Ejemplos con tranquito

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Se acerca al tranquito, al montón de hacienda, revolviendo el lazo lentamente encima de su cabeza, y, al cabo de un ratito, cae la armada, con artística suavidad, en la cabeza de una vaca grande que, toda asustada, sacude las astas y se trepa sobre las compañeras, como si, usándolas de escalera, quisiera saltar del otro lado de los palos.
Echamos los animales al potrero y nos volvimos al tranquito para el lado de las casas.
Volviendo del señuelo al tranquito, dejábamos resollar los caballos.
Y la criatura, con los ojos agrandados por una curiosidad risueña, miraba las orejas del caballo, volvía la cabeza hacia su madre, se reía, y el padre, apretando las rodillas, hacía caminar al tranquito el animal, en medio de los palmoteos maternos y de las exclamaciones de triunfo: «¡Mirá el jinetito! ¡pégale, mi hijito!».
Con el lazo en el anca, lo acompañan los peones, capataces y puesteros, luciendo sus sombreros sucios y sus boinas descoloridas, los corceles llevan recados más o menos descompaginados, y el único objeto de lujo que, en el desfile, pueda llamar la atención, es la tricota nueva, de lana, que, por primera vez, endosó hoy el patrón, y este anda al tranquito, prendiendo el cigarrillo, rodeado de una perrada que parece bandada de lobos.
Al tranquito se venía, erguido en el oscuro, un grueso talero de plata, de punta en el muslo, con la diestra extendida sobre la argolla, en actitud arrogante.
Saldrán al tranquito, por grupos, y al tranquito, recorrerán centenares de leguas, los caballos son escasos en Santiago del Estero, se crían mal, por las palmeritas que cubren el suelo, y hay que cuidarlos mucho.
Y así, hasta que siendo ya de noche, el pastor, al tranquito, arrima despacio la majada balante y que los corderos vuelven a buscar las madres, conociéndolas entre mil, cada uno la suya, por la voz, por el olor, por el instinto, y de rodillas, buscando la teta, chupan con avidez la savia vital.
Cuando Faustino Videla, quebrantado por la edad, ya no pudo trabajar, se iba de estancia en estancia, al tranquito del mancarrón, llevando la fiel compañera, -algo cansada también, la pobre-, y en cambio de sus cantos, más hermosos que nunca, a pesar de su voz temblona, pues no hay como las chicharras viejas para cantar lindo, le daban la hospitalidad.
Y entre dos mates, en un momento de descanso, iba a seguir la crítica, cuando llegó al tranquito, completamente mamado, un peón, a quién habían mandado a la esquina, en busca de un porrón de ginebra.
Y los paisanos salieron de allí al tranquito, confundiéndose entre las sombras de la noche.
El paisano siguió siempre al tranquito, hasta que llegó al cementerio, echó pie a tierra delante de la puerta de fierro, y sin atar siquiera su caballo, penetró al cementerio, cuyas tumbas interrogó con una mirada húmeda y vacilante.
Y saltó sobre su overo bayo con el Cacique a las ancas, alejándose al tranquito en dirección a Lobos.
En seguida de esto y riéndose como un bien aventurado, Moreira salió del baile, montó en su overo bayo y se alejó al tranquito dejando a aquel pobre diablo avergonzadísimo con la tunda recibida y con las bromas sangrientas que le dirigían los testigos de aquella cómica aventura.
El paisano montó a caballo y se alejó al tranquito, dando vuelta la plaza y tomando el camino de las quintas.
Media hora después salía de pueblo al tranquito, tomando la dirección del partido del Salto.
Al acabo de media hora de descanso, el paisano volvió a montar y siguió su camino al tranquito arreando siempre la tropilla, pero apenas andaría unas dos cuadras cuando un gruñido amenazador del cuzco le avisó la proximidad de gente enemiga que no podía ser otra que indios de los toldos que había abandonado.
Moreira se alejó de allí al tranquito, encontrando suficiente recompensa a su acción en las caricias que le prodigaba el Cacique, y llegó al rancho de Santiago, donde desmontó como si solo viniera a dar un ligero paseo e ignorara por completo lo que había pasado tal era la calma de su continente.
Unas veinte cuadras andaría a este paso cuando puso su caballo al tranquito tomando la dirección de Cañuelas, donde tenía que ir a ver a un amigo para obtener por su medio noticias de Vicenta y el pequeño Juan.
Moreira sonrió agradecido y estrechó con cierto cariñoso respeto la mano que se le tendía, salió al patio de éste a la calle, y saltando sobre su bayo se alejó al tranquito.
Moreira vio todo eso y adivinó lo que en la pulpería pasaba, pero no alteró la marcha de su caballo que avanzaba al tranquito, haciendo sonar las copas del freno.

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