Ejemplos con voces

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

De la zona profunda, negra y dormida de la memoria, laguna Estigia de nuestra alma, en donde se han ido sumiendo los afectos y las imágenes de antaño, se levantan, de raro en raro, inesperadamente, viejas voces y viejos rostros familiares, a manera de espectros sin corporeidad.
¡Justicia era mejor!le contestaron muchas voces.
¡Lo mismo digo!gritaron otras muchas voces alrededor de Simón.
Y para que mayor sea el contraste, suena de vez en cuando, entre esas rudas voces que traen la impresión de resaca de la playa, la voz medio marítima, medio frailuna, del padre Apolinar, el tipo de fraile más asombroso que yo he visto en novelas, desde el , de Manzoni, personaje de más noble alcurnia que el de Pereda, pero no más rico que él de aquella elevación moral, que por lo mismo que nace como fruto espontáneo y agreste, y se desarrolla sin más riego que el de los cielos, trae estampado el sello de primitiva grandeza que acompaña a la fuerza del bien cuando se desenvuelve sin conciencia de sí propia.
Y los gritos y las amenazas, y el estruendo de doscientas voces y de dos mil porrazos llenaban el , y hasta las figuras pintadas en el techo parecían temblar y querer despegarse del lienzo para romperse el cráneo contra los mármoles del hemiciclo.
Por ciertas voces y matices ortológicos, sé, con certidumbre, que esta muchacha es galaica, y precisamente de Mondoñedo.
Cabildeos por acá, reuniones por allá, ofertas de este lado, súplicas del otro, grupos en aquel rincón, voces en este pasillo, citas a deshora, carruajes que van, personajes que intervienen.
Más arriba he aludido a un documento curioso y útil que Escobar dejó entre sus papeles póstumos: es un léxico completo de todas las voces y términos de que se servía Belarmino, acompañados de la acepción en que él los usaba.
Parece que se oyen voces del otro mundo.
Nadie pensó que Belarmino pudiese reconocer su propia voz, porque, efectivamente, en aquel aparato todavía rudimentario, bien que se distinguiese con claridad las palabras, todas las voces sonaban con el mismo timbre homogéneo y ronquecino.
Como quiera que el Estudiantón había, afortunadamente, comenzado por oír explicar a Belarmino la sinonimia de camello y dromedario, no le cabía duda que cada una de las voces usadas por el zapatero encerraba una representación fija, que las voces se sucedían las unas a las otras con ilación gramatical y lógica, y, en definitiva, que esta ilación formal contenía un fondo de pensamiento original.
No se crea que en el léxico belarminiano las voces dromedario y camello entrañaban intención contumeliosa o despectiva, antes al contrario, implicaban admirativa comprensión.
¡En la gran Jerusalén, hace cientos de años, oyéronse estas mismas voces, que las daban los judíos, repartiéndose la túnica de Nuestro Señor Jesucristo!.
¿De qué infierno habéis salido? ¿Por qué me detenéis? ¿Por qué me habláis cuando huyo de vuestras voces? ¡Isabel, qué me quieres? ¡Me abandonaste un día y ahora vuelves a mí, acompañada de una bruja! ¿De qué infierno sales, Isabel? ¿Cuál es tu nombre ahora?.
¿Dónde esperar la muerte sin que me acosen con sus voces? ¿En qué oscura cueva de lobo o de león iré a esconderme? ¡No hallo paz en la vida!¡Fui pastor de lobos y ahora mis ganados me comen ¡Engendré monstruos y estoy maldito! ¿Por qué de aquel vientre de mujer santa salieron demonios en vez de ángeles con alas? ¡Estaba maldito el sembrador! ¡Estaba maldita la simiente! ¡Muerte, no tardes! ¡Sácame de este pozo de sierpes y dame a tus gusanos! ¡Que me coman tus hijos, pero no los míos! ¡Muerte, no tardes! ¡Dios, si por mis pecados no me quieres, deja que me arrebate Satanás!.
¡Será preciso que mate a uno! ¡No me dejaréis morir en paz! ¡Malditos todos, que llegáis a esta puerta y no respetáis mi dolor! ¡Yo también seré maldito, porque vosotros no me dejáis morir arrepentido! ¡Mis horas están contadas! ¡Tengo ya la sepultura abierta! ¡Dejadme! ¡Toda la noche han aullado los perros! ¡Cierro los ojos para morir, y vuestras voces me despiertan! ¡Sois como las hienas, que desentierran a los cadáveres! ¡Tendré que mataros! ¡Dejadme, hienas y lobos y escorpiones! ¡Dejadme que muera y que la tierra caiga a puñados sobre mis ojos!.
En toda la largura de la playa solamente se oyen las voces de las mujeres y de las criaturas.
¿Quién me habla? ¿Sois voces del otro mundo? ¿Sois almas en pena, o sois hijos de puta?.
El viento, cada vez más fuerte, trajo hasta la barraca un lejano eco de lamentos y voces furiosas.
Sus voces se perdían, levantando el eco inútil de las ruinas y los cementerios.
Mientras llevase pendiente del brazo el magnífico pájaro de dos voces , como él llamaba a su escopeta, podía marchar con tranquilidad por toda la huerta.
Comenzaba a caer la tarde, en la plazoleta subían de tono las voces, se iniciaba el escándalo de todas las noches de domingo.
Sus voces prolongábanse como un gemido interminable en la tranquila atmósfera de la vega, impregnada de dulce luz.
Llegaba hasta Batiste el confuso rumor de un hervidero invisible, subían los relinchos y las voces desde el fondo del cauce.
También ella le quería, y toda la noche, hasta en sueños, estuvo oyendo, murmuradas por mil voces junto a sus oídos, la misma frase:.
Rumor de voces, estallidos de risas, guitarreos y coplas a grito pelado salían por aquella puerta roja como una boca de horno, que arrojaba sobre el camino negro un cuadro de luz cortado por la agitación de grotescas sombras.
Pero a lo lejos sonaban voces y llamamientos: la noticia se transmitía a grito pelado de un campo a otro campo, y un estremecimiento de alarma, de extrañeza, de indignación, corría por toda la vega, como si no hubiesen transcurrido los siglos y circulara el aviso de que en la playa acababa de aparecer una galera argelina buscando cargamento de carne blanca.
Llegaron a mis oídos voces conocidas, sonó en la cerradura de la puerta contigua ruido de llave, y salió mi tía Pepa, tendiendo los brazos.
Aun conservaban en sus guardas la caricatura del maestro, don Román López, , como le llamábamos porque nunca hablaba del orador de Túsculo sin aplicarle rimbombante epíteto, y legibles todavía, notas, significados de inusitadas voces, sólo usadas de tal o cual poeta, listas de condiscípulos condenados a ser detenidos dos o tres horas, por no haber acertado con no sé qué dificultades horacianas.

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