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Se han encontrado 13 poemas con la palabra formando

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Alejandra Pizarnik

cuarto solo

-- de Alejandra Pizarnik --

Si te atreves a sorprender
la verdad de esta vieja pared;
y sus fisuras, desgarraduras,
formando rostros, esfinges,
manos, clepsidras,
seguramente vendrá
una presencia para tu sed,
probablemente partirá
esta ausencia que te bebe.

Poema cuarto solo de Alejandra Pizarnik con fondo de libro

Lope de Vega

El ave santa, en cuyo pico asido

-- de Lope de Vega --

El ave santa, en cuyo pico asido
vio el mundo el ramo de la paz humana,
y a cuyos pies el cielo de Diana
sirve de trono, aunque de sol vestido,
con más süave y más sutil sonido
que el aura al alba envuelta en nieve y grana,
batió bañada en dulce tramontana
las alas de oro al Carmelita nido.
Simón, nuevo Eliseo, pastor santo,
adornando la fénix del Carmelo,
«Éstas, dijo, serán la salas mías».
Asió la fimbria del celeste manto,
formando entre los dos escala al cielo,
hasta que vuelva de su carro Elías.

Poema El ave santa, en cuyo pico asido de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Formando Batüel castillos de oro

-- de Lope de Vega --

Formando Bathüel castillos de oro
en los camellos árabes gigantes,
y sobre los asirios elefantes
de las doncellas el honesto coro.
Parte Rebeca por mayor tesoro
que plata y oro y índicos diamantes,
ganados y pastores circunstantes
desde la blanca oveja al rubio toro.
Isaac adelantándose al camino
viole la honesta virgen, y del manto
hizo rebozo al rostro peregrino.
Ejemplo para el alma, esposo santo,
que cuando vos venís en pan divino,
se cubra de humildad a favor tanto

Poema Formando Batüel castillos de oro de Lope de Vega con fondo de libro

José Ángel Buesa

poema del domingo triste

-- de José Ángel Buesa --

Este domingo triste pienso en ti dulcemente
y mi vieja mentira de olvido, ya no miente.
La soledad, a veces, es peor castigo...
Pero, ¡qué alegre todo, si estuvieras conmigo!
entonces no querría mirar las nubes grises,
formando extraños mapas de imposibles países;
y el monótono ruido del agua no sería
el motivo secreto de mi melancolía.
Este domingo triste nace de algo que es mío,
que quizás es tu ausencia y quizás es mi hastío,
mientras corren las aguas por la calle en declive
y el corazón se muere de un ensueño que vive.
La tarde pide un poco de sol, como un mendigo,
y acaso hubiera sol si estuvieras conmigo;
y tendría la tarde, fragantemente muda,
el ingenuo impudor de una niña desnuda.
Si estuvieras conmigo, amor que no volviste,
¡qué alegre me sería este domingo triste!



A un crucifijo

-- de Juan de Moncayo --

Arroyos surcan de coral sagrado
en tu bella deidad el rostro hermoso,
¡oh Señor!, cuyo tránsito amoroso
quebrantó los abismos del pecado.

Tu clemencia, que el círculo estrellado
describe con incendio misterioso,
impuso desde el centro tenebroso
contra ti el golpe de rigor armado.

Mis culpas ocasionan esas penas
que abundan en purpúreos resplandores,
el efecto más triste de mi llanto.

¡Oh verdadero Isac, por cuyas venas,
en fuentes de rubí, formando flores,
hollaste los horrores del espanto!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxxii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Errante por el mundo fui gritando:
la gloria, ¿dónde está?
y una voz misteriosa contestóme:
más allá..., Más allá...
En pos de ella seguí por el camino
que la voz me marcó.
Hállela al fin, pero en aquel instante
el humo se trocó.
Mas el humo, formando denso velo,
se empezó a remontar
y, penetrando en la azulada esfera,
al cielo fue a parar



Manuel Reina

La catarata y el ruiseñor

-- de Manuel Reina --

I
Desplómase la rauda catarata
envuelta en luz y plata,
rompiendo en mil pedazos su diadema;
al abismo se lanza y precipita,
y ruge, canta, grita,
formando con sus ritmos un poema.

Al ver sus vestiduras y cendales
cubiertos de cristales
y de resplandeciente pedrería,
un ruiseñor contémplala extasiado,
y canta entusiasmado
sublime y amorosa melodía.

Y en torno del torrente que flamea
el pájaro aletea;
moja en el agua límpida su pluma,
y por la catarata arrebatado
el pájaro, asfixiado,
en el abismo rueda entre la espuma.

II
El vicio es una hirviente catarata
que rauda se desata
y en el oscuro abismo se despeña;
y al mirar su diadema de brillantes,
su luz y sus cambiantes,
el alma, alguna vez, suspira y sueña.



