Ejemplos con viuda

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¿Qué le sucede al señor Caramanzana?inquirió la viuda vejancona, que ya se había enterado del apellido del canónigo.
Cuando he aquí que, un día, la viuda me suelta, como ducha de agua fría, que tiene la intención de dejarme heredero universal, cerca de dos millones de duros.
Sucedió que a los dos años de estar yo en aquellos andurriales falleció don Restituto, doña Basilisa, la viuda, fué a guardar el luto en las soledades de San Madrigal, y como era muy devota, y oía, antes del desayuno, misa diaria, me nombró su capellán.
Componíase de un aposento, nada holgado, con dos litografías por toda decoración, y seis sillas y una mesa por todo ajuar, que el partido local había alquilado a la viuda de un talabartero, furibundo federal en vida.
Doña Emerenciana, una viuda vejancona que, a falta de galanes más lucidos, se pasaba la vida persiguiendo a Fidel, el mozo de comedor, veíase que se despepitaba con la proximidad del canónigo, y fué la primera en dirigirle la palabra:
El viejo dejaba hablar a los hijos, que sabían expresarse con más energía, la viuda acudía acompañada de algún amigo del difunto, decidido protector que llevaba la voz por ella.
Y doña Manuela dijo esto con el mismo énfasis que si fuese la viuda de un hombre eminentísimo.
La viuda sentíase molestada por tales audacias, agitábase nerviosa en su asiento, pero callaba y seguía sonriendo.
Primero sólo visitaba a la viuda por las tardes, después prolongó las entrevistas, saliendo de la casa a media noche, y por fin, llegó un día en que no salió.
Don Eugenio y don Juan estaban escandalizados, diciéndose que el buen conocía perfectamente a su hija, y aunque los dos tenían poco afecto al médico, experimentaron cierta satisfacción al saber que la viuda y el primo se casaban apenas transcurriera el plazo marcado por la ley.
Su amiga doña Clara, la corredora de los prestamistas, de la que don Juan hablaba pestes, no encontraba dinero para la viuda de Pajares.
Había que pagar a la modista, la idea de que ésta podía decir la verdad a sus parroquianas, todas señoras distinguidas, horrorizaba a la viuda, a pesar de que no tenía la menor amistad con ellas.
Desde la muerte de su padre se había comido la viuda la renta de su huerto, lo llevó vestido hasta los veinte años con los desechos de su padrastro, había ahorrado a su madre el gasto de una criada, cuidando fervorosamente a sus hermanitos, aguantando sus rabietas de criaturas nerviosas, y hacía ya diez años que ganaba su salario en , entregándolo íntegro a la mamá.
Por la tarde tendrían música en la plaza, y la rumbosa viuda pensaba ya con placer en el brillante aspecto que presentaría su salón, bailando las niñas y sus amiguitas, mientras las mamas pasarían al comedor a tomar un chocolate digno del esplendor de la familia.
En casa de doña Manuela, terminado el espectáculo público, había su poquito de fiesta, sin duda para amenizar el chocolate suntuoso que la rumbosa viuda daba a sus amigos.
Y la viuda, al llegar a esta conclusión, le miraba fijamente, dándole a entender que en él estaba la solución.
La viuda tenía la altivez de los grandes señores que creen de buen tono dejarse robar descaradamente por sus criados.
Cuando terminaron las revelaciones sobre la situación de la casa, la viuda aguardó la respuesta de su hijo.
Y los convidados de doña Manuela entraron en la casa, confundiéndose unas familias con otras, saludándose las mujeres con un tiroteo de besos y elogiando todas las cualidades de la posesión que la viuda de Pajares tenía en Burjasot.
La viuda había empeñado y perdido para siempre un centenar de hanegadas de tierra de arroz que le producían muy buenos cuartos, para adquirir aquella ratonera brillante y frágil, a la que puso el título de Villa-Conchita, no sin protestas ni rabietas de Amparo.
¡Vaya si irían! Y la viuda de Pajares, que tan mal había hablado de Teresa, su antigua criada, hacía ahora elogios de ella como si fuese una amiga de la infancia.
La viuda de Pajares mostrábase maternal y daba consejos a su amiga con cierta altiva superioridad.
¿Y de quién era?preguntó la viuda con curiosidad ansiosa.
Y la viuda se crecía al hacer tales ofrecimientos, adoptando una actitud teatral y asegurando que realizaría tal conquista, aunque para ello necesitase de algún tiempo.
La viuda hablaba con su antiguo dependiente, sonriendo.
La viuda, siempre sonriente, se asombraba de sus frases de doble sentido, de los guiños picarescos con que acompañaba sus palabras, y hasta le parecía ¡oh poder de la ilusión! que había en su persona un perfume extraño que comenzaba a crispar los nervios de doña Manuela, algo del ambiente de aquella mala piel de la calle del Puerto, que el protector se había traído sin duda a su hogar honrado.
Todo aquello, aunque a don Antonio le estaba mal el decirlo , lo había dicho y repetido cuantas veces hablaba con la viuda de su antiguo principal.

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