Ejemplos con vitelas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

traída de las tablas góticas o de las iluminadas vitelas a la realidad de nuestro siglo.
¡Y yo, en aquellos días tristes, ufano de conocer el mundo y la humanidad, me equivocaba como un tonto, suponiendo en mi prometida las cualidades negativas de una bestia que a su fealdad unía la supina estolidez! ¿Cómo no percibí, cómo no adiviné las facultades de Ignacia, escondidas bajo tan desairadas apariencias? Era que la educación encogida, con tanto mimo y tanto arrumaco doméstico y religioso, había guardado en envoltura de sobrepuestas vitelas aquellos tesoros, poniéndole sellos tan firmes que no pudiera romperlos más que el matrimonio, cariño y confianza de marido.
En la dulce uniformidad de aquella existencia, sucediéndose placenteras las horas, sólo un hecho me sorprendía y maravillaba, y era el despertar de Ignacia, el paso de su timidez a las solturas de un nuevo carácter, y la resplandeciente aurora de su inteligencia, como un fiat lux pronunciado por el dios Himeneo. Mientras se trató de que nos casáramos, en lo que, según dije, no hubo poca violencia de mi parte, ni la más leve muestra vi del fruto que después había de admirar en ella. ¡Y yo, en aquellos días tristes, ufano de conocer el mundo y la humanidad, me equivocaba como un tonto, suponiendo en mi prometida las cualidades negativas de una bestia que a su fealdad unía la supina estolidez! ¿Cómo no percibí, cómo no adiviné las facultades de Ignacia, escondidas bajo tan desairadas apariencias? Era que la educación encogida, con tanto mimo y tanto arrumaco doméstico y religioso, había guardado en envoltura de sobrepuestas vitelas aquellos tesoros, poniéndole sellos tan firmes que no pudiera romperlos más que el matrimonio, cariño y confianza de marido. Arrancado el sello por un amor que a los demás amores se sobreponía, descubriéronse las escondidas joyas, y una tras otra iban saliendo del forrado y pegoteado estuche.
traída de las tablas góticas o de las iluminadas vitelas a la realidad de nuestro siglo.
Y todo, ¿por qué? Porque le echaban a perder sus trabajos, porque la ensuciaban las vitelas, porque le habían perdido el rojo, porque le habían quitado el vaso de agua.
El cielo litúrgico tenía como en las vitelas con que monjes artífices ilustraron los breviarios medioevales, un tinte azul cobalto en que bogaba el esquife de plata de la luna en medio de una lluvia de estrellas de oro.
Sobre el fondo rosa enguirnaldado de plata las marquesas versallescas lucían su sonrisa frívola, bajo las altas pelucas empolvadas, y las pastoras de Watteau se pavoneaban en prados floridos entre corderos lazados de azul y rosa, mecidas por los sones de flautas y sistros que tañían los pastores concertantes, los marfiles de Isabey, las vitelas del siglo galante y las miniaturas familiares mostraban el nimio preciosismo de su factura, y sobre el psiquis veneciano las palomas -¡pobres colombas envejecidas!- se arrullaban siempre.

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