Ejemplos con trasudores

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¡Oh, qué días aquellos! ¡Cuánta ansiedad sentíamos los buenos patricios, esclavos de la libertad, suspensos entre la vida y la muerte, sin saber cuándo veríamos el fin de la horrible tiranía de los pues estos y otros graciosos nombres daba a los liberales en su el reverendo Padre Castro! ¡Y qué trasudores y congojas experimentamos en todo Abril, ora creyendo segura la llegada del Rey con el desquiciamiento de todo el catafalco constitucional, ora sospechando que los infames francmasones nos secuestrarían al Rey, haciéndolo perdidizo en cualquier desfiladero, para encajarnos la república Iberiana, que tanto daba que hablar en los barrios bajos y en los claustros de mendicantes!.
Es, pues, el caso que el estómago del pobre Sancho no debía de ser tan delicado como el de su amo, y así, primero que vomitase, le dieron tantas ansias y bascas, con tantos trasudores y desmayos que él pensó bien y verdaderamente que era llegada su última hora, y, viéndose tan afligido y congojado, maldecía el bálsamo y al ladrón que se lo había dado.
Y así le entraban unos trasudores y unos hormigueos, que no le dejaban sosegar.
Don Lesmes se sintió crecer hasta las nubes al oírse llamar «compañero» por tales labios, pero le volvieron los trasudores al considerar que era llegado el trance negro.
, o puede que no, aunque pretender, pretendilo, pero le entran a uno en esos trances tales congojas y malenconías, y unos trasudores, y siéntense unas ansias en el pecho, y pónense unas telas en los ojos, que por aquí va el hombre con la palabra, y por allá va el su pensamiento.
Pareciéronle a Chiscón, por ser públicas, estas segundas calabazas más duras de tragar que las primeras, pero tragolas mal de su grado, aunque no sin bascas y trasudores, y fingiendo una serenidad que no tenía, apartose de Catalina y acudió a otra moza con la pretensión.
Siempre que en esto pensaba, Isidora sentía trasudores y congojas, y echaba una sonda a lo futuro para ver si por alguna parte había señales de cosa metálica.
En la cavidad ancha, triste, pesada, jaquecosa de la escuela, se veían cuadros terroríficos: allá un Nazareno puesto en cruz, aquí dos o tres mártires de rodillas con los calzones rotos, a esta parte otro condenado pálido, cadavérico, todo lleno de congojas y trasudores, porque se le había atragantado una suma, más lejos otro con un cachirulo de papel en la cabeza y orejas de burro, porque sin querer se había comido una definición.

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