Juan Nicasio Gallego

Los hoyuelos de Lesbia

-- de Juan Nicasio Gallego --

Cruzaba el hijo de la cipria diosa
solo y sin venda la floresta umbría
cuando, al pie de un rosal, vio que dormía
al blando son del mar mi Lesbia hermosa;

y al ver pasmado que su faz graciosa
los reflejos del alba repetía,
tanto se deslumbró que no sabía
si aquello era mejilla o era rosa.

Alargó el dedo el niño entre las flores
y en ambos lados le aplicó a la bella,
formando dos hoyuelos seductores.

¡Ay, que al verla reír, la dulce huella
del dedo del amor mata de amores!
¡Feliz el que su boca estampe en ella!



Julio Herrera Reissig

Llegada de los meses y de las horas

-- de Julio Herrera Reissig --

(Terpsícore puede más que Morfeo)

Saludando cortésmente a la buena Mamá Juno
(Son las XII de la noche, del mes doce a 31)
Entran: Junio, Julio, Agosto, Setiembre, Octubre y Noviembre.
Enero, Marzo y Abril, Mayo, Febrero y Diciembre.

Síguelos el Viejo Tiempo, con traje de soberano.
(El Patriarca de los Siglos a quien ninguno conoce).
Y tomadas de la mano,
Formando rueda y bailando la vieja danza del brinco:
La seis, la ocho, la nueve, la diez, la once, la doce,
La una, la dos, la cuatro, la tres, la siete y la cinco.

(Anuncian: está Terpsícore.) Todos despiertan y ríen:
El gran salón se ilumina con mil resplandores blancos;
Barba Azul corre en sus zancos;
Raras macabras armónicas los instrumentos deslíen,
Y sin que haya espiritistas saltan las mesas y bancos.
Byron, Tirteo y Quevedo se olvidan de que son cojos,
Rabelais y el gran Leopardi no saben ya sus defectos;
Homero y Milton se muestran, ambos, con grandes anteojos;
los cuerdos se vuelven locos y arlequines los proyectos.
(Por bailar a misia Parca también se le van los ojos).



José Gautier Benítez

un encargo a mis amigos

-- de José Gautier Benítez --

Cuando no quede ya ni un solo grano
de mi existencia en el reló de arena,
al conducir mi gélido cadáver,
¡oh!, recordad mi súplica postrera:

no lo encerréis en los angostos nichos
que cubren la pared formando hilera,
que en la lóbrega angosta galería
jamás el sol de mi país penetra.

El linde recorred del cementerio
y en el suelo cavad mi pobre huesa,
que el sol la alumbre y la acaricie el viento
y que broten allí flores y yerbas.

Que yo pueda sentir, si algo se siente,
a mi alrededor y sobre, muy cerca,
el ígneo rayo de mi sol de fuego
y esta adorada borinqueña tierra.



Clemente Althaus

Imitado del quichua

-- de Clemente Althaus --

No más respondas incierto,
y pues que tus padres crudos
se oponen a nuestros nudos,
huye conmigo al desierto.
¡Eres hombre y del temor
te dejas así vencer!
Yo no temo, y soy mujer,
que audacia me da el amor.
A la hora en que el sol más arde
yo tenderé mis cabellos,
toldo formando con ellos
que de sus rayos te guarde.
Cuando el cansancio prolijo
mover no te deje el pie,
yo en brazos te llevaré,
cual madre amorosa al hijo.
Si sed te abrasa encendida,
yo lloraré tanto y tanto,
que pueda mi triste llanto
darte copiosa bebida;
y serán los ojos míos
dos inagotables fuentes,
donde tus labios ardientes
beban del dolor los ríos.
Y, si te empieza a acosar
del hambre el fiero aguijón,
mi arrancado corazón
te ofreceré por manjar.



Rubén Darío

rima i

-- de Rubén Darío --

En el libro lujoso se advierten
las rimas triunfales:
bizantinos mozaicos, pulidos
y raros esmaltes,
fino estuche de artísticas joyas,
ideas brillantes;
los vocablos unidos a modo
de ricos collares;
las ideas formando en el ritmo
sus bellos engarces,
y los versos como hilos de oro
do irisadas tiemblan
perlas orientales.
¡Y mirad! en las mil filigranas
hallaréis alfileres punzantes;
y, en la pedrería,
trémulas facetas
de color de sangre.



Rubén Darío

Rima I (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

En el libro lujoso se advierten
las rimas triunfales:
bizantinos mozaicos, pulidos
y raros esmaltes,
fino estuche de artísticas joyas,
ideas brillantes;
los vocablos unidos a modo
de ricos collares;
las ideas formando en el ritmo
sus bellos engarces,
y los versos como hilos de oro
do irisadas tiemblan
perlas orientales.
¡Y mirad! En las mil filigranas
hallaréis alfileres punzantes;
y, en la pedrería,
trémulas facetas
de color de sangre.



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