Ejemplos con tribunado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Durante su magistratura los plebeyos se establecieron en el Monte Sacro, y el tribunado de la plebe fue creado.
El primer tribunado de Saturnino esta principalmente vinculado a su ley de maiestas, la cual probablemente reforzó el poder del tribunado de la plebe y de los Populares.
Durante su tribunado legisló de la Lex Domitia de sacerdotiis, por la que los sacerdotes de los colegios superiores debían ser elegidos por el pueblo en los comitia tributa, en lugar de por cooptación, como hasta entonces.
La primera demostración de benevolencia que recibió del pueblo fue cuando, contendiendo con Gayo Popilio sobre el tribunado militar, fue designado el primero, y la segunda y más expresiva todavía cuando, habiendo muerto Julia, mujer de Mario, de la que era sobrino, pronunció en la plaza un magnífico discurso en su elogio, y en la pompa fúnebre se atrevió a hacer llevar las imágenes de Mario, vistas entonces por la primera vez después del mando de Sila, por haber sido los Marios declarados enemigos públicos.
Mas como todavía le pareciese que habían de darle poco que hacer Chipre y Tolomeo, le encargó además que restituyese los desterrados de Bizancio, queriendo tener lejos de sí a Catón por el más largo tiempo que fuese posible durante su tribunado.
Por esta razón, a Catón las mujeres de su casa le rogaron encarecidamente y con muchas lágrimas que la jurase y cediese, y lo mismo le pidieron sus amigos y allegados: pero el que más le persuadió y movió a que jurase fue Cicerón el orador, exhortándole y haciéndole ver que quizá ni siquiera es justo el pensar que uno solo deba oponerse a lo establecido por la sociedad entera, y que por descontado es necedad y locura querer perderse cuando es imposible remediar nada en lo hecho, y el último de los males, el que, haciéndolo y sufriéndolo todo por la república, la abandonase y entregase a los que querían perderla, pareciendo que se retiraba contento de los combates que por ella sostenía: “Pues si Catón- le dijono necesita de Roma, Roma necesita de Catón, y necesitan todos sus amigos”, de los cuales decía Cicerón ser el primero, y contra quien se dirigía Clodio su enemigo, queriendo emplear en su ruina la autoridad del tribunado.
Fue, pues, grande la gloria de Catón, por haber desvanecido la grave opresión del tribunado y por haber en cierta manera triunfado en Metelo del poder de Pompeyo, aun recibió realce aquella gloria, por no haber condescendido con que el Senado notara de infamia, como lo intentaba, a Metelo, y lo despojara del tribunado, resistiéndolo e interponiendo sus ruegos.
Desvanecióse notoriamente con esta beneficencia y largueza la tempestad que amenazaba, pero abalanzándose en este tiempo Metelo al tribunado de la plebe, congregó juntas muy tumultuosas y escribió una ley para que Pompeyo Magno viniera cuanto antes con poderosas fuerzas y con su protección salvara la ciudad, tan en peligro como durante la conjuración de Catilina.
Antes de ser elegido para el tribunado de la plebe sostuvo, durante el consulado de Cicerón, la dignidad de esta magistratura en los diferentes embates que sufrió, y puso por fin el sello a las grandes y brillantes acciones del cónsul en la conjuración de Catilina, porque aunque éste, que no trataba de nada menos que de la ruina y de la absoluta subversión de la república, moviendo al mismo tiempo sediciones y guerras, a las reconvenciones de Cicerón se salió de la ciudad, Léntulo, Cetego y otros muchos con ellos se habían puesto al frente de la conspiración, y tratando a Catilina de tímido y cobarde, meditaban meter la ciudad a fuego y trastornar el imperio con las rebeliones de las provincias sublevadas y las guerras extranjeras.
Llegó por la tarde, y a la mañana, muy temprano, bajó a la plaza para pedir el tribunado de la plebe, con el propósito de hacer frente y contener a Metelo, porque la fuerza de esta magistratura consiste más en impedir que en hacer, y así es que, aun cuando todos los demás decreten una cosa, prevalece la oposición de uno solo que no la quiera y no convenga en ello.
Mas como en el camino se encontrase con acémilas, con equipajes y con esclavos, informado de que Metelo Nepote se volvía a Roma con el designio de pedir el tribunado de la plebe, se quedó parado y metido en sí por unos cuantos momentos, y luego dio orden a sus gentes de que volvieran atrás.
Incitábanle muchos a que pidiera el tribunado de la plebe, pero él no tenía por conveniente que la eficacia y actividad de esta insigne magistratura, semejante a un medicamento fuerte y poderoso, se consumiese en negocios de poca entidad, y pudiendo entonces respirar de los de gobierno, tomó consigo libros y filósofos y marchó a la Lucania, donde tenía posesiones que ofrecían una mansión deliciosa.
