Ejemplos con viéndome

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¿Y qué dirán de mí todas mis relacionessobre todo en León, viéndome casado con la hija del Leonés?.
La doctora maldecía a los italianos pensando en Alemania, yo los maldije pensando en ti, viéndome obligada a seguir a mi amiga, a preparar la fuga en dos horas, por miedo a la indignación del populacho Mi única satisfacción fué al enterarme de que veníamos a España.
Al ver a mi hermano se aproximó, pero luego, viéndome a mí, siguió adelante ¡Pobre! ¡Me da lástima!.
Hallábame hacía largo rato sentado y aburrido en exceso, cuando Julio Zapiola, viéndome allí, vino a saludarme.
Y viéndome suspenso, sin saber qué hacer con el precioso y bien engalanado pie, me dijo risueña: Parece que estás tonto.
Estás en ascuas -me dijo- viéndome escribir y reír juntamente.
Viéndome tan triste, la bondadosa Celestina me administró estas palabras de consuelo: Confórmese con lo sucedido, y no crea que se acaba el mundo porque se le va una novia.
Ni ellas ni él hablaban más que catalán cerrado, que yo no entendía, y todos mis esfuerzos para entablar conversación me resultaron inútiles, viéndome condenado a un hosco silencio que me hacía más molestos los tumbos y sacudidas espantosas de aquel vehículo del diablo.
Entró, como dije, y viéndome limpiar mis plumas, que por algún tiempo habrían de estar ociosas, me soltó este jicarazo: Recoge tu equipaje y dispón tu persona, que ha llegado la hora de embarcarte.
Pues siendo yo pobre como las ratas, y viéndome sin mujer y sin ningún medio de ganar la vida, ¿qué menos puedo hacer que tomar lo que me den, agradeciéndolo, si no a ellos, a ti, que has sido el promovedor de este donativo? Dame, pues, el socorro que para mi huida previnieron aquellos hermanos de Judas Iscariote.
Viéndome más sereno, me obsequió con pipas de calabaza y sandía tostadas, golosina que entretiene la voluntad y disipa los pensamientos rencorosos.
En medio de la confusión de nuestro campo, viéndome obligado a no estar ocioso y a no escapar cobardemente, imité a los que vi cerca de mí, y como ellos, dediqueme a dar palos sobre los infelices que retrocedían.
El incienso esparcía nubes ante mis ojos, mi familia lloraba de emoción viéndome nada menos que ministro de Dios.
Teresa se acomodó en el asiento dejándome ver los pies, primorosamente calzados, luego, cerró de un golpe el abanico, fingió que arreglaba las varillas, bajó los ojos, y después de un rato de silencio, repitió, viéndome de hito en hito:
Viéndome tan mal, me ofreció el oro y el moro, y que iba a hacer y a acontecer.
Un religioso exclaustrado de la Merced, que vive hace muchos años en la misma casa de vecindad donde yo vivo, un digno ministro del Altísimo, mi padre, la guía que Dios me ha dado viéndome desamparada en el mundo.
Digo pues, que yo me hallaba bien con el oficio de guardar ganado, por parecerme que comia el pan de mi sudor y trabajo, y que la ociosidad, raíz y madre de todos los vicios, no tenia que ver conmigo, a causa que si los dias holgaba, las noches no dormia, dándonos asaltos a menudo, y tocándonos al arma los lobos, y apénas me habian dicho los pastores, al lobo, Barcino, cuando acudia primero que los otros perros a la parte que me señalaban que estaba el lobo: corria los valles, escudriñaba los montes, desentrañaba las selvas, saltaba barrancos, cruzaba caminos, y a la mañana volvia al hato, sin haber hallado lobo ni rastro dél, anhelando, cansado, hecho pedazos y los piés abiertos de los garranchos, y hallaba en el hato, o ya una oveja muerta, o un carnero degollado y medio comido del lobo: desesperábame de ver de cuán poco servia mi mucho cuidado y diligencia, venia el señor del ganado, salian los pastores a recebirle con las pieles de la res muerta: culpaba a los pastores por negligentes, y mandaba castigar a los perros por perezosos: llovian sobre nosotros palos, y sobre ellos reprensiones, y así viéndome un dia castigado sin culpa, y que mi cuidado, lijereza y braveza no eran de provecho para coger el lobo, determiné de mudar estilo, no desviándome a buscarle, como tenia de costumbre, léjos del rebaño, sino estarme junto a él, que pues el lobo allí venia, allí seria mas cierta la presa: cada semana nos tocaban a rebato, y en una escurísima noche tuve yo vista para ver los lobos, de quien era imposible que el ganado se guardase: agachéme detras de una mata, pasaron los perros mis compañeros adelante, y desde allí oteé y vi que dos pastores asieron de un carnero de los mejores del aprisco, y le mataron de manera que verdaderamente pareció a la mañana que habia sido su verdugo el lobo: pasméme, quedé suspenso cuando vi que los pastores eran los lobos, y que despedazaban el ganado los mismos que le habian de guardar.
Pero, con todo esto, porque no ande vacilando mi honra en vuestras intenciones, habiéndome ya conocido por mujer y viéndome moza, sola y en este traje, cosas todas juntas, y cada una por sí, que pueden echar por tierra cualquier honesto crédito, os habré de decir lo que quisiera callar si pudiera.
