Ejemplos con tiranía

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Permanecía en la roca, sintiendo una sorda irritación contra la fatalidad, sublevándose con toda la rudeza de su carácter ante la tiranía del pasado.
¡El mar! Los organismos misteriosos que lo pueblan también vivían, como los de tierra, sometidos a la tiranía del medio, inmóviles en su primitiva existencia, repitiéndose a través de los siglos, como si fuesen siempre el mismo ser.
Jaime, sumido en la existencia monótona de una isla tranquila, conociendo sus ascendientes uno a uno, sabiendo el origen y la historia de todo cuanto le rodeabaobjetos, ropas, mueblesy de aquella casa que parecía tener un alma, podía darse cuenta de esta tiranía mejor que los demás.
¡Ay! El hombre de las grandes ciudades, que vive vertiginosamente, no sabe quién hizo su casa, quién elaboró su pan, y no ve de la libre Naturaleza otras obras que los pobres árboles que adornan las calles, ignora la tiranía de los muertos.
¡Qué tiranía la suya! ¡Qué poder sin límites! Es inútil apartar los ojos y paralizar la memoria, se les encuentra en todas partes, tienen ocupadas todas las avenidas de nuestra existencia, y nos salen al paso para recordar sus beneficios, obligándonos a una gratitud envilecedora.
La formación de esta plutocracia ha hecho que se recuerde, con muy probable oportunidad, el advenimiento de la clase enriquecida y soberbia que, en los últimos tiempos de la república romana, es uno de los antecedentes visibles de la ruina de la libertad y de la tiranía de los Césares.
Entre las inspiraciones constantes de Flaubertde quien se acostumbra a derivar directamente la más democratizada de las escuelas literarias, ninguna más intensa que el odio de la mediocridad envalentonada por la nivelación y de la tiranía irresponsable del número.
Embriagad al repetidor de las irreverencias de la medianía que veis pasar por vuestro lado, tentadle a hacer de héroe, convertid su apacibilidad burocrática en vocación de redentor, y tendréis entonces la hostilidad rencorosa e implacable contra todo lo hermoso, contra todo lo digno, contra todo lo delicado del espíritu humano, que repugna todavía más que el bárbaro derramamiento de la sangre en la tiranía jacobina, que ante su tribunal convierte en culpas la sabiduría de Lavoisier, el genio de Chénier, la dignidad de Malesherbes, que, entre los gritos habituales en la Convención, hace oir las palabras:y que refiriendo el ideal de la sencillez democrática al primitivo de Rousseau, podría elegir el símbolo de la discordia que establece entre la democracia y la cultura en la viñeta con que aquel sofista genial hizo acompañar la primera edición de su famosa diatriba contra las artes y las ciencias en nombre de la moralidad de las costumbres, un sátiro imprudente que, pretendiendo abrazar, ávido de luz, la antorcha que lleva en su mano Prometeo, oye al titán-filántropo que su fuego es mortal a quien le toca.
Yo os ruego que os defendáis, en la milicia de la vida, contra la mutilación de vuestro espíritu por la tiranía de un objetivo único e interesado.
Le sublevaba el orden minucioso y mecánico, siempre igual, sin algo de arbitrariedad extravagante, de tiranía bonachona.
Su carácter desigual y contradictorio gravitaba sobre los pobladores de sus tierras con una tiranía cruel y bonachona.
Deseaba batirse por la libertad de todos los pueblos oprimidos, por la resurrección de todas las nacionalidades olvidadas: polacos, checos, rutenos, yugo-eslavos Y sencillamente, como si dijese algo indiscutible, incluyó a Cataluña entre los pueblos que lloraban lágrimas de sangre bajo los latigazos de la tiranía.
Le aburrían las tertulias de familia en su casa y en la de sus parientes, las conversaciones con tíos, primos y sobrinos sobre ganancias y negocios o sobre los defectos de la tiranía centralista.
Tal era para Miranda el resultado físico: el moral era un anhelo de reposo y bienestar egoísta, esa regularidad del hábito, esa tiranía de la costumbre que se impone en la edad madura, y que mueve a tener como desdicha irreparable el que la comida o el sueño se retrasen media hora más de lo ordinario.
