¿Lleva tilde elogiador?

Hay una infinidad de palabras que se acentúan en Español, en concreto en nuestra base de datos tenemos 255.832 palabras que deben llevar tilde. Las reglas generales de acentuación son las siguientes:
  • Palabras agudas: son aquellas cuya última sílaba es tónica, deben llevar tilde aquellas que acaben en vocal, ene o ese.
  • Palabras llanas: son aquellas cuya sílaba tónica es la penúltima y llevan acento las que no terminan en vocal, ene o ese
  • Palabras esdrújulas: son aquellas cuya sílaba tónica es la antepenúltima, se acentúan siempre
Con las reglas anteriores puede parecer fácil saber cuando lleva tilde una palabra, no obstante en ocasiones saber separar una palabra en sílabas no es sencillo y pueden aparecer otros factores como los hiatos, las palabras compuestas o los acentos diacríticos que fácilmente inducen a equivocación. Por ello te ayudamos no sólo mostrandote cual es la forma correcta de escribir la palabra pero además te decimos por qué es así.

Elogiador no lleva tilde

Han de llevar tilde las palabras agudas que terminan en vocal, "n" o "s".

Llamamos palabras agudas a aquellas que tienen como sílaba tónica la última de sus sílabas, es decir que el golpe fuerte de voz recae en la sílaba final. Las palabras que tienen una sola sílaba se consideran también agudas, pero no suelen llevar tilde salvo en el caso de los acentos diacríticos, esto es que se acentúan para poder diferenciarlas como por ejemplo el caso del pronombre personal tú del determinante posesivo tu.

La separación silábica de ELOGIADOR queda así: e-lo-gia-dor, es aguda y termina en "r" por lo tanto no se acentúa.

Ejemplos con la palabra Elogiador

Restituido a Roma, pasaba el tiempo en casa con Atenodoro, o en la plaza prestando patrocinio a sus amigos. Podía ya aspirar a la cuestura, y, sin, embargo, no se presentó a pedirla hasta haber leído las leyes relativas a ella, hasta haberse informado de los inteligentes sobre cada cosa y hasta haber en cierto modo comprendido toda la esencia de esta magistratura. Así es que, apenas fue constituido en ella, hizo una gran mudanza en los sirvientes del tesoro y en los oficiales o escribientes, porque éstos tenían siempre muy a la mano todos los asientos públicos y las leyes de la materia, y entrando continuamente magistrados nuevos, que por su inexperiencia e ignorancia necesitaban de otros ayos y maestros, no se sujetaban los escribientes a su autoridad, sino que ellos eran, en efecto, los magistrados, pero Catón, tomando con empeño estos negocios, y no teniendo sólo el nombre de magistrado, sino la capacidad, el juicio y la inteligencia, puso a los escribientes en estado de ser unos subalternos, como debían, reprendiéndolos en lo que obraban mal y enseñándolos en lo que erraban por ignorancia. Como ellos eran atrevidos, y con lisonjas procuraban ganar a los otros cuestores, hacían a Catón la guerra, mas éste, habiendo convencido al primero de ellos de infidelidad en la participación de una herencia, lo expulsó de la tesorería, y a otro le intentó causa de suplantación, a cuya defensa salió el censor Lutacio Cátulo, varón de grande autoridad por este cargo, pero más respetable todavía por su virtud, como que en justicia y modestia se aventajaba a los demás Romanos, siendo, al mismo tiempo, elogiador y amigo de Catón por su conducta. Veíase, pues, falto de justicia, y como recurriese a la conmiseración y a los ruegos, no le permitió Catón seguir por este término, sino que, insistiendo con más calor en su propósito: “Vergüenza es, oh Cátulo- le dijo-, que tú, a quien incumbe examinar y corregir las vidas de todos nosotros, te dejes seducir de nuestros dependientes”. Pronunciada por Catón esta reconvención, Cátulo le miró en aire de no dejarle sin respuesta, pero nada dijo, sino que, fuese ira o fuese rubor, se retiró turbado e incierto. Mas el dependiente no fue condenado, porque ocurrió que los votos que le eran contrarios no excedían más que en uno a los absolutorios, y habiendo faltado al juicio por indisposición Marco Lolio, uno de los colegas de Catón, le envió a llamar Cátulo, implorando su auxilio, y habiéndose hecho llevar en litera, después de concluido el juicio, echó también voto absolutorio. Mas, sin embargo, Catón ya no volvió a emplear aquel escribiente, ni le dio salario, ni admitió en cuenta de ningún modo el voto de Lolio.
Ver ejemplos de oraciones con la palabra elogiador

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