¿Lleva tilde apelmazando?

Hay una infinidad de palabras que se acentúan en Español, en concreto en nuestra base de datos tenemos 255.832 palabras que deben llevar tilde. Las reglas generales de acentuación son las siguientes:
  • Palabras agudas: son aquellas cuya última sílaba es tónica, deben llevar tilde aquellas que acaben en vocal, ene o ese.
  • Palabras llanas: son aquellas cuya sílaba tónica es la penúltima y llevan acento las que no terminan en vocal, ene o ese
  • Palabras esdrújulas: son aquellas cuya sílaba tónica es la antepenúltima, se acentúan siempre
Con las reglas anteriores puede parecer fácil saber cuando lleva tilde una palabra, no obstante en ocasiones saber separar una palabra en sílabas no es sencillo y pueden aparecer otros factores como los hiatos, las palabras compuestas o los acentos diacríticos que fácilmente inducen a equivocación. Por ello te ayudamos no sólo mostrandote cual es la forma correcta de escribir la palabra pero además te decimos por qué es así.

Apelmazando no lleva tilde

Han de llevar tilde las palabras llanas que no terminen en vocal, "n" o "s".

Llamamos palabras llanas a las palabras donde el golpe de voz o sílaba tónica recae en su penúltima sílaba.

La separación silábica de APELMAZANDO queda así: a-pel-ma-zan-do, es llana y termina en "o" por lo tanto no se acentúa.

Ejemplos con la palabra Apelmazando

En todo lo que no hay prejuicios definitivamente consolidados, los rutinarios carecen de opinión. Sus ojos no saben distinguir la luz de la sombra, coro los palurdos no distinguen el oro del dublé: confunden la, tolerancia con la cobardía, la discreción con el servilismo, la complacencia con la indignidad, la simulación con el mérito. Llaman insensatos a los que suscriben mansamente los errores consagrados y conciliadores a los que renuncian a tener creencias propias: la originalidad en el pensar les produce escalofríos. Comulgan en todos los altares, apelmazando creencias incompatibles y llamando eclecticismo a sus chafarrinadas, creen, por eso, descubrir una agudeza particular en el arte de no comprometerse con juicios decisivos. No sospechan que la duda del hombre superior fue siempre de otra especie, antes ya de que lo explicara Descartes: es afán de rectificar los propios errores hasta aprender que toda creencia es falible y que los ideales admiten perfeccionamientos indefinidos. Los rutinarios, en cambio, no se corrigen ni se desconvencen nunca, sus prejuicios son como los clavos: cuanto más se golpean más se adentran. Se tedian con los escritores que dejan rastro donde ponen la mano, denunciando una personalidad en cada frase, máxime si intentan subordinar el estilo de las ideas, prefieren las desteñidas lucubraciones de los autores apampanados, exentas de las aristas que dan relieve a toda forma y cuyo mérito consiste en transfigurar vulgaridades mediante barrocos adjetivos. Si un ideal parpadea en las páginas, si la verdad hace crujir el pensamiento en las frases, los libros parécenles material de hoguera, cuando ellos pueden ser un punto luminoso en el porvenir o hacia la perfección, los rutinarios les desconfían.
Ver ejemplos de oraciones con la palabra apelmazando

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