Ejemplos con óbolos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Como por ejemplo: trece blancas de vellón de Enrique III, dos óbolos, uno de Alfonso XI de Castilla y otro probable de Alfonso X el Sabio, dos noven de vellón, uno de Enrique III y otro probablemente de Enrique II, seis cornados de vellón de Juan I de Castilla, etc.
El éxito de la operación no fue de Cleón, sino de Demóstenes, cerebro principal de la misma, aunque el triunfo se lo apropió Cleón, quien aprovechó para triplicar el tributo de la confederación de Delos y aumentar a tres óbolos las dietas de los heliastas, con lo que se granjeó el favor del pueblo.
La democratización se hizo más profunda cuando Pericles introdujo el sueldo para los jueces: dos óbolos por día, lo que facilitó que accedieran al jurado los humildes y, sobre todo, los ancianos.
Hay que distinguir esta ley de la que concedía una pensión diaria de dos óbolos a todos los enfermos civiles que carecían de recursos: el inválido para el que Lisias escribió un alegato no es, desde luego, un inválido de guerra, porque en ese caso, cómo sacaría a relucir sus méritos militares en el momento en que se habla de suprimirle la pensión.
Era el valor de una oveja diez óbolos, y ciento el de un buey, corriendo poco entonces el dinero entre los Romanos, siendo las ovejas y demás ganado su principal riqueza, por esta causa aun ahora a la hacienda, del nombre de las reses, la llaman peculio, y en las monedas grababan en lo antiguo un buey, o una oveja, o un cerdo.
Confirmado el decreto, los más de los Atenienses pasaron a sus padre y sus mujeres a Trecene, donde de los Trecenios fueron honrosamente recibidos, porque decretaron que se les mantendría a expensas públicas, dándoles a cada uno dos óbolos, que los niños podrán tomar fruta donde les placiese, y además a los maestros se les pagaría por ellos el honorario, habiendo sido Nicágoras el que propuso este decreto.
Presentándose, pues, el Dictador ante la muchedumbre, hizo voto a los dioses de toda la cría que hasta la primavera de aquel año tuviesen las cabras, las cerdas, las ovejas y las vacas en todos los montes, campiñas, ríos, y lagos de la Italia, y ofrecérselo todo en sacrificios: ofreció además espectáculos de música y escénicos, en que se gastasen trescientos treinta y tres sestercios, y trescientos treinta y tres denarios, y un tercio más, que en una suma hacen ochenta y tres mil quinientos ochenta y tres dracmas y dos óbolos.
Enviado Lisandro por los Lacedemonios con el mando de la armada, y dando de paga a los marineros cuatro óbolos en lugar de tres del dinero que tomó de Ciro, Alcibíades, que ya penosamente les acudía con los tres óbolos, tuvo que marchar a Caria a recoger alguna suma.
Demetrio Falereo, en su Sócrates, dice que se acuerda de un nieto de Aristides, sumamente pobre, llamado Lisímaco, que, sentado junto al Yaqueo, se mantenía de decir la buenaventura con cierta tabla adivinatoria, y que formando él mismo el proyecto de decreto, obtuvo que el pueblo señalara a la madre de éste y a una hermana de ella tres óbolos por día, y añade el propio Demetrio que, siendo nomoteta, mandó que se extendiera a una dracma el donativo de estas mujeres.
Entonces Lisandro le salió al encuentro, diciendo: “Pues que tal es ¡oh Ciro! tu buena voluntad, te pido y te exhorto a que añadas un óbolo al estipendio de los marineros, de manera que perciban cuatro óbolos en lugar de tres.
Y aun corre peligro que en lo antiguo en todas partes fuese lo mismo, usando unos por moneda de tarjas de hierro y otros de bronce, de donde ha quedado que a ciertas de estas tarjas, que corren en gran cantidad, se les llame óbolos, y dracma a la cantidad de seis óbolos, porque ésta era lo que abarcaba la mano.
Ejecutadas estas cosas por Tiberio a todo su placer, sin que nadie se le opusiera, nombró además tribuno, no a una persona conocida, sino a un tal Mucio, que era su cliente, de lo que ofendidos los poderosos, y temiendo el poder que aquel iba adquiriendo, en el Senado le mortificaron y humillaron cuanto pudieron: pues que pidiendo, como era de costumbre, una tienda donde pudiera hacer el repartimiento de las tierras, no se la dieron, siendo así que se concedían a otros para objetos de menor entidad, y para expensas le señalaron por día nueve óbolos, siendo Publio Nasica quien promovía estas cosas, exponiéndose sin reserva a su enemistad, porque era el que más tierras poseía de las del público, y llevaba muy a mal que se le precisara a dejarlas.

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