¿Lleva tilde prevalecerían?

Hay una infinidad de palabras que se acentúan en Español, en concreto en nuestra base de datos tenemos 255.832 palabras que deben llevar tilde. Las reglas generales de acentuación son las siguientes:
  • Palabras agudas: son aquellas cuya última sílaba es tónica, deben llevar tilde aquellas que acaben en vocal, ene o ese.
  • Palabras llanas: son aquellas cuya sílaba tónica es la penúltima y llevan acento las que no terminan en vocal, ene o ese
  • Palabras esdrújulas: son aquellas cuya sílaba tónica es la antepenúltima, se acentúan siempre
Con las reglas anteriores puede parecer fácil saber cuando lleva tilde una palabra, no obstante en ocasiones saber separar una palabra en sílabas no es sencillo y pueden aparecer otros factores como los hiatos, las palabras compuestas o los acentos diacríticos que fácilmente inducen a equivocación. Por ello te ayudamos no sólo mostrandote cual es la forma correcta de escribir la palabra pero además te decimos por qué es así.

Prevalecerían lleva tilde

Si la vocal tónica o fuerte de un diptongo es la vocal cerrada i/u estamos ante un hiato. Cuando esto ocurre la vocal cerrada i/u debe ser acentuada.

La separación en sílabas de PREVALECERÍAN queda así: pre-va-le-ce-rí-an, debe llevar tilde para romper el diptongo. De esta manera Se produce hiato entre las vocales "í" y "a" de las sílabas y an porque la vocal i acentuada es tónica y la vocal a es abierta.

Ejemplos con la palabra Prevalecerían

Elegido general con mando independiente para aquella batalla, tomó a sus órdenes ocho mil infantes de Atenas, y marchó para Platea, donde se le reunió Pausanias, general de todas las tropas griegas, que tenía consigo a los Espartanos, concurriendo muchedumbre de todos los demás Griegos. El ejército de los bárbaros, que estaba formado junto al río Asopo, no tenía término, y en derredor del bagaje y provisiones se había corrido un muro cuadrado, cuyos lados tenían cada uno la longitud de diez estadios. A Pausanias, pues, y en común a todos los Griegos, les profetizo y predijo la victoria Tisámeno de Elis, si se estaban a la defensiva y no eran los primeros en acometer. Mas Aristides envió a consultar a Delfos, y el dios dio por respuesta que los Atenienses prevalecerían sobre los contrarios, si hacían votos a Zeus, a Hera Citeronia, a Pan y a las Ninfas Esfragítides, si sacrificaban a los héroes Andrócrates, Leucón, Pisandro, Damócrates, Hipsión, Acteón y Polido, y si trababan la contienda en su propia tierra, y en la región de Deméter Eleusinia y de Perséfona. Venido que fue este oráculo, dio mucho en qué pensar a Aristides, porque, en primer lugar los héroes a quienes mandaba sacrificar eran los patriarcas de las familias de los Plateenses, y la cueva de las Ninfas Esfragítides está en una de las cumbres del Citerón, vuelta al poniente de verano, y en ella había antes, según dicen, un oráculo, del que eran poseídos muchos de aquellos naturales, a los que llamaban Ninfoleptas, y de otra parte, la región de Deméter Eleusinia, y el concederse la victoria a los Atenienses, si peleaban en su propia tierra, parecía que era revocar y trasladar la guerra al Ática. En esto parecióle a Arimnesto, general de los Plateenses, que entre sueños era preguntado de Zeus Salvador qué era lo que pensaban hacer los Griegos, y que él le respondió: “Mañana, señor, llevaremos el ejército a Eleusis, y combatiremos allí a los bárbaros, conforme a un oráculo de la Pitia”, a lo que el dios le había replicado que estaban engañados del todo, porque allí en la región plataica se verificaba el oráculo, y que si lo investigasen se convencerían. Esta visión convenció por completo a Arimnesto, y levantándose al punto, hizo llamar a los ciudadanos de más edad y de mayor experiencia, y conferenciando sus dudas con ellos encontró que cerca de los Hisios, al pie del Citerón, hay un templo muy antiguo que se llama de Deméter Eleusinia y de Perséfona. Llamando, pues, a Aristides, le llevó a un sitio sumamente a propósito para que formasen en él los batallones que no eran fuertes en caballería, a causa de que las faldas del Citerón hacían inaccesibles para los caballos las cañadas contiguas al templo. Allí estaba también el templete de Andrócrates, cercado de una selva de espesos y copados árboles: y para que nada le faltase al oráculo en cuanto a la esperanza de la victoria, pareció a los Plateenses, a propuesta de Arimnesto, quitar los términos que separaban el campo de Platea del de Ática y donar aquella región a los Atenienses, para que, según el oráculo, pelearan en su propia tierra en defensa de la Grecia. Llegó a tener tanta fama esta gloriosa decisión de los Plateenses, que Alejandro, dominando ya el Asia, muchos años después, levantó los muros de Platea e hizo pregonar en los juegos olímpicos que de este modo recompensaba el rey a los Plateenses su fortaleza y su magnanimidad, por haber dado en la guerra médica a los Griegos aquel territorio, mostrándose sumamente alentados y valerosos.
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