Ejemplos con traidora

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En la sesión matinal del último día del Congreso, el Comendador Pedro Pacelli escritor y periodista italiano presentó una moción de aplauso para el diputado carlista Juan Vázquez de Mella, que presentó a las Cortes de Madrid una vigorosa petición solicitando que sea declarada ilegal, facciosa y traidora a la Patria la Masonería, quitando de los empleos públicos a los masones.
Huye de la nave de investigación antes de que se estrelle contra el sol y salva a Juno Eclipse de ser ejecutada por traidora.
Cuando el país está liberado, Rachel es encarcelada por los holandeses y humillada públicamente como traidora, y los alemanes obtienen de los aliados que se cumpla la sentencia de ejecución contra Müntze es ejecutado por un oficial alemán, a través de una orden de ocupación Aliada que honraba a las sentencias de muerte alemanas.
Carmen Rossi también desarrolló su carrera sobre las tablas, con obras como Otelo con Alberto González Vergel, Traidora con José Luis Gómez y La tabernera de los cuatro vientos con Gustavo Pérez Puig, entre otras.
Ya sabíamos que una dolencia traidora minaba lentamente la existencia del que fue nuestro director y seguía siendo nuestro amigo cordial mas no sospechábamos la inminencia de un desenlace tan cruel.
Era de edad como de cincuenta años, pequeño y rechoncho de cuerpo, turbia y traidora la mirada de uno de sus ojos, pues el otro estaba cerrado a toda luz, con el semblante amoratado y granulento como de persona a quien envilece y trastorna el vino, de andar y gestos sumamente ordinarios: en tanto grado repugnante y soez toda su persona, que era preciso suponerle dotado de extraordinarios talentos para comprender cómo se podía ser ministro con tan innoble estampa.
Los hombres de los buques eran los más furiosos, por lo mismo que arrostraban a todas horas la traidora asechanza submarina.
Mucho cuidado: la guerra de trincheras es traidora.
Las dos hermanas, algo tristes por la ausencia de sus prometidos, tenientes de húsares, se entretenían en visitar los hospitales y pedir a Dios que castigase a la traidora Inglaterra.
Había que castigar a esta nación traidora que preparaba su suelo como un escenario de melodrama.
Ferragut pasó varias mañanas contemplando su traidora inmovilidad, seguida de desdoblamientos mortales apenas una presa descendía en el estanque.
Artegui, en tanto, mudo y sereno, permanecía enhiesto en su butaca, orgulloso como el estoico antiguo: acre placer le penetraba todo, el goce de sentirse bien muerto, y cerciorarse de que en vano la traidora Naturaleza había intentado resucitarle.
¡Pobre Gonzalo! ¡Si supiese que aquella mujer traidora por quien preguntaba, lejos de estar arrepentida, se revolvía con furia contra su familia, cubriéndolos a todos de dicterios, amenazándoles con entregarse al primer hombre en cuanto saliese de la prisión, escandalizando con su soberbia y lenguaje procaz a la superiora del convento!.
Una racha traidora que te ha metido la borda debajo del agua Pero eres barco de mucha mangaañadió poniéndole las manos sobre los hercúleos hombros.
La masa de acero enrojecida, pasaba arrastrándose junto a sus pies, como una bestia traidora.
Un día, las vagonetas, al chocar unas con otras, aplastaban a un obrero: otro día saltaban de los rieles al bajar por el plano inclinado cayendo sobre un grupo encorvado ante el trabajo, que no recelaba la muerte traidora que llegaba a sus espaldas: los barrenos estallaban inesperadamente abatiendo los hombres como si fuesen espigas, llovían pedruscos en mitad de la faena, matando instantáneamente, y por si esto no era bastante, había que contar con los navajazos a la salida de la taberna, con las riñas en la cantera, con las disputas en los días de cobro, con la feroz acometividad de aquella inmensa masa ignorante y enfurecida por la miseria, en la cual vivían confundidos los que al salir de los penales de Santoña, Valladolid o Burgos no encontraban otro camino abierto que el de las minas de Bilbao, en las que se necesitaban brazos, y a nadie se preguntaba quién era y de dónde venía.
Puñaladas a la mujer traidora, ofensas a la madre lavadas con sangre, lamentos contra el juez que envía a presidio a los caballeros de calañés y faja, adioses del reo que ve en la capilla la luz del último amanecer, toda una poesía patibularia y mortal, que encoge el corazón y roba la alegría.
