Ejemplos con vivaracho

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Definido por algunos como un tipo inquieto, vivaracho y en constante proceso de formación y aprendizaje, destaca, entre otras cosas, por su habilidad como músico multiinstrumentista autodidacta, letrista y productor, tarea que alterna con su afición al coleccionismo de instrumentos antiguos o su faceta como luthier, customizador y restaurador de guitarras eléctricas.
Era un andaluz pequeño y vivaracho, que sus andanzas habían traído a Barcelona.
A mi lado se puso, chillando desaforadamente, el chiquillo gitanesco y vivaracho que me había servido de informante histórico en los primeros encontronazos entre conquenses y carlistas.
Entre los allí refugiados había un chico de tipo gitanesco, vivaracho y más listo que el hambre, el cual salía y entraba a cada momento, trayéndome noticias de lo que ocurría.
Sus mujeres había mandado a Tánger o Arsila, no estoy bien seguro, dejando aquí de servidumbre a un negrito vivaracho.
Muy simpático, muy vivaracho, llevando el uniforme de la Academia como nadie y capitaneando el grupo más endiablado de cadetes en sus calaveradas por toda la ciudad.
El criado, un mancebo vivaracho y listo, me miraba de hito en hito, como si dudara de mis aptitudes para la equitación.
Un mozuelo trigueño, vivaracho, de simpático aspecto, salió al frente.
Y siempre con su carita tan sonrosada, y aquel pasito ligero y vivaracho.
Vestía también de miliciano y era pequeño y avejentado, aunque muy vivaracho y flexible.
Está más inquieto, más exaltado, más vivaracho: su pupila brilla con más fulgor y la contracción y dilatación de las venerables arrugas de su frente indican que hay allí dentro hirviente volcán de ideas.
Un perro vivaracho y pequeño, descarado, ratonero, de estos que pasean su vanidad por las calles de Madrid, se acercó al can melancólico, y le dio una embestida con el hocico.
A cada paso hallaba motivo para empeñar la atención de su entusiasta amiga, ya indicándole los festones de aguinaldos blancos o campanillas pendientes de todos los arbustos a orillas de los cañaverales, ya los güines de las cañas, que comparaba con las garzotas de innumerables guerreros en marcial arreo, mecidos blandamente por la gentil brisa de la mañana, ora los grupos de tomeguines que con rumor sordo, cual de viento rastrero y en gran tropel, seguían por algún trecho la dirección de los viajeros, rozando con las yerbas y luego desapareciendo por entre los troncos de las cañas, o el vivaracho sabanero de tardo vuelo, que salía con estrépito del espeso matorral y se posaba con mucha dificultad en la primer hoja de caña con que tropezaba en su desatentada fuga, o la esquiva garza blanca que se abría paso por entre las ramas del roble ribereño, y con el largo cuello replegado a la espalda y los pies colgando seguía en su huida el curso del arroyo, o la bandada de alborotosas cotorras que cubrían los naranjos silvestres y sólo se veían cuando se aferraban a la dorada fruta para extraerle la simiente, o el gavilán, en fin, águila de Cuba, que daba gritos y gritos penetrantes mientras se cernía por encima de las palmas más alterosas, entre la tierra y el cielo.
Allí aparecía otra vez la familia gatesca, aumentada con dos o tres chiquitos y muy monos, y reforzada con vivaracho perrillo, el cual no cesaba de ladrar o de rezongar enfadadísimo, debajo de un mueble, todo el tiempo que duraba la visita.
La bella señora no apartaba un punto sus ojos del precioso y vivaracho niño, que le sonreía.
Jimeno, que era un mozo muy vivaracho, de mucho ingenio y un sí es no es zumbón, se le rió.
El acordeonista fue reemplazado por otro más vivaracho, bajo cuyos dedos las polcas y las mazurcas saltaban entre escalas, trinos y firuletes.
El callejón era semejante al callejón anterior, el cielo permanecía tenazmente azul, el aire aunque un poco más caluroso olía del mismo modo y el tranco de mi petizo era apenas un poco más vivaracho.
El caballo en que había venido era nuevo, guapo, vivaracho, lo prestó a un muchacho conocido para que corriese por dos pesos, para probarlo.
El hombre tenía consigo a un hijo como de catorce a quince años, vivaracho y algo leído, que le ayudaba en sus trabajos, pero, como al muchacho no le pagaban nada, lo conchabó el padre de mensual con don Benito, por algunos pesos.
Sus mujeres habían mandado a Tánger o Arsila, no estoy bien seguro, dejando aquí de servidumbre a un negrito vivaracho.
Después señaló al otro, un morenito vivaracho, siempre con un palo para sacudir a sus hermanos.
Un perro vivaracho y pequeño, descarado, ratonero, de estos que pasean su vanidad por las calles de Madrid, se acercó al can melancólico, y le dio una embestida con el hocico.
-Este que habla tan bien, ¿quién es? -preguntó primero, señalando a un joven alto, de barba negra, de buena figura, pero insulso de expresión, lacio y repugnante, porque se hacía vivaracho y gracioso cuando la pereza meridional estaba pintada en todo él pidiendo a voces silencio, reposo, vida de vegetal, nada de excitaciones cerebrales.
Deme el señor don Tito licencia para decirle que es hombre harto fogoso y vivaracho, de lo cual colijo que rara vez, quizá nunca, ha tenido a su lado personas sentadas y maduras, que el juicio se pega con el roce vital, y los ejemplos de sensatez y mesura son el mejor aprendizaje para los caracteres movedizos y volanderos en demasía».
Dicho esto, besó al chiquillo y entregolo al brazo secular de la madre y criadas para que le diesen su cenita y le llevaran a la cama, donde pronto se quedaría dormido como un ángel, y soñaría tal vez que se hallaba en el picadero de Caballerizas, rigiendo un vivaracho y airoso potro en compañía del futuro Rey de España.
Mientras pensaba en el marido abstracto todo iba bien, sabía ella que su deber era amarle, cuidarle, obedecerle, pero se presentaba el señor Quintanar con el lazo de la corbata de seda negra torcido, junto a una oreja, vivaracho, inquieto, lleno de pensamientos insignificantes, ocupado en cualquier cosa baladí, tomando con todo el calor natural lo más mezquino y digno de olvido, y ella sin poder remediarlo, y con más fuerza por causa del disimulo, sentía un rencor sordo, irracional, pero invencible por el momento, y culpaba al universo entero del absurdo de estar unida para siempre con semejante hombre.
Una noche en que éste paseaba silencioso y meditabundo por las calles del barrio, hízole su buena fortuna tropezarse con Pepe Fajardo, un torerillo en agraz, vivaracho y alegre como un repique, el cual habiendo bebido más de lo que necesitaba para que se exacerbaran sus ternuras, diole el exceso del montilla por adorar al ex limpiabotas, al cual invitó a cenar en celebración de lo bien que él había quedado en la última capea, en que luciera su habilidad, y media hora después, sentados frente a frente a una mesa en Los Corales, decíale Pepe al Cartulina:.
Era don Cayetano un viejecillo de setenta y seis años, vivaracho, alegre, flaco, seco, de color de cuero viejo, arrugado como un pergamino al fuego, y el conjunto de su personilla recordaba, sin que se supiera a punto fijo por qué, la silueta de un buitre de tamaño natural, aunque, según otros, más se parecía a una urraca, o a un tordo encogido y despeluznado.
decidieron hablar, y fue el vivaracho del cura quien se encargó de enterarme.

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