Ejemplos con trastornaran

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Fuese porque estas imaginaciones le trastornaran, fuese porque al pasar bruscamente del achicharradero de la meseta central a las humedades ribereñas contrajera algo de paludismo, ello es que entró en Valencia con escalofríos y sed insana.
Por efecto del calor y del cansancio que le quitaban el apetito, al pasar las Cabrillas iba el hombre tan espiritado, que el caballo, si en ello pensara, habría podido darse cuenta de una notable disminución en el peso de su jinete y señor. Ya en el llano de Valencia, donde los soldados se entregaban a locas alegrías, convidados de la dulzura del clima y de las abundancias de aquella tierra, Ibero se sintió invadido por tristezas más crueles, que se le agarraron al hígado, al corazón, y luego despedían negros vapores hacia la cabeza. Marchando en las serenas noches, se complacía en ver espectros, que surgían a uno y otro lado del camino, y pausadamente se alejaban ante el regimiento, mirando hacia atrás con fúnebres ojos. No eran, no, las nubes de polvo que levantaba el viento, eran ilusorios o verdaderos fantasmas, seres de otro mundo, que venían a penar en este y en el propio lugar donde fueron despojados de su carnal vestidura, eran las sombras de los infelices españoles brutalmente fusilados en los mataderos de Utiel, Chiva y Burjasot. De un suelo harto de sangre se evaporaban los trágicos horrores de la guerra para turbar los días serenos y las noches plácidas de la paz. Fuese porque estas imaginaciones le trastornaran, fuese porque al pasar bruscamente del achicharradero de la meseta central a las humedades ribereñas contrajera algo de paludismo, ello es que entró en Valencia con escalofríos y sed insana. El físico le recomendó descanso y pócimas, mas no hizo caso, atendiendo sólo, antes que a su salud, a buscar en el correo, o en la Capitanía General, las cartitas de La Guardia. Contaba con ellas como con la salida y puesta del sol a la hora marcada por los almanaques. Pero los divinos papeles ¡ay!, o no habían llegado, o andaban perdidos en los laberintos de la ciudad, quizás en manos de personas extrañas que los profanaban leyéndolos. ¡Qué abominación! Horrenda catástrofe era que se perdiesen, y crimen nefando que los violara la curiosidad. Lo primero merecía una revolución, lo segundo, un cruel castigo... fusilar sin piedad a todo español que desflorase una carta.

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