Supo al cabo Currita convencerle, y cauta siempre, y sin dar ella la cara, encargóle a él entablar las negociaciones con don Juan Antonio Martínez y el ministro de Ultramar, personajes ambos que con traidora previsión había procurado desde mucho tiempo antes atraer a su casa, importándosele un bledo los aristocráticos aspavientos de sus ilustres amigas.
Y la madre tenía que curar a alguno de los mayores aplicándole una pieza de dos cuartos bien apretada sobre el chichón levantado por una piedra traidora.
Este parecía, en efecto, abrigar intenciones perversas, porque el tío Frasquito percibía claramente del otro lado del tabique ruidos extraños que le desasosegaban, poniéndole nervioso, la puertecilla, sin embargo, no tenía rendija alguna traidora que diera paso a una mirada, y esto lo tranquilizó algún tanto.
Ni reflección traidora, ni ciego instinto hubo jamás en ella de perderme.
No tientes a la suerte, que es traidora.
¡Pérfida!, ¡desleal!, ¡traidora! Por eso tuve tanto gusto en hacerte rabiar con el teniente, para vengarme.
Volaban los tricornios a los balcones, cada cara bonita provocaba floreos interminables, en los que la hipérbole dilatábase hasta lo desconocido, y había muchacho que, impulsado por alguna copita traidora, despreciaba la vulgar invitación de las escaleras y se encaramaba por la fachada, agarrándose a las rejas, para entregar un ramo de flores a la niña y pedirle un duro a la mamá.
Esto, sí Maximiliano maltratado tú entrando en casa tan tarde y con esos modos de traidora de melodrama.
Al ver dormido a su esposo, pareciole a Fortunata que se alejaba, encontrose sola, rodeada de un silencio alevoso y de una quietud traidora.
¡Era la impura renegada del amor! ¡Era la sacrílega que habia escupido en mitad del corazon al más fino y consecuente amante! ¡Era la traidora que le habia dado muerte por la espalda, en la ausencia, sobre seguro, cuando más confiado y tranquilo batallaba en remotos climas por obtenerla, por llamarla su , por alcanzar la dicha de ser su esclavo! ¡Era el execrable demonio de su vida! ¡Era la envenenadora de su alma!.
Yo, que tenia entónces el juicio no en la cabeza, sino en los carcañales, haciéndoseme el deleite en aquel punto mayor de lo que en la imaginacion le pintaba, y ofreciéndoseme tan a la vista la cantidad de hacienda, que ya la contemplaba en dineros convertida, sin hacer otros discursos de aquellos a que daba lugar el gusto que me tenia echados grillos al entendimiento, le dije que yo era el venturoso y bienafortunado en haberme dado el cielo casi por milagro tal compañera para hacerla señora de mi voluntad y de mi hacienda, que no era tan poca, que no valiese con aquella cadena que traia al cuello, y con otras joyuelas que tenia en casa, y con deshacerme de algunas galas de soldado, mas de dos mil ducados, que juntos con los dos mil y quinientos suyos, era suficiente cantidad para retirarnos a vivir a una aldea de donde yo era natural, y adonde tenia algunas raíces, hacienda tal, que sobrellevada con el dinero, vendiendo los frutos a su tiempo, nos podia dar una vida alegre y descansada: en resolucion, aquella vez se concertó nuestro desposorio, y se dió traza como los dos hiciésemos informacion de solteros, y en los tres dias de fiesta, que vinieron luego juntos en una pascua, se hicieron las amonestaciones, y al cuarto dia nos desposámos, hallándose presentes al desposorio dos amigos mios, y un mancebo que ella dijo ser primo suyo, a quien yo me ofrecí por pariente con palabras de mucho comedimiento, como lo habian sido todas las que hasta entónces a mi nueva esposa habia dado, con intencion tan torcida y traidora que la quiero callar, porque aunque estoy diciendo verdades, no son verdades de confesion, que no pueden dejar de decirse.
Yo, viendo alborotada toda la gente de casa, me aventuré a salir, ora fuese visto o no, con determinación que si me viesen, de hacer un desatino tal, que todo el mundo viniera a entender la justa indignación de mi pecho en el castigo del falso don Fernando, y aun en el mudable de la desmayada traidora.
Y en el silencio de aquella noche, sin dar cuenta a mi traidora doncella, salí de mi casa, acompañada de mi criado y de muchas imaginaciones, y me puse en camino de la ciudad a pie, llevada en vuelo del deseo de llegar, ya que no a estorbar lo que tenía por hecho, a lo menos a decir a don Fernando me dijese con qué alma lo había hecho.

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