¿Lleva tilde ocasionaste?

Hay una infinidad de palabras que se acentúan en Español, en concreto en nuestra base de datos tenemos 255.832 palabras que deben llevar tilde. Las reglas generales de acentuación son las siguientes:
  • Palabras agudas: son aquellas cuya última sílaba es tónica, deben llevar tilde aquellas que acaben en vocal, ene o ese.
  • Palabras llanas: son aquellas cuya sílaba tónica es la penúltima y llevan acento las que no terminan en vocal, ene o ese
  • Palabras esdrújulas: son aquellas cuya sílaba tónica es la antepenúltima, se acentúan siempre
Con las reglas anteriores puede parecer fácil saber cuando lleva tilde una palabra, no obstante en ocasiones saber separar una palabra en sílabas no es sencillo y pueden aparecer otros factores como los hiatos, las palabras compuestas o los acentos diacríticos que fácilmente inducen a equivocación. Por ello te ayudamos no sólo mostrandote cual es la forma correcta de escribir la palabra pero además te decimos por qué es así.

Ocasionaste no lleva tilde

Han de llevar tilde las palabras llanas que no terminen en vocal, "n" o "s".

Llamamos palabras llanas a las palabras donde el golpe de voz o sílaba tónica recae en su penúltima sílaba.

La separación silábica de OCASIONASTE queda así: o-ca-sio-nas-te, es llana y termina en "e" por lo tanto no se acentúa.

Ejemplos con la palabra Ocasionaste

Anoche, querido amigo, anoche yo dormía: un fantasma vino y llenó todas mis facultades: un velo fúnebre cubría su semblante tétrico y descarnado. Sus cóncavos ojos despedían mil flechas que traspasaban mi corazón. El pavor heló toda mi sangre, su vista me devoraba, levantó al fin su ronca voz y me dijo: tú duermes, insensato, tranquilamente, pero llegará la hora en que te sea demandada cuenta de ese reposo, llegará el día en que cada uno de los pesares que ocasionaste a tu madre, cada lágrima de las que la hiciste derramar, entrará con el peso de una montaña en el plato de la culpa. La balanza se moverá entonces y el plato de la redención subirá al cielo y el plato del pecado se hundirá en el abismo.¡Infeliz del gusano que duda que llegará el día en que los justos sean remunerados según sus obras y los impíos según sus iniquidades! Estas voces me aterraban, desperté y levantéme dando gritos como un furioso. Parecíame que el fantasma me seguía repitiendo a mis oídos, ¡matricida! ¡matricida!. Huye de mi vista, horrorosa fantasma, exclamaba yo con descompasadas voces, yo soy inocente: yo idolatro a mi madre y con ella se fue mi felicidad. ¿No basta que saboree a cada instante la copa del dolor sin que tú vengas a colmar mi desesperación? Pero no, yo iré y me postraré ante el trono excelso del altísimo, le diré mi inocencia, mi juventud, las pasiones que cegaban mi espíritu, llamaré por testigo a mi madre y el irrevocable fallo de su justicia pronunciará mi salvación. ¡La muerte... la muerte...! Abrí entonces maquinalmente la ventana: el viento fresco del río penetró en mi aposento, toquéme el pulso y estaba febril... Mi agitación se calmó un tanto y poco a poco mi sangre tomó su curso ordinario, mi fantasía se despejó y vi que todo era un sueño. Así los pálidos destellos de la conciencia ofuscan la razón y nos hacen ver mil terríficos fantasmas. Cuando algún espectáculo imponente de la naturaleza viene a conmoverme y a dar pábulo con emociones terribles y violentas a mi fantasía, me reconcentro en mí mismo, y me entrego involuntariamente a mis cavilaciones sombrías. Ninguna idea riente se despierta en mi espíritu. Mi pensamiento es mi mayor enemigo, él me sigue por todas partes como un fantasma sombrío, que sale al paso a todos los contentos de mi corazón y los devora. Esta tendencia de mi imaginación a analizar y desear todos los objetos y ver el fondo de las cosas, me pierde y me hace infeliz. Un velo mágico y misterioso encubre la naturaleza moral. Desdichado del que ose levantarlo, porque se revelará a sus ojos atónitos el esqueleto horrible y las formas monstruosas y descarnadas de la realidad. El hombre no nació para conocer la verdad porque ella repugna a su naturaleza. ¿No es infinitamente más feliz el gaucho errante y vagabundo que no piensa más que en satisfacer sus necesidades físicas del momento, que no se cura de lo pasado ni de lo futuro, que el hombre estudioso que pasa lucubrando las horas destinadas al reposo? -Aquél vive por vivir, muere por morir, ignora todo, o más bien sabe todo pues que sabe ser feliz- y pasa su vida sano, robusto y satisfecho, mientras éste, obcecado de dudas, de pesares y de dolencias, arrastra una vida fatigosa y sin prestigios, buscando el fantasma de la verdad y alejándose del camino de la felicidad hasta que lo sorprende en sus sueños la muerte, y devora todas sus esperanzas. Por esto dijo un sabio: el árbol de la ciencia no produce el fruto de la vida. Sólo recoge el que siembra en terreno feraz.
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