Ejemplos con volviéndome

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Para ti estaba guardado el sacarme de este encantamiento, y arrebatar mi disfraz, volviéndome a mi prístino ser y regia condición.
En aquel momento me sentí cogido por el brazo, y volviéndome encaré con mi suegro, el señor don Feliciano de Emparán, en quien reconocí la imagen del terror: su boca era como la de una máscara griega, de la guardarropía de Melpómene, y sus cabellos, si no los empobreciera la calvicie, habrían estado en punta como las crines de un escobillón.
¡Ay, chico, qué miedo! Volviéndome del otro lado, me puse panza arriba.
-Señor -le dijo Nomdedeu, volviéndome la espalda-.
Volviéndome y revolviéndome en mi lecho pasé dos o tres horas.
El agustino empeñado en que no había de comer, y miss Fly volviéndome loco con sus habladurías.
Volviéndome al lado opuesto, vi lo que llamaban Teso de San Nicolás, los Mostenses, el Monte Olivete, y entre estas posiciones y aquellas, el foso y los caminos cubiertos que bajaban al puente.
-Hermano, usted se burla de mí -dije levantándome de súbito y volviéndome a sentar, impulsado por ardiente desasosiego.
Diego -dije yo volviéndome hacia mi amigo- que se lleva usted la más hermosa muchacha que hay en todo Cádiz.
Y luego volviéndome a los franceses ebrio de coraje, y sintiéndome con un valor inmenso, extraordinario, sobrehumano, exclamé:.
Suspendióme y admiróme el tal recado, y, volviéndome al señor Montesinos, le pregunté: ¿Es posible, señor Montesinos, que los encantados principales padecen necesidad? A lo que él me respondió: Créame vuestra merced, señor don Quijote de la Mancha, que ésta que llaman necesidad adondequiera se usa, y por todo se estiende, y a todos alcanza, y aun hasta los encantados no perdona, y, pues la señora Dulcinea del Toboso envía a pedir esos seis reales, y la prenda es buena, según parece, no hay sino dárselos, que, sin duda, debe de estar puesta en algún grande aprieto.
Mi idea fija era hacer famoso el nombre de mi padre, para que éste, volviéndome a abrir sus brazos, me volviera a recibir para morir juntos en nuestra casa solariega de Castilla, única ambición mía y único bien que Dios no ha querido concederme.
Y volviéndome a un lado vi a un avariento que estaba preguntando a uno, que por haber sido embalsamado y estar lejos sus tripas no hablaba, porque no habían llegado, si habían de resucitar aquel día todos los enterrados, si resucitarían unos bolsones suyos.
No andan lejos de aquí los poetas-, cuando volviéndome a un lado veo una bandada de hasta cien mil dellos en una jaula, que llaman los orates en el infierno.
Entonces volviéndome hacia Badreddin le dije: ¿Cuál es el precio de esta tela?.
Cuando hubimos traspuesto las últimas casas de los arrabales, y que por entre tapias y callejones dejamos atrás el cementerio y la Pólvora, internándonos entre los primeros grupos de colinas que se alzan al pie de los Andes, bajé yo misma las persianas del coche, y volviéndome a Delfina invitela a mirar, el magnífico panorama que de allí se divisaba.
Estando en ello, oí detrás de mí una voz, y volviéndome, avergonzada de mi posición, vi en la puerta un joven pequeño, moreno, de ojos negros y enrizada cabellera, que llevaba un caballo de la brida.
¡su desfigurada sombra, su espectro! Me faltó el valor, y volviéndome, huí del jardín y de la casa.
–Bien, ¿y qué? –me interrumpió, volviéndome a la realidad.
-Eterna -dijo volviéndome la espalda, para que no la viese llevarse la mano a los ojos.
«Imposible», me respondió, volviéndome la espalda y arrugando su frente espaciosa y morena.
Desde la sala próxima, volviéndome para mirarla, vi que en mí clavaba sus negros ojos, y en ellos se me reveló su soberano talento, su apasionado corazón.
––¡Qué mujer tan atractiva! ––exclamé, volviéndome hacia mi compañero.
En consecuencia, ya había juntado el lecho contra la pared, y ya iba a echar el nudo fatal a cuello, cuando abriendo la puerta apareció en la estancia Eumolpo con Giton, volviéndome a la vida.
Yo, volviéndome a Ascylto: -¿Qué hacemos?, le dije.
En cuanto a mí, como hombre corrido, comprendí pronto lo que era, y volviéndome a Agamenón, -Mira, le dije, y verás que todo eso es artificial o hecho de tierra cocida.
Claro está que si yo estuviese siempre reconcentrado en el Uno, no la amaría, pero, volviéndome, y no puedo menos de volverme, al mundo exterior, ¿qué hallaré en todo él que represente mejor al Bien y al Uno mismo? ¿Qué imagen, qué trasunto, qué destello de la belleza increada descubrirá el sabio que valga más que la mujer hermosa? Cuando el artista quiere representar a la ciencia, a la poesía, a la virtud, ¿no les da forma de mujer?.
Luego, volviéndome a la beldad, cual si la viese en aquel instante:.
-No se debe un cuarto a nadie -afirmó volviéndome enseguida la espalda.
En aquel momento me sentí cogido por el brazo, y volviéndome encaré con mi suegro, el señor don Feliciano de Emparán, en quien reconocí la imagen del terror: su boca era como la de una máscara griega, de la guardarropía de Melpómene, y sus cabellos, si no los empobreciera la calvicie, habrían estado en punta como las crines de un escobillón.

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