Allí, en los campos de Dos Ríos, campos ya para siempre memorables, se apagó aquel astro inmenso que parecía inmortal, allí cayó peleando por la independencia de su patria, arremetiendo contra los defensores de la tiranía, la cabeza imperial descubierta y nutrida de leyendas y de asombros, con el alma en el aire, el batallador infatigable que fue para los cubanos, con sus racimos de palabras y sus manantiales de ternuras, como otra isla sonora y espiritual.
Hablando de Bolívar dijo, entre otras muchas cosas grandilocuentes: ¡Oh no! En calma no se puede hablar de aquel que no vivió jamás en ella: ¡de Bolívar se puede hablar con una montaña por tribuna, o entre relámpagos y rayos, o con un manojo de pueblos libres en el puño y la tiranía descabezada a los pies!.
El obrero industrial, habituado a sufrir en otras partes la tiranía de las sociedades anónimas, monstruos acéfalos de la industria, irritábase a cada momento contra el gran patrono de reciente formación.
¿Pero hablar de libertad absoluta en este país, que es famoso en el mundo por la Inquisición y por ser patria de San Ignacio? Llevamos sobre las costillas cuatro siglos de tiranía clerical.
La ciencia rige a la humanidad como sucesora de la fe, pero los ricos se han apoderado de sus descubrimientos y los monopolizan para perpetuar su tiranía.
Esta devoción no les impedía que riesen cantando, y por lo bajo, entre oración y oración, se insultasen y apalabrasen para darse cuatro arañazos a la salida, pues estas muchachas morenas, esclavizadas por la rígida tiranía que reina en la familia labriega y obligadas por preocupación hereditaria a estar siempre ante los hombres con los ojos bajos, eran allí verdaderos demonios al verse juntas y sin freno, complaciéndose sus lenguas en soltar todo lo oído en los caminos a carreteros y labradores.
Porque no era necesario para ello llegar hasta el sacrilegio, que tanto la había aterrado siempre y la seguía aterrando, dispuesta estaba ella a lo que creía únicamente necesario para confesarse bien: acusarse de todos sus pecados y enumerar todos sus extravíos ¿Qué le importaba a ella que el padre Cifuentes supiese lo que hasta en los mismos periódicos se había publicado y había leído ella sin sonrojarse? ¡Si hubiera algún sacrificio que hacer, si hubiera algo que cortar, sería entonces otra cosa, pero la muerte, el puñal de un asesino, se había encargado de sacrificar, se había encargado de romper, y ya no le quedaba a ella nada, nada, sino aquella herida en el corazón y aquel despecho en el alma! Y ante aquellas dos ideas que la exasperaban, Jacobo muerto y ella caída de su pedestal, sentía hervir su sangre de dolor y de ira, y parecíale lo primero el crimen más nefando que se había cometido en el universo, y juzgaba lo segundo el acto de tiranía más atroz que pudiera atribuirse a Nerón, a Tiberio o a Busiris.
Paco, cuya tiranía se le había hecho insufrible.
La supeditación amorosa de doña Manuela le hacía ser dueño absoluto de la casa, y no tardó en hacer sentir su tiranía.
Los primeros años de la están descritos admirablemente por Honorato Balzac en aquellos tipos relegados, encogidos, tímidos, dolientes, víctimas de la doméstica tiranía y juguetes de la cruel hermosura que figuran en muchas de sus obras.
Se hacía respetar de los guindillas, protegiendo al débil contra el fuerte y los contraventores de las Ordenanzas urbanas contra la tiranía municipal.
¡Y al fin, por todas partes la tiranía, el privilegio, el feudalismo! Porque, vamos a ver, ¿qué es esto sino reproducir los ominosos tiempos de la gleba y las iniquidades de la servidumbre? Que yo necesito tu hija, ¡zas!, pues contra tu voluntad te la cojo.
Pero agitaba sus hombros un temblor, que delataba la tiranía del sistema nervioso sobre su debilitado organismo.
—¡Ah! ¡lo de siempre! ¡el militarismo! ¡el cesarismo! ¡la fuerza bruta! ¡el brazo secular de la tiranía!.
Diré que va acertado el que bien quiere, y que es más libre el alma más rendida a la de amor antigua tiranía.
Murió a manos del rigor de una esquiva hermosa ingrata, con quien su imperio dilata la tiranía de su amor.

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