Ejemplos con traducían

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Estas realizaciones que el desarrolló, traducían un viejo ideal ya pregonado muchas veces por gobernantes, estadistas y legisladores, pero que no pasaron de la proyección del intento, la sugerencia y el consejo.
que, según algunos autores, indicaba un rango de iniciación en las creencias de tinte esotérico que caracterizaban a la alta cúpula de las SS, creencias que se traducían en rituales mágico-paganos que se practicaban durante los solsticios o equinoccios y propugnaban la exaltación de la raza aria.
El rey tenía la facultad legislativa exclusiva, que se traducían en reales cédulas, reales órdenes, podía declarar la guerra, firmar la paz, administrar justicia y acuñar monedas.
Sus obras se vendían por cientos y se traducían a todos los idiomas cultos.
Yie Ar Kung-Fu marcó un hito en el genero: los controles permitían diversas combinaciones que se traducían en distintos ataques y movimientos, además de que cada enemigo tenía sus propias técnicas y puntos débiles específicos.
Los Mustang empezaban a explotar ese filón de la recopilación de esos temas extranjeros que ellos traducían al español, incluso antes del arribo a España del original, cosa que el publico deseaba por desconocimiento de otros idiomas.
CAPITÁN y otros veteranos de la Conquista traducían a las damas de la corte las inscripciones poéticas de sus afiligranados patios y camarines!.
Algunas lecturas, un poco de erudicción a salto de mata, debida a sus visitas a los talleres de pintores y escultores, habían sembrado en el cerebro de Rafael ideas que ahora se traducían en representaciones plásticas.
Los gestos y las medias palabras referentes a Luis se traducían para sor Casilda de esta suerte: «En pecado.
Cabildeos y gestiones, intrigas y esperanzas sazonadas, se traducían en movimiento, en una ausencia casi continua de la Ercolani, que ya era para Felipe María una especie de apeadero, donde descansaba antes de asistir a nuevos conciliábulos y de dejarse ver, solicitar y halagar por sus partidarios, nunca saciados de su presencia en los primeros instantes, luna de miel del entusiasmo y la adhesión.
En él las impresiones fuertes se traducían en un sudor copioso y de mal tono que bajaba por la frente hasta el tejado de cejas y pestañas, en una sonrisa de barro cocido, toscamente modelado, y en un ceceo tartajoso que inspiraba compasión, quitando al más cruel las ganas de burlarse.
Pero estas glorias y preeminencias que se traducían en diplomas honoríficos, consultas, también honoríficas, títulos académicos, cartas laudatorias, sueltos encomiásticos de la prensa y medallas de níquel, no se traducían en pesetas, y de pesetas andaba más necesitada cada vez la casa del astrónomo.
Nadie le leía, excepto algunos alemanes e ingleses, que le escribían respetuosas epístolas y le traducían en otras revistas tudescas y británicas, con menciones muy honrosas.

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