Ejemplos con zumbido

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El zumbido informa que Patrick que él encontró un avión en la montaña.
Lee a través de los interminables detalles de la sublevación de los duendes y otros eventos en un zumbido liso como un viejo aspirador que hace a todos caer en el sopor.
Las propiedades psicodélicas de las semillas se hicieron conocidas principalmente por su empleo en Hawai, Haití y Puerto Rico, donde los miembros empobrecidos de la población consumían las semillas, buscando un zumbido barato como una alternativa al alcohol.
Los machos producen un zumbido de muy baja frecuencia, que es su canto territorial.
Pepet abría la marcha con el en los labios, que le acompañaba en su caminata con un zumbido de moscardón.
Y él, en medio de su debilidad, latentes las sienes por el zumbido cerebral que acompaña al desvanecimiento, hacía esfuerzos para concentrar sus energías en las piernas, avanzando paso tras paso, con el temor de quedarse para siempre en el camino.
Más allá, las calles tortuosas empezaban a empinarse hacia la cumbre, ocupada por la catedral y el castillo: pavimentos de piedra azul, por cuyo centro corrían en pendiente las inmundicias, fachadas de nítida blancura, marcando borrosamente bajo su enjalbegado escudos nobiliarios y la labor de antiguos ventanales, un silencio de cementerio a orillas del mar, interrumpido solamente por el lejano rumor de la resaca y el zumbido de las moscas amontonándose en el arroyo.
Al cerrar la noche iban acudiendo por distintos caminos los del cortejo, unos en grupos, canturreando con acompañamiento de relinchos y cloqueos, otros solitarios, haciendo vibrar en su boca el zumbido del , un instrumento compuesto de dos laminillas de hierro que gruñía como un moscardón y les hacía olvidar la fatiga de la marcha.
¡Ay, cómo iba a quererlo! Y escuchaba como un zumbido dulce sus palabras, sin saber ciertamente qué decía, embriagándose con su música, pensando al mismo tiempo en el porvenir que rápidamente se había abierto ante ella, como una salida de sol que rasga las nubes.
Nunca ha sido tan intrépido el estilo de Pereda, tan grande la fuerza plástica de su lenguaje, y ese raro poder de asimilación que Dios le concedió para que se hiciera íntimo de todo hilo de luz, de toda hebra de maíz, de todo zumbido de insecto, de todo rielar del agua.
A pesar del ambiente húmedo, un moscardón de zumbido pegajoso cruzó varias veces sobre los dos visitantes.
Al otro lado del muro sonaba un zumbido ascendente igual al de la marea.
En los breves intervalos de silencio se oía el zumbido, tenue y lejano, denunciador de su presencia.
Se detuvo ante los puestos de los ostricarios, examinando las valvas de concha-perla alineadas en los estantes, sobre los cestos de ostras de Fusaro, las enormes caracolas, cadáveres huecos, en cuya garganta mugía, según los vendedores, como un recuerdo, el lejano zumbido del mar.
El silencio hacía renacer el murmullo de la hojarasca, el zumbido de los insectos, la respiración veraniega del suelo ardiente de sol, todos los ruidos de la Naturaleza, que parecía haberse contraído temerosamente bajo el peso de los hombres en armas.
Al sordo zumbido de la gente que ocupaba los dos salones uníase un retintín continuo de platos, vidrios y maderas.
Los días que precedieron a aquel domingo, las muchachas y muchachos, o como se decía entonces, las pollas y pollos, lograron sofocar con sus pláticas y preparativos el desagradable zumbido de la política.
A medida que el tiempo transcurría, el zumbido de las conversaciones iba creciendo hasta hacerse insoportable.
El silencio monacal, que parecía extenderse por el paisaje, contrastaba con el zumbido de vida que exhalaba abajo la población, dominada a aquella hora por la fiebre de los negocios.
No se oía nada, un zumbido colosal de colmena en momentos de mudanza, que le sacaba de quicio, poniéndole nervioso.
Tapón apretó entonces los dedos y pillóla por las patas La mosca protestaba muy indignada, batiendo las alas con cierto zumbido lastimoso.
Desde fuera, parecía aquello el zumbido de una colmena colosal, en que doscientas mujeres murmurasen al mismo tiempo entre el crujido de las sedas, el ric-rac de los abanicos, las tosecillas afectadas que dan tiempo a preparar una respuesta, las melifluas risitas que acompañan siempre a la afectuosidad femenina, y los perfumes peculiares a doscientos gustos diversos y doscientos tocadores distintos.
Un zumbido de avispero sonaba en el paseo, tan silencioso y desierto por las mañanas, y algunas familias ingenuas conversaban a gritos, provocando la sonrisa compasiva de los que pasaban con la mano en la flamante chistera, saludando con rígidos sombrerazos a cuantas cabezas asomaban por las ventanillas de los carruajes.
Allí era donde resultaba más insufrible el monótono zumbido del Mercado.
Sobre el zumbido confuso y monótono que producían los miles de conversaciones sostenidas a la vez en toda la plaza, destacábanse los gritos de los vendedores sin puesto fijo, agudos y rechinantes unos, como chillido de pájaro pedigüeño, graves y foscos otros, como si ofreciesen la mercancía con mal humor.
Por el balcón, abierto de par en par, llegaban hasta mí, en alas de la brisa, los rumores del río, el susurro de los árboles, el zumbido de los insectos, el silbido de los reptiles, la voz vibrante de alado trovador.
Escuchar el rugido o el llanto de las olas, el zumbido de la población despierta y la respiración de la población dormida, el de los centinelas, el canto de las aves, el repique de júbilo de las campanas o su toque de agonía:.
Libres y aseguradas de impunidad las moscas, su largo y monótono zumbido era entonces la única voz que sonaba en la escuela, aparte de los ronquidos del benemérito asturiano, cuya alma, en aquel momento, recorría los campos de batalla de Talavera, Ciudad-Rodrigo y Vitoria.
Jacinta miró hacia arriba y vio dos filas de corredores con antepechos de fábrica y pilastrones de madera pintada de ocre, mucha ropa tendida, mucho refajo amarillo, mucha zalea puesta a secar, y oyó un zumbido como de enjambre.
Hubiera destrozado a Federico Ruiz, cuya charla insustancial y mareante, como zumbido de abejón, se interponía entre ella y su marido.

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