Acreditóse con esto de hombre, de otro temple que los demás, y habiéndose establecido por ley que los que pedían las magistraturas no se presentasen acompañados de nomenclatores, sólo él se sujetó a la ley al pedir el tribunado militar, cumpliendo por sí solo con el acto acostumbrado de saludar y llamar por su nombre a los ciudadanos que encontraba.
Llamado por la sexta vez Camilo al tribunado, quiso excusarse, por hallarse ya bastante adelantado en edad, y también por temer la envidia y algún revés después de tanta gloria y tan repetidas victorias.
Opúsosele Catón, y estuvo en poco el que aquél no perdiese el tribunado, mas en cuanto a Pompeyo, muchos de sus amigos se presentaron a defenderle de que ni solicitaba ni siquiera apetecía aquella dignidad.
Porque fue César elegido cónsul, y dedicándose al punto a adular al desvalido y al pobre, propuso leyes para enviar colonias y repartir las tierras, prostituyendo la dignidad de su magistratura y convirtiendo el consulado en tribunado de la plebe.
En el Senado tenía mayor influjo Craso, pero con la plebe era mayor el poder de Pompeyo, porque le restituyó el tribunado, y no hizo alto en que por ley se volviesen entonces los juicios a los del orden ecuestre: pero el espectáculo más grato que dio a los Romanos fue el de sí mismo cuando pidió la licencia del servicio militar.
Pidió el tribunado de la plebe, pero, oponiéndosele la facción de Sila, quedó desairado, por lo que parece fue desde entonces enemigo de éste.
No así Temístocles, que, para que en la Guerra Médica no mandase un hombre ruin y sin talentos y perdiese la ciudad, a costa de su dinero le hizo desistir de la empresa, ni Catón, que, previendo que el tribunado de la plebe había de dar mucho en que entender y acarrear peligros, por lo mismo, en servicio de la república, se presentó a pedirlo.
Por último, principalmente, era ya mal visto a causa de las malas condescendencias que tenía con Saturnino, de las cuales fue una la muerte de Nonio, a quien la dio Saturnino, porque era su competidor en el tribunado de la plebe.
Después del tribunado se presentó a pedir la Edilidad mayor, porque hay dos órdenes de ediles: el uno, que toma el nombre de las sillas, con pies corvos, en que estos magistrados se sientan para despachar, y el otro, inferior, que se llama plebeyo.
En su tribunado escribió sobre el modo de votar una ley, que parece quitaba a los poderosos su grande influjo en los juicios, a la cual se opuso el cónsul Cota, logrando persuadir al Senado que contradijese la ley y que se hiciese comparecer a Mario a dar razón de su propuesta.
Dícese que Mario, inflamado en sus esperanzas con esta expresión como con un fausto agüero, aspiró a tomar parte en el gobierno, y que le cupo en suerte el tribunado de la plebe, siendo su solicitador Cecilio Metelo, de cuya casa era cliente desde el principio, por sí y por su padre.
Dióle esto grande confianza, saltando por encima del tribunado de la plebe, de la pretura y de la edilidad, magistraturas intermedias y propias de los jóvenes, para aspirar, desde luego, al consulado, en lo que tenía muy de su parte a los de las colonias, pero habiéndole hecho oposición los tribunos de la plebe Fulvio y Manlio, por decir ser cosa muy dura que un joven se arrojara contra las leyes a la magistratura más elevada, sin estar todavía iniciado en los primeros ritos y misterios del gobierno, el Senado dejó la decisión al pueblo, y éste le designó cónsul con Sexto Elio, a pesar de que aún no había cumplido treinta años.
Después de esto, abandonando el juicio de tiranía, para el que no tenían pruebas, trajeron a discusión el discurso de Marcio en el Senado, cuando se opuso a la disminución del precio del trigo y se empeñó en que se quitara a la plebe el tribunado.
Por tanto, si hemos de obrar con prudencia, arranquémosles el tribunado, que es un jirón de la autoridad consular y un rasgón de la república, no una ya como antes, sino de tal manera partida en trozos, que ya no ha de poder en adelante unirse, ni tener concordia, ni dejar nosotros de estar agitados y en continuos alborotos unos con otros”.
Por esto mismo los demás se contuvieron, pero Metilio, alentado con la inmunidad del tribunado- porque elegido dictador, este solo cargo no se disuelve, sino que permanece, anulados todos los demás-, no cesaba de arengar al pueblo, pidiendo que no desamparara a Minucio ni consintiera le sucediese lo que Manlio Torcuato ejecutó con su hijo, haciéndole cortar con la segur la cabeza, triunfante y coronado como estaba, sino que despojase a Fabio de la tiranía y pusiera la república en manos que pudieran y quisieran salvarla.
Éstos fueron los hechos más ilustres de su sexto tribunado.

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