Ejemplos con valentías

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Espero que Vuestra Excelencia leyendo la sombra de las heroycas hazañas, antigua nobleza y famosísimo govierno del Ilustrísimo y Excelentisimo Señor su padre, se inflamará como Aguila a imitarle, y hazer cosas muy grandes, y señaladas en servicio de Su Magestad, sobrepujando las valentías de Alexandro, César, Cipión, Theseo, Themístocles, y del Gran Sultán Solimán.
Pero, como decía el jesuita, estas valentías, obra del Malo, acaban ante el peligro y no pueden compararse con la serenidad del sacerdote que exhorta al reo.
¿Las valentías del cabo Morales? ¡! ¡Todo !.
—¡De este modo, tendrás que saltar sobre mi cadáver para hacer las valentías que me has dicho, y será más completa tu obra!.
-Ya sabemos todos lo que significan tus guapezas y valentías -replicó la dama-.
Despertáronlos y mandáronles que tuviesen a punto los caballos, porque, en saliendo el sol, habían de hacer los dos una sangrienta, singular y desigual batalla, a cuyas nuevas quedó Sancho atónito y pasmado, temeroso de la salud de su amo, por las valentías que había oído decir del suyo al escudero del Bosque, pero, sin hablar palabra, se fueron los dos escuderos a buscar su ganado, que ya todos tres caballos y el rucio se habían olido, y estaban todos juntos.
Ferido no dijo don Quijote, pero molido y quebrantado, no hay duda en ello, porque aquel bastardo de don Roldán me ha molido a palos con el tronco de una encina, y todo de envidia, porque ve que yo solo soy el opuesto de sus valentías.
Juzgue vuesa merced, señor, de sus caballerías respondió Sancho, y no se meta en juzgar de los temores o valentías ajenas, que tan gentil temeroso soy yo de Dios como cada hijo de vecino, y déjeme vuestra merced despabilar esta espuma, que lo demás todas son palabras ociosas, de que nos han de pedir cuenta en la otra vida.
-Ni palabra, Gorio, pudimos sacarle del cuerpo, respetive al caso, aunque, por dichos escapaos, alvertí que el viaje de don Lope debió quitarle dá que cruz que ya tenía entre los dientes, por esa y otras valentías, y desconcertar las miras de estas gentes.
El gordo grasiento quiso poner paz, declarando que a Prim no se le podía negar la nota de valiente, pero que había que agregarle la de farsante, pues las valentías le servían de gancho para sus negocios.
Pero no trato yo ahora de valentías militares, estimo, sí, que sea usted hombre de corazón, de voluntad bien templada.
No sospechaba siquiera que hubiese habido un Alvar Mojino que realizó valentías, y menos que, en virtud de tal suceso, ella hubiese de subir al trono.
triunfando de soberanías, de bellezas, de valentías, de riquezas, de discreciones y de todo.
por esto, grandes ingenios sin ventura, valentías prodigiosas sin aplauso, un Gran Capitán.
precia de que sus valentías den en rostro, el lindo que se hable de sus cabellos, la otra que.
Por Dios, que esta vez no os han de valer vuestras valentías ni vuestro recatos!.
Y frente por frente al viejo destacábase Dolores, una hermosa plenitud de la vida a la que la maternidad no había logrado hurtarle turgencias y valentías en el seno, ni esbeltez en la cintura, una hermosa plenitud de ojos enormes de córnea azulada, en que las pupilas negrísimas y luminosas parecían dormir eternamente un sueño lánguido y voluptuoso, una hermosa plenitud, alta, mórbida, ondulante, de sonrisa picaresca, de pelo abundoso, de cuello tornátil, de frente amplia y noble y de voz de ritmo susurrante y desmayado.
-Mire usté, compadre, usté lo que debe jacer es dejarse ya de valentías, porque un hombre con la panza de usté y con un hijo que le lleva a usté cuatro deos, no debe ya andar como usté anda siempre dándoles el quién vive a toítas las jembras que se le cruzan en el camino.
Otras veces recibía con las manos la embestida del enemigo, le sujetaba por los brazos, le zarandeaba un poco, y después le despedía seis pasos atrás, y vuelta a componerse el vestido, a colocarse el sombrero, a sacudirse el polvo de las perneras, y a sonreír a las muchachas, entre las que estaba Catalina a tres varas de él, anhelosa, conmovida y siguiendo con la vista, y en la vista el alma, todos sus ademanes y valentías.
