinan y de las flores
Los pétalos encubren de mil colores,
Natura triste
Sus ropas de crespones también se viste.

En sombras convertidas vegas y faldas
Inmolan en la noche sus esmeraldas;
Todo reposa inerme; bajo los tilos
No teje el arroyuelo plateados hilos;
Sin esperanza
La vista busca ansiosa la lontananza.



José Ángel Buesa

canción del amor que pasa

-- de José Ángel Buesa --

M'apporte le parfum et te laisse la rose...
H. De regnier
yo soy como un viajero que no duerme
más de una vez en la misma casa.
Dame un beso y olvídame. No intentes retenerme:
soy el amor que pasa...
Yo soy como una nube que da sombra un instante;
soy una hoguera efímera que no deja una brasa.
Yo soy el buen amor y el mal amante.
Dime adiós y sonríeme: soy el amor que pasa...
Soy el amor que olvida, pero que nunca miente,
que muere sonriendo porque nace feliz.
Yo paso como un ala,fugazmente;
y, aunque se siembre un ala, nunca tendrá raíz.
No intentes retenerme: déjame que me vaya
como el agua de un río, que no vuelve a pasar...
Yo soy como una ola en una playa,
pues las olas se acercan, pero vuelven al mar...
Soy el amor de amar, que nadie odia lo inerme,
que se lleva el perfume, pero deja la flor...
Dime adiós, y no intentes retenerme:
soy el amor que pasa... ¡Pero soy el amor!



Vicente Aleixandre

el cuerpo y el alma

-- de Vicente Aleixandre --

Pero es más triste todavía, mucho más triste.
Triste como la rama que deja caer su fruto para nadie.
Más triste, más. Como ese vaho
que de la tierra exhala depués la pulpa muerta.
Como esa mano que del cuerpo tendido
se eleva y quiere solamente acariciar las luces,
la sonrisa doliente, la noche aterciopelada y muda.
Luz de la noche sobre el cuerpo tendido sin alma.
Alma fuera, alma fuera del cuerpo, planeando
tan delicadamente sobre la triste forma abandonada.
Alma de niebla dulce, suspendida
sobre su ayer amante, cuerpo inerme
que pálido se enfría con las nocturnas horas
y queda quito, solo, dulcemente vacío.
Alma de amor que vela y se separa
vacilando, y al fin se aleja tiernamente fría.



Marilina Rébora

el alma acorazada

-- de Marilina Rébora --

El alma acorazada
que me traspasen dardos: no habré de defenderme;
que me hiera cruel total indiferencia;
que los rostros, impávidos, al no reconocerme
pasen sin advertir siquiera mi presencia.
Que el desamor se infiltre mientras el amor duerme
y que a la tolerancia azuce la pendencia;
que egoísmo y envidia me descubran inerme
y aun sin defensor me llegue la sentencia.
Mas quiero hoy declarar, señor, que no fui mala
pese a haber cometido dolorosos errores;
nunca me envanecí y jamás hice gala
de lo que tal vez tuve, al pasar de mis días,
pues mujer, también madre, sé de santos amores
que acorazan el alma contra las villanías.



Mario Benedetti

empero

-- de Mario Benedetti --

Cierro los ojos para disuadirme.
Ahora no es, no puede ser la muerte.
Está el escarabajo a tropezones,
mi sed de ti, la baja tarde inmóvil.
De veras está todo como antes:
el cielo tan inerme,
la misma soledad tan maciza,
la luz que se devora y no comprende.
Todo está como antes
de tu rostro sin nubes,
todo aguarda como antes la anunciada
estación en suspenso,
pero también estaba entonces este pánico
de no saber huir y no saber
alejarme del odio.
De veras todo está
destruido, indescifrable,
como verdad caída inesperadamente
del cielo o del olvido
y si alguien, algo, me golpea los párpados
es una lenta gota empecinada.
Ahora no es, no puede ser la muerte.
Abro los ojos para convencerme.



José Martí

¿cómo me has de querer

-- de José Martí --

¿cómo me has de querer? como el animal
que lleva en sí a sus hijos,
como al santo en el ara envuelve las lenguas de humo.
La lengua de humo oloroso del incienso,
como la luz del sol baña la tierra llana.
¿Que no puedes? yo lo sé. De estrellas
añorándome está la novia muda;
yo en mis entrañas tallaré una rosa,
y como quien engarza en plata una
mi corazón engarzaré en su seno:
caeré a sus pies, inerme, como cae
suelto el león a los pies de la hermosa
y con mi cuerpo abrigaré sus plantas
como olmo fecundo, que aprieta
la raíz de un mal; mi planta humana
mime en plata, mi mujer de estrella,
hacia mí tenderá las ramas pías
y me alzará, como cadáver indio,
me tendrá expuesto al sol, y de sus brazos
me iré perdiendo en el azul del cielo,
¡pues así muero yo de ser amado!



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