Ejemplos con tocaban

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los arpistas tocaban sonatas populares y los mancebos bailaban con las muchachas del pueblo.
¡Pero los libros de don Manuel no! esos no se tocaban: nada más que a sacudirlos, en la piececita que les destinó en la casa pobrísima que tomó luego, permitía la señora que entrasen una vez al mes.
Sintió que le tocaban con la punta de un palo, y levantando la cabeza, vio una escueta figura, una especie de espectro que se inclinaba hacia él.
A la otra mañana, cuando después de la solemne misa de que hizo celebrar la marquesa en Zumárraga, volvió el jesuita a Loyola, oyó que las campanas de la iglesia tocaban también a muerto Había fallecido aquella noche el padre Mateu, encontráronle al amanecer ya frío, tendido en su lecho.
Entre una y otra representación tocaban las músicas alegres polcas, y la granujería de siempre, agarrada de un modo repugnante, improvisaba academias de baile en las aceras, chocando muchas veces contra las mesas donde las buenas mozas de vestido almidonado, pañuelo de seda y cara bravia vendían garbanzos tostados, orejones y ciruelas pasas.
Me dispuse a salir cuando sentí que me tocaban el hombro.
Me dolía el corazónSentí que me tocaban en el hombro, y que me decían quedito, muy quedito:.
¡Qué gracioso era aquello! Las dos hermanas reían contemplando las contorsiones del señor del tupé, que a cada movimiento de batuta parecía próximo a partirse por el talle, la rigidez automática y grotesca con que los bebés tocaban en sus instrumentos una muda sinfonía, que causaba gran algazara en el gentío.
No quisieron ellas variarle la difícil postura, temiendo que si le tocaban, se alborotaría de nuevo y les daría otra jaqueca.
Cogió la cesta, y bajándola a su casa con toda la rapidez que le permitían sus piernas no muy fuertes, azorado como ladrón o contrabandista, volvió a subir y se aproximó a la enferma, mirándola tan de cerca, que casi se tocaban cara con cara.
Digo pues, que yo me hallaba bien con el oficio de guardar ganado, por parecerme que comia el pan de mi sudor y trabajo, y que la ociosidad, raíz y madre de todos los vicios, no tenia que ver conmigo, a causa que si los dias holgaba, las noches no dormia, dándonos asaltos a menudo, y tocándonos al arma los lobos, y apénas me habian dicho los pastores, al lobo, Barcino, cuando acudia primero que los otros perros a la parte que me señalaban que estaba el lobo: corria los valles, escudriñaba los montes, desentrañaba las selvas, saltaba barrancos, cruzaba caminos, y a la mañana volvia al hato, sin haber hallado lobo ni rastro dél, anhelando, cansado, hecho pedazos y los piés abiertos de los garranchos, y hallaba en el hato, o ya una oveja muerta, o un carnero degollado y medio comido del lobo: desesperábame de ver de cuán poco servia mi mucho cuidado y diligencia, venia el señor del ganado, salian los pastores a recebirle con las pieles de la res muerta: culpaba a los pastores por negligentes, y mandaba castigar a los perros por perezosos: llovian sobre nosotros palos, y sobre ellos reprensiones, y así viéndome un dia castigado sin culpa, y que mi cuidado, lijereza y braveza no eran de provecho para coger el lobo, determiné de mudar estilo, no desviándome a buscarle, como tenia de costumbre, léjos del rebaño, sino estarme junto a él, que pues el lobo allí venia, allí seria mas cierta la presa: cada semana nos tocaban a rebato, y en una escurísima noche tuve yo vista para ver los lobos, de quien era imposible que el ganado se guardase: agachéme detras de una mata, pasaron los perros mis compañeros adelante, y desde allí oteé y vi que dos pastores asieron de un carnero de los mejores del aprisco, y le mataron de manera que verdaderamente pareció a la mañana que habia sido su verdugo el lobo: pasméme, quedé suspenso cuando vi que los pastores eran los lobos, y que despedazaban el ganado los mismos que le habian de guardar.
En resolucion, él decia tales cosas, que si no fuera por los grandes gritos que daba cuando le tocaban o a él se arrimaban, por el hábito que traia, por la estrecheza de su comida, por el modo con que bebia, por el no querer dormir sino al cielo abierto en el verano, y el invierno en los pajares, como queda dicho, con que daba tan claras señales de su locura, ninguno pudiera creer sino que era uno de los mas cuerdos del mundo.
Bien haya quien nos quitó ahora del trabajo de desenalbardar al rucio, que a fe que no faltaran palmadicas que dalle, ni cosas que decille en su alabanza, pero si él aquí estuviera, no consintiera yo que nadie le desalbardara, pues no había para qué, que a él no le tocaban las generales de enamorado ni de desesperado, pues no lo estaba su amo, que era yo, cuando Dios quería.
Levantóse Sancho, y desvióse de aquel lugar un buen espacio, y, yendo a arrimarse a otro árbol, sintió que le tocaban en la cabeza, y, alzando las manos, topó con dos pies de persona, con zapatos y calzas.

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