Ejemplos con vilipendio

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

-Ahora sí, pues si considero natural que la señora incógnita desee que una persona grave y sesuda custodie al niño en este encierro donde ha sido forzoso meterle, no me parece bien que arroje sobre mí el vilipendio de la prisión, sin acordarse de que soy sacerdote, aunque indigno.
Vista la trifulca de la Granja desde tan lejos, resultaba la impresión de que el mundo se venía abajo, de que España se acababa, con aquel vilipendio de la autoridad real, pisoteada por cuatro sargentos que probablemente estarían borrachos.
Por no separarse de su mujer, a cambio de las migajas de su amor, sufría aparentando desconocer su vilipendio, se burlaba de otros maridos infortunados, pretendiendo garantizar con la osadía la falta de vergüenza, hizo papel de engañado, y así, insensiblemente, fue pasando de la debilidad a la costumbre y de la costumbre al envilecimiento, hasta ser un ejemplar extraordinario, un caso de ceguera moral inverosímil y absurdo.
El vilipendio sin duda, con que el vulgo moteja tales oficios, aparta a no pocos de tomarlos, o de perseverar en ellos.
Pero, grande y temido curaca, sabemos que eres tan generoso, que nunca añades al vencimiento el vilipendio del enemigo: ahí tienes a tus pies el cuerpo del infeliz guerrero que has derribado con tu destreza y pujanza, y su cabeza, suspendida de los cabellos en tu propia lanza, gotea negra sangre.
¡Bendita Providencia que a tantos dones eminentes añadió en aquella criatura el de la salud, para que respondiese mejor a los fines humanos en la familia! El que tuviese la dicha de ser esposo de aquella escogida entre las escogidas, no se vería en el caso de confiar la crianza de sus hijos a una madre postiza y mercenaria, no vería entronizado en su casa ese monstruo que llaman nodriza, vilipendio de la maternidad del siglo.
El pillastre sumergido, despierto apenas con la impresión del inoportuno baño, hacía inútiles esfuerzos para salir del tonel, mas sólo por el vilipendio de estar a remojo, no porque viera el peligro suspendido sobre su cabeza y amenazándole de muerte con cada gota de resina ardiendo que caía cerca de los bordes, y en los mismos bordes de la pipa.
Comparten con Sartorius el vilipendio de la impopularidad el Ministro de Hacienda, don Jacinto Félix Domenech, ayer progresista, hoy polaco, y Agustín Esteban Collantes, contra el cual los maliciosos no fulminan ningún cargo concreto: que fue redactor de La Postdata, Secretario del Gobierno Civil de Madrid, Director de Correos, Ministro después, motivos suficientes para que le aborrezcan los que no han sabido ser nada.

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