¿Lleva tilde revolvemos?

Hay una infinidad de palabras que se acentúan en Español, en concreto en nuestra base de datos tenemos 255.832 palabras que deben llevar tilde. Las reglas generales de acentuación son las siguientes:
  • Palabras agudas: son aquellas cuya última sílaba es tónica, deben llevar tilde aquellas que acaben en vocal, ene o ese.
  • Palabras llanas: son aquellas cuya sílaba tónica es la penúltima y llevan acento las que no terminan en vocal, ene o ese
  • Palabras esdrújulas: son aquellas cuya sílaba tónica es la antepenúltima, se acentúan siempre
Con las reglas anteriores puede parecer fácil saber cuando lleva tilde una palabra, no obstante en ocasiones saber separar una palabra en sílabas no es sencillo y pueden aparecer otros factores como los hiatos, las palabras compuestas o los acentos diacríticos que fácilmente inducen a equivocación. Por ello te ayudamos no sólo mostrandote cual es la forma correcta de escribir la palabra pero además te decimos por qué es así.

Revolvemos no lleva tilde

Han de llevar tilde las palabras llanas que no terminen en vocal, "n" o "s".

Llamamos palabras llanas a las palabras donde el golpe de voz o sílaba tónica recae en su penúltima sílaba.

La separación silábica de REVOLVEMOS queda así: re-vol-ve-mos, es llana y termina en "s" por lo tanto no se acentúa.

Ejemplos con la palabra Revolvemos

José, está usted malo, muy malo, lo mejor que puede hacer es meterse en la cama, si es que la tiene, que en este condenado pueblo no podemos revolvemos los que componemos la Corte.
Igualmente, si revolvemos con una cuchara un recipiente grande con agua en el que hemos depositado pequeños trozos de corcho, observaremos que al revolver en el centro también se mueve la periferia y al revolver en la periferia también dan vueltas los trocitos de corcho del centro, de nuevo, las capas cilíndricas de agua se mueven por efecto de la viscosidad, disminuyendo su velocidad a medida que nos alejamos de la cuchara.
Nuestra lucha a brazo partido por la sobrevivencia del nombre se retrae al pasado, así como aspira a conquistar el porvenir, peleamos con los muertos, que son los que nos hacen sombra a los vivos. Sentimos celos de los ge¬nios que fueron, y cuyos nombres, como hitos de la histo¬ria, salvan las edades. El cielo de la fama no es muy grande, y cuantos más en él entren, menos toca a cada uno de ellos. Los grandes hombres del pasado nos roban lugar en él, lo que ellos ocupan en la memoria de las gen¬tes nos lo quitarán a los que aspiramos a ocuparla. Y así nos revolvemos contra ellos, y de aquí la agrura con que cuantos buscan en las letras nombradía juzgan a los que ya la alcanzaron y de ella gozan. Si la literatura se en¬riquece mucho, llegará el día del cernimiento y cada cual teme quedarse entre las mallas del cedazo. El joven irre¬verente para con los maestros, al atacarlos, es que se de¬fiende: el iconoclasta o rompeimágenes es un estilita que se erige a sí mismo en imagen, en icono. «Toda com¬paración es odiosa», dice un dicho decidero, y es que, en efecto, queremos ser únicos. No le digáis a Fernández que es uno de los jóvenes españoles de más talento, pues mientras finge agradecéroslo, moléstale el elogio, si le decís que es el español de más talento... ¡vaya!... pero aún no le basta, una de las eminencias mundiales es ya más de agradecer, pero sólo le satisface que le crean el pri¬mero en todas partes y de los siglos todos. Cuanto más solo, más cerca de la inmortalidad aparencial, la del nom¬bre, pues los nombres se menguan los unos a los otros.
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