¿Lleva tilde oprimís?

Hay una infinidad de palabras que se acentúan en Español, en concreto en nuestra base de datos tenemos 255.832 palabras que deben llevar tilde. Las reglas generales de acentuación son las siguientes:
  • Palabras agudas: son aquellas cuya última sílaba es tónica, deben llevar tilde aquellas que acaben en vocal, ene o ese.
  • Palabras llanas: son aquellas cuya sílaba tónica es la penúltima y llevan acento las que no terminan en vocal, ene o ese
  • Palabras esdrújulas: son aquellas cuya sílaba tónica es la antepenúltima, se acentúan siempre
Con las reglas anteriores puede parecer fácil saber cuando lleva tilde una palabra, no obstante en ocasiones saber separar una palabra en sílabas no es sencillo y pueden aparecer otros factores como los hiatos, las palabras compuestas o los acentos diacríticos que fácilmente inducen a equivocación. Por ello te ayudamos no sólo mostrandote cual es la forma correcta de escribir la palabra pero además te decimos por qué es así.

Oprimís lleva tilde

Han de llevar tilde las palabras agudas que terminan en vocal, "n" o "s".

Llamamos palabras agudas a aquellas que tienen como sílaba tónica la última de sus sílabas, es decir que el golpe fuerte de voz recae en la sílaba final. Las palabras que tienen una sola sílaba se consideran también agudas, pero no suelen llevar tilde salvo en el caso de los acentos diacríticos, esto es que se acentúan para poder diferenciarlas como por ejemplo el caso del pronombre personal tú del determinante posesivo tu.

La separación silábica de OPRIMÍS queda así: o-pri-mís, es aguda y terminada en "s" por lo tanto debe llevar tilde.

Ejemplos con la palabra Oprimís

Yo soy mejor que vosotros y sin embargo me oprimís.
La estrecháis a vuestro corazón, oprimís su breve mano, apretáis su flexible cintura, os envolvéis en su hueca falda, nadáis en su aliento, ardéis en sus ojos.
-Me oprimís el corazón con vuestro pesimismo -dijo Ángel dominando su inquietud-. Mamá tuvo siempre una salud vigorosa. Si me dais a entender que los disgustos que yo le doy han podido, para destruirla, más que su naturaleza para defenderla, no tendré consuelo, y si ocurre una desgracia... No, no me digáis que mamá se muere. No, no me digáis eso: sed indulgentes. Mi maldad no es maldad, es fanatismo, enfermedad del espíritu que ciega el entendimiento y dispara la voluntad. Mi madre y yo pensamos y hemos pensado siempre de distinta manera. No es culpa mía... Cierto, ya sé lo que me vais a decir, cierto que yo debí, ya que no subordinar mi pensamiento al suyo, por lo menos contemporizar, disimulando... Pero no supe, no pude hacerlo, ni puedo. Mi fanatismo ha sido más fuerte que yo, y dado el primer paso, los acontecimientos me han llevado más lejos de lo que creí... Nada, nada, confiésame tú, Braulio, y tú también, Leré, que mis faltas no son de las que deshonran. Llamadlas, si os parece bien, imprudencia temeraria, desvanecimiento, exaltación política, tontería si queréis, pero no me digáis que soy un hombre de quien se debe huir como de un apestado. Eso no, eso no.
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