Ejemplos con vinos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Elabora vinos tintos, blancos y rosados de las variedades propias de la D.
Al puerto de Bagdad, llegaban barcos de gran calado que traían diversas mercancías que se distribuían entre los comercios locales tales como vinos de Europa, pianos, máquinas de coser, telas, calesas, metales preciosos, velas, planchas de hierro, maderas preciosas, etc.
Goza de un relativo renombre por ser el centro de una denominación de origen de vinos.
La legislación francesa no permite el uso de los vocablos Château o Clos para esta categoría de vinos, aunque sí permite el uso de Domaine.
Vin de pays es una expresión en idioma francés, traducida directamente como vino de país, que es empleada también en su plural vins de pays, para denominar a una de las categorías reglamentadas de calidad de los vinos producidos en Francia.
También se han encontrado objetos importados de Palestina, Siria, Chipre y otros lugares: perfumeros y jarritas para ungüentos, ánforas para vinos y aceite, y pesas para balanza que apuntan a la importancia del comercio.
Son numerosas las denominaciones de origen, fundamentalmente de vinos, en la provincia de Albacete.
¿Por qué no se tiene para mí un mal recado de atención, por lo mismo que soy forastera? ¿Se les caería la venera a algunas de esas fachendosas por acordarse de mí, que soy más rica que muchas de ellas? ¡Pues no parece sino que todas son marquesas! ¡Y el marido de la una vende paño de Munilla y sogas de esparto, y el de la otra y de soldado, y me debe a mí hasta la sal con que sazona lo poco que come! Pues vinos y jabón vende mi marido.
Había presentado a Artegui la lista de los vinos, y se permitía indicaciones y consejos.
Las ananas que hay en la casa son excelentes: voy a traer El Málaga nos llega directamente de España: ¡oh! el vino de España ¡clac! no hay como la España para vinos.
Ni vinos, ni licores, ni blando calor de llama, eran ya bastantes para sacar de su apático sueño al pesimista: circulaba lenta en sus venas la sangre, y en las de Lucía giraba pronta, generosa y juvenil.
Comió porque sentía hambre, pero alimentos y vinos le parecían de otro planeta.
Todos le querían: los capitanes vascos, sobrios en palabras, rudos y de tuteo confianzudo, los capitanes asturianos y gallegos, enamoradizos y derrochadores, que desmienten con su carácter la avaricia y la tristeza de tierra adentro, los capitanes andaluces, que parecen llevar en su gracioso lenguaje un reflejo de la blanca Cádiz y sus vinos luminosos, los capitanes valencianos, que hablan de política en el puente, imaginando lo que podrá ser la marina de la futura República, los capitanes de Cataluña y de Mallorca, conocedores de los negocios tan a fondo como sus armadores.
Era de los que subían a su estudio en las tardes de invierno, atraídos por la caricia roja de la estufa y los vinos facilitados ocultamente por la madre.
Los vinos preciosos de don Marcelo enternecían al ruso, haciéndolo más comunicativo.
Se mantendría firme, con sus provisiones de comestibles y vinos.
La escasez de comida la compensaban con los productos de una tierra rica en vinos.
El pobre hombre había tenido que bajar a las cuevas en busca de los mejores vinos.
Se fue el de las odas en un bergantín que había venido cargado de vinos de Cádiz, y sentadito en la popa del barco, fijaba en la costa de su patria los ojos anegados de tan triste manera, que a pesar del águila nueva que llevaba en el alma, le parecía que iba todo muerto y sin capacidad de resurrección y que era él como un árbol prendido a aquella costa por las raíces, al que el buque llevaba atado por las ramas pujando mar afuera, de modo que sin raíces se quedaba el árbol, si lograba arrancarlo de la costa la fuerza del buque, y moría: o como el tronco no podía resistir aquella tirantez, se quebraría al fin, y moría también, pero lo que don Manuelillo veía claro, era que moría de todos modos.
El comedor les parecía más hermoso, y sonreían al desfile de manjares, a las del país, enrolladas como lombrices en la tartera de plata, a los platos extranjeros que nunca faltaban en la cocina de Sánchez Morueta y a la fila de copas de diversas formas y colores que cada uno tenía delante, y en las cuales iban cayendo los vinos más diversos, desde el y el del principio de la comida, hasta el y el , que servirían al final.
Adquiría Jerez inmensa riqueza con la fama universal de sus vinos, y sobre las techumbres de las bodegas alzábase dominadora la iglesia del jesuíta.
Uno de mis alojamientos fué en los altos de un despacho de vinos situado cerca del puerto, propiedad de un joven republicano, que vivía con su madre.
Yo sé dónde está la verdadera miseria, digna de solícitos socorros, cuáles son los mejores platos y los mejores vinos, los mejores cigarros y el mejor café, qué sastre es el más habil, qué virtudes merecen recompensa, qué mujeres resultan más encantadoras, qué poetas y qué sabios necesitan protección, qué muebles son los más cómodos, qué trenes los más bonitos, qué libros los que no tengo, y qué clase de vida la más provechosa para el cuerpo y para el alma.
Eso va en gustos Y también influye el hábitoarguyó Casta con la suficiencia y formalidad de un catador de vinos.
Las hijas del famoso Bonilla, importador de pañolería y después banquero y extractor de vinos, casaron: la una con Sánchez Botín, propietario, de quien vino la generala Minio, la marquesa de Tellería y Alejandro Sánchez Botín, la otra con uno de los Morenos de Madrid, co-fundador de los Cinco Gremios y del Banco de San Fernando, y la tercera con el duque de Trastamara, de donde vino Pepito Trastamara.
Yodeclaró tímidamente Juliánpoco entiendo de vinos.
Finalmente, mas vinos nombró el huésped, y mas les dió que pudo tener en sus bodegas el mismo Baco.
Y habiendo hecho el huésped la reseña de tantos y tan diferentes vinos, se ofreció de hacer parecer allí, sin usar de tropelía ni como pintados en mapa, sino real y verdaderamente, a Madrigal, Coca, Alaejos, y a la imperial mas que real ciudad, recámara del dios de la risa: ofreció a Esquivias, a Alanis, a Cazalla, Guadalcanal y la Membrilla, sin que se olvidase de Ribadavia y de Descargamaria.
Contó Sancho más de sesenta zaques de más de a dos arrobas cada uno, y todos llenos, según después pareció, de generosos vinos, así había rimeros de pan blanquísimo, como los suele haber de montones de trigo en las eras, los quesos, puestos como ladrillos enrejados, formaban una muralla, y dos calderas de aceite, mayores que las de un tinte, servían de freír cosas de masa, que con dos valientes palas las sacaban fritas y las zabullían en otra caldera de preparada miel que allí junto estaba.
¿No será bueno, señor escudero, que tenga yo un instinto tan grande y tan natural, en esto de conocer vinos, que, en dándome a oler cualquiera, acierto la patria, el linaje, el sabor, y la dura, y las vueltas que ha de dar, con todas las circunstancias al vino atañederas? Pero no hay de qué maravillarse, si tuve en mi linaje por parte de mi padre los dos más excelentes mojones que en luengos años conoció la Mancha, para prueba de lo cual les sucedió lo que ahora diré: Diéronles a los dos a probar del vino de una cuba, pidiéndoles su parecer del estado, cualidad, bondad o malicia del vino.

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