¿Lleva tilde milésimos?

Hay una infinidad de palabras que se acentúan en Español, en concreto en nuestra base de datos tenemos 255.832 palabras que deben llevar tilde. Las reglas generales de acentuación son las siguientes:
  • Palabras agudas: son aquellas cuya última sílaba es tónica, deben llevar tilde aquellas que acaben en vocal, ene o ese.
  • Palabras llanas: son aquellas cuya sílaba tónica es la penúltima y llevan acento las que no terminan en vocal, ene o ese
  • Palabras esdrújulas: son aquellas cuya sílaba tónica es la antepenúltima, se acentúan siempre
Con las reglas anteriores puede parecer fácil saber cuando lleva tilde una palabra, no obstante en ocasiones saber separar una palabra en sílabas no es sencillo y pueden aparecer otros factores como los hiatos, las palabras compuestas o los acentos diacríticos que fácilmente inducen a equivocación. Por ello te ayudamos no sólo mostrandote cual es la forma correcta de escribir la palabra pero además te decimos por qué es así.

Milésimos lleva tilde

Todas las palabras esdrújulas han de llevar acento.

Llamamos palabras esdrújulas a las palabras donde el golpe de voz o sílaba tónica recae en su antepenúltima sílaba

La separación silábica de MILÉSIMOS queda así: mi-lé-si-mos, es esdrújula por lo tanto se debe acentuar.

Ejemplos con la palabra Milésimos

CAPÍTULO LXVII. -Pero dime, te lo ruego, Cayo: ¿cómo no ha sido de los nuestros Fortunata? -¿Y cómo? Tú la conoces, respondió Trimalcio, sin haber guardado el servicio y haber distribuido a los esclavos los postres de la cena, ella no es capaz de sentarse tranquilamente a beber un vaso de agua. -Ya lo sé, pero si no se pone en seguida a la mesa, me retiro-. Y, en efecto, ya hizo un movimiento para levantarse, cuando, a una seña de su señor, tres o cuatro esclavos salieron buscando a Fortunata en distintas direcciones. Llegó ésta, vestida con una ligera túnica de color de cereza, levantada y sujeta de un lado por un cinturón verde pálido, y que dejaba ver sus ligas de oro y sus muslos, cubiertos de bordados del mismo metal. Después de haberse secado las manos con el sudario que llevaba al cuello, se colocó en el mismo lecho que Scintila, mujer de Habinas, besándose ambas. -¡Cuánto me alegro, le dijo, de verte!- En seguida llegaron a un grado tal de intimidad, que Fortunata, desciñéndose los ricos brazaletes que adornaban sus rollizos brazos, ofreciolos a la admiración de Scintila, luego quitose también las ligas y hasta la redecilla con que sujetaba sus cabellos, y que aseguró era tejida de hilos del oro más puro. Trimalcio, entonces, hizo traer todas las joyas de su mujer. -¡Ved, dijo, lo que cuesta una mujer! ¡Así, necios, nos despojarnos por ellas! Esos brazaletes deben pesar seis libras y media, yo tengo para mí uno de diez libras, que he hecho hacer con los milésimos destinados a Mercurio-. Y para mostrarnos que no exageraba hizo traer una balanza, y todos los comensales fuimos obligados a verificar el peso de cada brazalete, Scintila, no menos vanidosa, descolgó de su cuello un gran medallón de oro puro, y al cual llamaba Felicio, del cual sacó dos preciosos pendientes, que hizo, a su vez, admirar de Fortunata. -Gracias a la magnificencia de mi marido, dijo, no hay quien los tenga mejores. -¿Qué?, dijo Habinas. ¿No te has arruinado comprando esas chucherías de vidrio? En verdad, si tuviera una hija la haría cortar las orejas. Si no hubiera mujeres en el mundo, despreciaríamos esos vidrios como la basura, hoy nos gastamos el oro en comprarlas-. A este punto, las dos amigas, ya aturdidas, por el vino, reían como locas y acabaron por echarse, ebrias de placer, una en brazos de otra, Scintila elogiaba los cuidados diligentes de Fortunata por el gobierno de la casa, Fortunata, la felicidad de que gozaba Scintila con los buenos procederes de su esposo. Cuando estaban más estrechamente abrazadas, rostro con rostro, Habinas se levanta sin ruido y llegándose al lecho de ambas, coge por los pies a Fortunata y la vuelve boca arriba.-¡Ah, ah!, exclama, viendo abierta por delante la túnica de ambas mujeres, que nos mostraron un instante su desnudez. ¡Ah, ah!... -Fortunata se cubrió inmediatamente y, cubriéndose el rubor que encendió su rostro con el sudario, volvió a echarse en los brazos de Scintila, que la recibió con placer manifiesto.
Ver ejemplos de oraciones con la palabra milésimos

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