Ejemplos con viajeras

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Las apariciones eran ocasionales y siempre sucedían en las tenebrosas noches donde el relámpago alumbra con su brillante luz las huidizas sombras que se forman de los árboles y de las aves viajeras.
Circula por el vagón el nombre de una de las viajeras.
Conozco igualmente la historia del muerto: un mozo esbelto, de rubio bigote y finos ademanes, que atraía las miradas de las viajeras solas, haciéndolas reconocer la injusticia de la suerte, que reparte sus bienes sobre la tierra con escandalosa desigualdad.
Todos pedían lo mismo, y él, que era del país, jamás había visto una rosa en Pestum Algunas veces, para satisfacer el deseo de las viajeras, traía rosales de Capaccio Vecchio y otros pueblos de la montaña, rosales iguales a los demás, sin otra diferencia que la del precio Pero él no quería engañar a nadie.
Conocía esta música dulzona, la de Toselli, lamento de pasión que removía el alma de las viajeras en los de los grandes hoteles.
La esposa se irritó al evocar las infidelidades recientes Ya no eran sus rivales las mercenarias de los grandes puertos, ni las viajeras que sólo pueden dar unos días de amor, como una limosna que se arroja sin detener el paso.
Mas el tiempo se empeñó en festejar a las viajeras, y poco después de su llegada a Vichy brindoles los más espléndidos y apacibles días que quepan en otoño, estación de serenidad, sobre todo cuando comienza.
Andaban por allí cerca las rubias de la opereta, las cocotas viajeras, un sinnúmero de temibles peligros, y sin una palabra que revelase su inquietud, cada una se aproximaba a su marido, se colgaba de su brazo, intervenía en la conversación, lo paseaba por toda la cubierta, y únicamente se decidía a soltarlo en la entrada del fumadero, con la promesa de que volvía al o a tomar una copa.
Pretendió Ojeda tentar su codicia de mujer, hablando de los diamantes que conquistaban en Argentina y Brasil las cortesanas viajeras.
¿Qué se hizo de las misteriosas viajeras? ¿Se desvanecieron en los aires cual figuras que tenían su domicilio en los espacios imaginarios, o eran seres de carne y hueso que habían terminado su viaje? Busqué a las fantásticas damas a lo largo del andén, luego en la Fonda, y no hallé rastro de las princesas o señoras , como decía.
Por momentos, el deseo y la curiosidad me aguijoneaban para correr hacia el coche donde iban las misteriosas viajeras, por momentos, el miedo a la desilusión y la idea de ser mal recibido me retenían, sujetándome a la única diosa de que yo podía disponer, , divinidad terrestre, pedestre y de vuelo harto rastrero y prosaico.
¿Era el arrogante forjador de voluntades, padre presunto de las mil hijas de Floriana que, después de echar toda el agua fría del mundo sobre mi pasión por la Maestra educadora de pueblos, me arrojó desde lo alto de un talud, cual si yo fuera un muñeco inservible o un despreciable animalejo? Cuando advertí que el divino Titán, vestido con azul ropa de maquinista, se acercaba al Reservado de Señoras y subiendo al estribo departía con las incógnitas viajeras, llegué al colmo del espanto.
Me dormí, mas no tan profundamente que dejara de advertir la partida, el arrastrar de baúles, la cháchara de las viajeras, que en vilo me llevaron a un coche, y en él me acomodaron como un bulto más.
Al gran patio principal, en cuyo fondo arrancaba la escalera, acudieron diferentes personas, muchedumbre de criadas, familias pobres, familias ricas, que aguardaban a las viajeras: los unos, para darles el parabién y el pésame, las otras, para besuquearlas, y en medio del tumulto salieron también tres, cuatro, seis o más perros de diferentes castas, cazadores los más, que armaron terrible algazara de ladridos, brincos y demostraciones de alegría.
Al punto salió Fernando a comunicar a las pobres viajeras su hallazgo y el plan que imaginó rápidamente ante los apuros de aquel caso inaudito.
En la silla, y armado al uso general con el látigo y largo machete de cabo de carey y plata, aguardaba por las viajeras el apuesto calesero Leocadio.
Atendían Rafaela y María Luisa, multiplicándose, al menester de preparar comistraje para tantas bocas, y las viajeras, hijas y señora de Carrasco, descoyuntadas y muertas de fatiga, dormitaban en sofás y sillones, mientras Don Bruno y Cavallieri se ocupaban en clavar escarpias en las paredes del nuevo domicilio, y en abrir baúles y colgar perchas.
No vale la pena de estar aperreao medio mes pa tirarlo tó en dos horas y metérselo en el bolsillo a palomas viajeras que hoy vuelan aquí y mañana arremontan, y me alegro de haberte visto.
El viejo jefe de la patrulla abrió la portezuela del coche y echó la luz del farol al rostro de las viajeras.
De las dos viajeras del hotel, una se había marchado por la estación, la otra, la monja, había partido en un coche hacia Laguardia.
Todas estas precauciones se habían adoptado por mi consejo, y además proveí a las viajeras de los documentos y salvoconductos necesarios para que las acompañara por todas partes la protección oficial del ministro.
Conozco igualmente la historia del muerto: un mozo esbelto, de rubio bigote y finos ademanes, que atraía las miradas de las viajeras solas, haciéndolas reconocer la injusticia de la suerte, que reparte sus bienes sobre la tierra con escandalosa desigualdad.
¡Oh, en el azul, vosotras, viajeras golondrinas.
Y aquella tarde, pensando en las viajeras, pensando en las camelias y el champaña almacenados en el lindo yate que ya esperaba inútilmente la fiesta del amor y del candor, llamó a Godfrin y le previno:.
El hombre, en la ciudad, al pensar en el regreso de las aves viajeras, y en que había principiado el mes de las flores, y en que el día siguiente sería DOS DE MAYO, experimentaba solemnes y gratas sensaciones morales y patrióticas, que hablaban también a su alma de resurrección y eflorescencia.

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