Y así, viéndome tan bien pagado del trabajo que podía tomar en traérosla y conociendo por el sobrescrito que érades vos a quien se enviaba, porque yo, señor, os conozco muy bien, y obligado asimesmo de las lágrimas de aquella hermosa señora, determiné de no fiarme de otra persona, sino venir yo mesmo a dárosla, y en diez y seis horas que ha que se me dio, he hecho el camino, que sabéis que es de diez y ocho leguas.
En efeto, viéndome apurado, y que mi alma se consumía con el deseo de verla, determiné poner por obra y acabar en un punto lo que me pareció que más convenía para salir con mi deseado y merecido premio, y fue el pedírsela a su padre por legítima esposa, como lo hice, a lo que él me respondió que me agradecía la voluntad que mostraba de honralle, y de querer honrarme con prendas suyas, pero que, siendo mi padre vivo, a él tocaba de justo derecho hacer aquella demanda, porque, si no fuese con mucha voluntad y gusto suyo, no era Luscinda mujer para tomarse ni darse a hurto.
Él, después que hubo reprehendido mi atrevimiento y afeado mi determinación, viéndome resuelta en mi parecer, se ofreció a tenerme compañía, como él dijo, hasta el cabo del mundo.
Hecho esto, dieron orden en que los tres compañeros nuestros se rescatasen, por facilitar la salida del baño, y porque, viéndome a mí rescatado, y a ellos no, pues había dinero, no se alborotasen y les persuadiese el diablo que hiciesen alguna cosa en perjuicio de Zoraida, que, puesto que el ser ellos quien eran me podía asegurar deste temor, con todo eso, no quise poner el negocio en aventura, y así, los hice rescatar por la misma orden que yo me rescaté, entregando todo el dinero al mercader, para que, con certeza y seguridad, pudiese hacer la fianza, al cual nunca descubrimos nuestro trato y secreto, por el peligro que había.
-¿Qué quiere?-me dijo, viéndome suspenso tratar conmigo estas cosas-, pues es tanta mi desgracia que todos se condenan por las malas obras que han hecho, y yo y algunos libreros nos condenamos por las obras malas que hacen los otros, y por lo que hicimos barato de los libros en romance y traducidos de latín, sabiendo ya con ellos los tontos lo que encarecían en otros tiempos los sabios, que ya hasta el lacayo latiniza, y hallarán a Horacio en castellano en la caballeriza.
Mas en pago de mi paciencia os ruego que os lastiméis de mí, pues en vida siempre andaba cerniendo las carnes el invierno por las picaduras del verano, sin poder hartar estas asentaderas de griguescos, el jubón en pelo sobre las carnes, el más tiempo en ayunas de camisa, siempre dándome por entendido de las mesas ajenas, esforzando con pistos de cerote y ramplones desmayos de calzado, animando a las medias a puras sustancias de hilo y aguja, y llegué a estado en que viéndome calzado de geomancia, porque todas las calzas eran puntos, cansado de andar restañando el ventanaje, me entinté la pierna y dejé correr.
Viéndome firme, fueron despejando el campo uno tras de otro.
Es verdad que como la Dolores me recibía siempre de noche, a escondidas de sus padres, que viéndome casado nada sospechaban de nuestros amores, ya no tenía mucha necesidad de ella.
Saboreaba el suave beleño, soñaba que yo era el conquistador del desierto, que los aguerridos ranqueles, magnetizados por los ecos de la civilización, habían depuesto sus armas, que se habían reconcentrado formando aldeas, que la iglesia y la escuela habían arraigado sus cimientos en aquellas comarcas desheredadas, que la voz del Evangelio ahogaba las preocupaciones de la idolatría, que el arado, arrancándole sus frutos óptimos a la tierra, regada con fecundo sudor, producía abundantes cosechas, que el estrépito de los malones invasores había cesado, pensando sólo, aquellos bárbaros infelices, en multiplicarse y crecer, en aprovechar las estaciones propicias, en acumular y guardar, para tener una vejez tranquila y legarles a sus hijos un patrimonio pingüe, que yo era el patriarca respetado y venerado, el benefactor de todos, y que el espíritu maligno, viéndome contento de mi obra útil y buena, humanitaria y cristiana, me concitaba a una mala acción, a dar mi golpe de estado.
El movimiento que reinaba, dijo claramente al instinto del animal que su libertad había concluido, viéndome salir sin él, prorrumpió en alaridos que desgarraban el corazón.
-¡No señora! -respondió éste entre conmovido y entusiasmado-, y máteme Dios si dejo de agradecer en todo lo que vale esa riqueza que usté me ofrece, pero es el caso que, viéndome ya tan pagado, el día en que usté me pida la vida entera porque la necesite, yo mismo he de creer, al dársela, que se la doy a cuenta de lo recibido, y eso no tendría gracia maldita.
Viéndome forzado a alimentar el espíritu de todo ello, llegué poco a poco a paladearlo sin repugnancia, y muy pronto acabé por encontrarlo agradable a falta de cosa mejor.

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