Calló también esta vez el quejumbroso, aunque con protestas y valentías que sólo podían explicarse por el flamante encumbramiento en que fiaba el tal, pero las palabras habían caído en buen terreno, y fructificaron en descrédito gravísimo de Patricio y de don Gonzalo, sin necesidad de que Polinar insistiese en difamarlos.
Volvió la época del paseo en el Espolón, y don Fermín al pasear allí su humilde arrogancia, su hermosa figura de buen mozo místico, observaba que ya no era aquello una marcha triunfal, un camino de gloria, en los saludos, en las miradas, en los cuchicheos que dejaba detrás de sí, como una estela, hasta en la manera de dejarle libre el paso los transeúntes, notaba asperezas, espinas, una sorda enemistad general, algo como el miedo que está próximo a tener sus peculiares valentías insolentes.
Loco, vencido, admirando en las excelsas valentías de ella y de su madre el amor de la bella enamorada, el respeto hacia tantos heroísmos le creció en el corazón.
Lola, las horas que pasó junto a él la noche anterior, se las pasó ella hablándole de sus futuras heroicidades: «¡Qué alegría si consigue usté pegar y encaramarse como se han encaramao muchos otros! ¡Qué ganitas que tengo de oír pregonar sus valentías!».
Mirárase el caso por donde se mirara, siempre resultaba el mismo delincuente, el mismo responsable: él, y nadie más que él fue débil complaciendo a Nieves, sin consentimiento de su padre, en un antojo tan serio, tan grave, como el de salir a la mar a hurtadillas y con, el tiempo medido, fue un mentecato, un majadero, haciendo valentías en ella, sin considerar bastante los riesgos que corría el tesoro que llevaba a su lado, fue un irracional, un bárbaro, rematando sus majaderías con la bestialidad que produjo el espantoso accidente.
Bien poco trabajo le costó a Leto mostrarse cortés y hasta rumboso en aquel particular, porque precisamente el balandro, sus condiciones marineras, sus hechos y valentías, y las altas prendas del generoso amigo que se le había regalado, eran los temas de conversación que más le agradaban, los únicos acaso con que se dejaba ir, hablando, hablando, al sosegado curso de sus ideas, sin la menor protesta de aquel diablillo psicológico que se lo echaba todo a perder cuando sus elogios o sus juicios recaían en cosa nacida de su cacumen, o, aunque propia, no tuviera consagrados los méritos por otro juicio de indiscutible autoridad.
«Aqueya vista de oju que leía en la escuridá», «el decir agudu de la su palabra», «la mucha mano que tenía en todas partes para vencer imposibles, en bien de aquel vecindario», este rasgo generoso, aquel dicho tan a tiempo, la blandura de su corazón, siempre abierto a las desdichas ajenas, igual que su bolsa inagotable, su saber de todo, su tener de todo para todos, y su vivir con nada, lo duro de su correa, su apegamiento al terruño natal, sus heroicidades de hombre, sus valentías de mozo, los donaires de su persona, el rumbo de sus bodas y lo rozagante de su mujer, siendo muy de notarse que en estas pinturas de las cosas de la juventud de mi tío Celso, siempre acudían presurosos don Pedro Nolasco o don Sabas el Cura a confirmarlas, cuando no a enriquecerlas con nuevos y muy curiosos datos, con la autoridad irrecusable de testigos presenciales.
¡vaya! ¡vaya! Y, por último, para las ocasiones son las valentías, y ahora o nunca.
Observé que le gustaba el razonamiento a Tanasia, aun en la hipótesis de dar por difunto a Pepazos, y esto me animó a distinguir y encarecer las valentías de Chisco entre las de todos los valientes que le acompañaban, lo cual fue menos del agrado del Topero que del de su hija, señal bien evidente de que el Tarumbo no estaba mal informado acerca de este delicado particular.
No pudiendo acomodarme a las injustas preferencias del Topero, complacíame algunas veces en ponderarle, trayendo el asunto por los cabellos, las valentías de Chisco y sus prendas de mozo casadero, de las que, a mi modo de ver, debían de estar codiciosas las mejores mozas de Tablanca.
Como la excursión me resultó muy entretenida y también muy provechosa, porque me dio buen apetito y mejor sueño, al día siguiente la repetí, aunque por distinto lado de la montaña, pero sin extender mucho más que en la anterior el radio de mis valentías, porque el teatro de mis experiencias era vastísimo, y el aprendizaje muy duro de pelar.

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