Ejemplos con torpezas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Porque esta funesta práctica y el vicio del pecado sodomítico parece haber inficionado a muchos, nosotros, para extirpar la costumbre de esta práctica vergonzosa , todos de común acuerdo, sancionamos que todos los que aparecieren ejecutores de una acción tan criminal, y todos los que se hallaren mezclados en estas torpezas y, obrando contra naturaleza, hombres con hombres cometieren esta torpeza, si alguno fuera obispo, presbítero o diácono, será condenado a destierro perpetuo, por si a otras personas de cualquier orden o grado se las hallara complicadas en crímenes tan afrentosos, sufrirán , corregidos con cien azotes y vergonzosamente rasurados, el destierro perpetuo.
Algunas torpezas de exégesis más o menos fantásticas, no logran oscurecer la concepción esencial que se formaron del Cantar los judíos: la obra canta las bodas místicas del Señor con su pueblo escogido.
Una de las secciones del programa es Las Perlitas de Boluda Total en las que ella misma comenta sus papelones y torpezas al aire.
Flamenco Rosa, es una flamenco que no para de hacer torpezas, pero ella adora correr y jugar.
Yo no entraré en la escabrosísima cuestión ética de si puede o no tenerse por cosa inmoral la representación artística de vicios y torpezas hediondas, cuando esto se hace, no con el fin de enaltecerlos, sino con el de clavarlos en la picota.
Ahora ya no necesitaba cometer estas torpezas.
Otras veces la veía Argensola por una ventana interior trabajando en la cocina, ayudada por su compañero, riendo los dos de sus torpezas é inexperiencias al improvisar la comida del domingo.
Ministros y Rey han rivalizado en torpezas.
y las torpezas de aquellas chicas.
Ruidoso escándalo trajo la grave acusación, una de las mayores torpezas de la Unión Liberal, porque en el proceso salieron a relucir infinidad de suciedades de nuestra administración, y nadie a la postre fue castigado.
Cuesta gran trabajo creer los desaciertos, torpezas e indignidades en que incurrían todas las clases del Estado, durante los reinados de aquella funesta dinastía que comenzó en una pobre loca y acabó en un desdichado imbécil.
Luego era una insolente, porque en vez de reconocer sus torpezas decía que la señora tenía la culpa, y que ella, la muy piojosa, no estaría allí ni un día más porque.
Aquí no se hacen más que torpezas, si el partido liberal se divide, vamos a ver cosas muy tristes.
La conspiración del Escorial, los tumultos de Aranjuez, las vergonzosas escenas de Bayona, la abdicación de los reyes padres, las torpezas de Godoy, las repugnantes inmoralidades de la última Corte, los tratados con Bonaparte, los convenios indignos que han permitido la invasión, todo esto, señora amiga mía, que es el colmo del horror y del escándalo, ¿lo han traído por ventura las Cortes?.
¿Qué importa que se armen multitud de paisanos, si esas turbas indisciplinadas antes que ayuda serán elemento de desconcierto para el escaso ejército español? ¿Qué obstáculo pueden ofrecer a los que han sometido la Europa entera, esos infelices alucinados, a quienes engaña su ignorancia? ¿Han visto alguna vez un campo de batalla? ¿Tienen idea de lo que significa la previsión, la táctica, el genio de un jefe experto para decidir la victoria? Es una triste cosa haber llegado a este extremo por las torpezas de nuestros Reyes, pero una vez aquí, no hay más remedio que someterse a lo que la Providencia ha querido hacer de nosotros.
Y el esposo no acertaba sino a cometer torpezas y caer en soserías patosas que desesperaban a Gladys: «¡Sois un pedazo de corcho!».
Estos diálogos cortos iban exornados con una infinidad de miradas furtivas del marido para advertirle continuamente a su mujer alguna negligencia, queriendo darnos a entender a todos entrambos a dos que estaban muy al corriente de todas las fórmulas que en semejantes casos se reputan finura, y que todas las torpezas eran hijas de los criados, que nunca han de aprender a servir.
Pero no te forjes la ilusión de que vas a verle sin mí, pues ya conozco tus torpezas, y no te confiaría ni siquiera la custodia del culo de un santón.
-Ahora bien -dijo el conde encogiéndose de hombros-, ¿queréis que os diga la causa de todas esas torpezas.
Podrán, si quieren, cometer sus torpezas delante del mismo idiota del marido.
Nana, no obstante, divierte porque está escrita con arte, porque el autor, con todos aquellos horrores y torpezas, ha acertado a formar, si no una acción, una serie de aventuras enlazadas, con interés, con lances tremendos, con escenas dramáticas y con verdad humana, aunque abominable.
Las torpezas o impropiedades que solía cometer Rosalía en visita, le indignaban.
y así he llegado hasta hoy, ella reclamando lo que en conciencia dice que la debo, e invocando testimonios que yo no quiero ver, ni jamás he visto ni veré, y yo aborreciéndola más cada día, y alejándome cuanto me es posible de ese padrón de ignominia, infierno de mi existencia, testigo de mis debilidades y torpezas.
Se cometen torpezas imperdonables o se hace alarde de una osadía que retrae o asusta al verdadero amor.
-¡Sí, de tus torpezas!.
-¿Serás capaz también de echarme la culpa de tus torpezas.
Don Silvestre no se extrañaba tanto de la desvergüenza del elegante jugador como del eco que en la concurrencia hallaban sus torpezas, parecíale insoportable la impudencia del uno, pero mucho más imperdonable la aquiescencia de los otros.
''Considerando'' una barbaridad y una injusticia que, aun en caso de tener Seturas alguna razón, se emplease ésta en exigir a los hijos el pago de las torpezas de sus padres, tenía a bien desestimar su pretensión, aconsejándole que se conformara con el fallo y no se metiera en más honduras, no hiciera el diablo que le reclamasen el cambio de algunas columnarias que había entregado borradas entre las restantes monedas de pago.
Pero válgame el consuelo de que llevo vistas mayores torpezas que las mías y hasta enormes inconveniencias y sandeces donde menos eran de esperarse por la calidad refinada de los actores.
-¡El demonio me lleve! -pensó Bastián delante de la otra alcoba, cuya cerrada puerta taladraba con ojos preñados de torpezas- si a mí me había pasado por la cabeza cosa semejante, hasta que este hombre me la metió entre los sesos! ¡Y vaya si es manejable y hacedera! ¡Pues dígote que, si a mano viene, allá veremos!.

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