Ejemplos con tremolando

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El tercer movimiento comienza con una rápida melodía en las cuerdas, interpretado en tremolando.
De pronto, el saltó al medio de la plaza tremolando su sombrero Pero ¿es que iban a pasar la tarde oyendo la flauta sin bailar? Corrió al grupo de y agarró por las manos a la más grande, tirando de ella.
Muchos de ellos agitaron en lo alto estos cascos, y el conde les respondió tremolando su gorra.
Estremecíase aún al recordar el final de la gran epopeya, ante la pira fúnebre rematada por el cadáver del héroe, cuando, tremolando la antorcha vengadora que convierte en cenizas el reino de los dioses, expresaba su pena y su sabiduría.
Los que la componían se arruinaron por completo, siendo ricos, sufrieron lo indecible, habiendo nacido felices, y en medio del vigor de la humana fortaleza, a la mitad del camino de la vida, tristemente se desangraron y murieron, ¡y no tuvieron la compensación que nosotros hemos tenido, la de ver tremolando sobre el suelo de su patria la bandera de sus ilusiones y de sus ensueños!.
Cuentan que en lo más recio de las peleas se arroja este divino en medio de las filas enemigas, tremolando un pendón amarillo, sin otra fianza que su esforzado corazón y el ardimiento de su caballo.
Don Gil de Albornoz, el famoso cardenal, marcha a Italia, huyendo de don Pedro el Cruel, y, como experto capitán, reconquista todo el territorio de los papas refugiados en Aviñón, don Gutierre III va con don Juan II a batallar con los moros, don Alfonso de Acuña pelea en las revueltas civiles durante el reinado de Enrique IV, y como digno final de esta serie de prelados políticos y conquistadores, ricos y poderosos como verdaderos príncipes, surgen el cardenal Mendoza, que guerrea en la batalla de Toro y en la conquista de Granada, gobernando después el reino, y Jiménez de Cisneros, que, no encontrando en, la Península moros a quienes combatir, pasa el mar y va a Orán, tremolando la cruz, convertida en arma de guerra.
Ahora bien: pues que ya conocéis la y la , y de juro también os han llevado, para que estudiéis las costumbres, a los toros del Puerto y de Sanlúcar, y a las ferias de Mairena y del Rocío, y a la Semana Santa de Sevilla, y de paseo o gran parada a la plaza de San Antonio de Cádiz, y de profana romería a la beata Sierra de Córdoba, y en todas estas habréis encontrado a las más genuinas andaluzas de alto y bajo copete, ora a pie, ora en las ancas de brioso caballo regido por apuesto contrabandista, ora en jumento con jamugas o con maldita la cosa, ora en calesa, calesín o birlocho, ya con vestido a media pierna, pañuelo de crespón encarnado y la cabeza orlada de claveles, ya con falda de espléndidos faralares, valioso mantón chinesco y toca blanca, al gusto de Goya, ya de legítima torera, con monillo, ceñidor y sombrero calañés, ya arrastrando luenga cola de seda y tremolando la clásica mantilla de casco, bandera negra de las españolas contra toda la extranjería, aquí tañendo las castañuelas, y bailando, verbigracia, el , allí cantando, al son de sus palmas, la apasionada , o entonando, con lágrimas en la voz, ¡sin palmas y con suspiros!, la quejumbrosa y lastimera, aquí abriéndose paso con su rumboso meneo entre una turba de majos, que arrojan a sus pies capas y sombreros para que le sirvan de alfombra, allí volviendo valientemente una esquina, y al mismo tiempo la cara en sentido inverso, como fascinadora culebra que no quiere que se escape el pajarillo, es decir, pues que ya habéis visto a la mujer técnica de la , sea duquesa o labradora, generala o cigarrera, en el pleno ejercicio de su privativo poder, de su peculiar gallardía, de su porte soberano, tengo que principiar por advertiros que.
En aquel momento, Dantés, por un esfuerzo supremo, se puso casi de pie sobre el agua, tremolando su gorro y lanzando uno de esos gritos lastimeros que solamente lanzan los marineros cuando están en peligro, gritos que parecen el lamento de algún genio del mar.
o quinto, porque en esto hay sus dudas, lucía un poco más abajo todos sus trapitos de gala y lanzaba a borbotones el humo por la chimenea, como si despilfarrara el carbón en honra de tanta fiesta, y a la sombra de los toldos, si no nuevos, lavaditos y estirados, bullían los elegidos en pintoresco desorden, tremolando las gasas de los sombrerillos de las damas al impulso de la ventolina que soplaba, y confundiéndose en un olor solo y en una sola algarabía, el salitre de la mar, el perfume de las mujeres, el tufo de la maquinaria, y el rumor de las conversaciones, el chapoteo de la resaca al batir los pilares y escalones del embarcadero, y las fugas del vapor de la caldera por todos los resquicios que le franqueaban las llaves mal cerradas.
El aspecto de aquella pequeña tropa producía un golpe de vista extraño, con sus abigarrados trajes, sus cabalgaduras ridículamente encaparazonadas y sus peones rústicos, sucios y derrengados, tremolando sencillas banderolas.
Y volviéndose hacia el teatro fulminó con el brazo en alto, tremolando el cerrado puño con ademán apocalíptico, agoreras palabras preñadas de anatemas:.
Veíanse las damas tremolando millares de pañuelos y bandas de diferentes colores: los caballeros disponiéndose a tomar la defensa y ocupar el lugar de sus amigos, y el concurso en general dando las mayores muestras de complacencia, de interés y de entusiasmo.

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