Ejemplos con testeros

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Exteriormente destacan los testeros triangulares de las naves, la cúpula y sus dos torres prismáticas, simétricas, con cubiertas a cuatro aguas y con series de pequeños arcos lombardos en ventanas, remates, ménsulas y cornisas, en mezcla de revival mudéjar y románico.
Asimismo, en los testeros de ambas naves laterales hay sendas vidrieras con motivos de la vida de San Francisco de Asís.
A los lados vemos los testeros de dos crujías cuyas cubiertas a dos aguas quedan ocultas por un sistema que consiste en alzar el plano de la fachada de modo que no se vea el ángulo formado por las cubiertas.
Los testeros frontales están realizados en poliester reforzado con fibra de vidrio y dispositivos anticlimber con absorción de energía.
Los ábsides de la cabecera son rectos, como los testeros del transepto.
Los huecos practicados en la fábrica para la iluminación interior siguen los modelos prerrománicos asturianos: celosías en los laterales sobresalientes de la nave central y en los testeros de las tres capillas, y ventana geminada con doble arco de herradura y columna formando el parteluz en el frente de la denominada cámara secreta sobre la capilla principal.
Tipología constructiva con uso de fábricas de mampostería y sillería, balcones a modo de solana en planta alta y tejado achaflanado sobre los mismos, al situarse como regla general en testeros.
Los testeros extremos, cegados casi en su totalidad, completan la adscripción estilística del edificio.
Se trata de un amplio chaflán que cubre prácticamente la totalidad del frente, dejando escuetos testeros en sus extremos.
El planteamiento de la obra consiste en un espacio de planta rectangular con cubrición a dos aguas, con accesos centrados en las cuatro fachadas, siendo los testeros los que asumen el rango de fachada principal.
La luz inunda todo el espacio interior desde los testeros y las hileras de ventanas situadas a lo largo de las fachadas laterales encima de su cubierta, antes del arranque del faldón de la cubierta central.
Las fachadas de los testeros, adquieren por su tratamiento el rango de principales, en una solución muy utilizada en esta tipología por los empresarios de la naranja para ofrecer una imagen atractiva de su edificio.
Las vidrieras son de vidrio blanco excepto las que ocupan los testeros de los dos extremos del crucero, éstas son, como se anticipó arriba, vidrieras con rosetón y están coloreadas al igual que las que hacen la función de tímpano de las portadas de acceso bajo ellas.
El obispo Armengual patrocinó los ubicados en los testeros principales y dejó establecido en su disposición testamentaria que se dedicaran a San Liborio y San Rafael.
Estas actividades están limitadas en cuanto a la forma y a la época de realización, en determinadas zonas, por diferentes motivos como son los paisajísticos, la no interferencia en las tollas y testeros o en la reproducción de especies en protección.
En los testeros se veían espejos de toda la pared, y en los pasillos se levantaban estatuas y fuentes de alabastro.
En los testeros, esculpidas imágenes hablaban de idealidad, de ensimismamiento, de reposoY el viejo rey aseguraba que, aun cuando a nadie fuera dado acompañarle hasta allí, su hospitalidad seguía siendo en el misterioso seguro tan generosa y grande como siempre, sólo que los que él congregaba dentro de sus muros discretos eran convidados impalpables y huéspedes sutiles.
En la pared del fondo, donde desde inmemoriales tiempos tenía asiento la lanza consabida, había una especie de altarejo, sobre cuya tabla, dos velas de cera puestas en candeleros de azófar, alumbraban una imagen de la Virgen de los Dolores, un San Antonio y otros muchos santos de estampa, que de los cuatro testeros habían sido descolgados para congregarlos allí.
Dos de ellas parecía como que tenían un lugar fijo en los dos testeros de derecha e izquierda.
El piso era de baldosín, bien lavado y frotado, sin más defensa contra el frío que dos esteritas de junco delante de los dos bancos que ocupaban los testeros principales.
En dos testeros de pared cubierta de un papel muy oscuro rameado de oro, había dos retratos de mujer.
Casi en el centro de uno de los testeros, media docena de hombres desvergonzados, sucios, casi desnudos unos y haraposos otros, con semblante estúpido y ademanes incultos todos, se reían de la tertulia constantemente, embrutecidos por el vino.
Los cuatro testeros de la tal pieza apenas tenían superficie para tanto trebejo roto y sucio, para tanto cachivache como en ellos había acumulado una mano diligente y allegadora.
En los cuatro testeros otras tantas palabras de doradas letras indicaban los puntos cardinales, correspondiendo el a la presidencia, presbiterio, , altar mayor o como quiera llamársele, a cuyo sitio, más elevado que el resto del local, se subía por tres escalones.
Algunas láminas de santos, a quienes el artista grabador había dado nuevo martirio en sus impíos troqueles, adornaban la desnuda pared, en uno de cuyos testeros ostentaba su temerosa longitud la lanza del Gran Capitán.
En los dos testeros próximos a la entrada, se colocaron espejos como de a vara, pero no enterizos, sino formados por dos trozos de cristal unidos por una barra de hojalata.
En los dos testeros próximos a la entrada, se colocaron espejos como de a vara, pero no enterizos, sino formados por dos trozos de cristal unidos por una barra de hojalata.
Un silbido muy original de Chisco, el latir de un perrazo poco después, una luz tenue y errabunda aparecida de pronto, la detención repentina de mi caballo, tras el último par de resbalones con las cuatro patas sobre los lastrales «pendíos» de la vereda, bultos negros en derredor de la luz y rumor de voces ásperas y de distintas «cuerdas», mi descenso dificultoso del caballo, al cual parecía adherido mi cuerpo por los quebrantos de la jornada y los rigores de la intemperie, mi caída sobre un pecho y entre unos brazos envueltos en tosco ropaje que olía a humo de cocina, y la sensación de unas manazas que me golpeaban cariñosamente las costillas, al mismo tiempo que los brazos me oprimían contra el pecho, mi nombre repetido muchas veces, junto a una de mis orejas, por una boca desportillada, mi entrada después, y casi a remolque, en un estragal o vestíbulo muy obscuro, mi subida por una escalera algo esponjosa de peldaños y trémula de zancas, mi ingreso, al remate de ella, en otro abismo tenebroso, mi tránsito por él llevado de la mano, como un ciego, por una persona que no cesaba de decirme, entre jadeos del resuello y fuertes amagos de tos, cosas que creería agradables y desde luego le saldrían del corazón, advirtiéndome de paso hacia dónde había de dirigir los míos, o dónde convenía levantar un pie o pisar con determinadas precauciones, sin dejar por ello de pedir a gritos y con interjecciones de lo más crudo, una luz que jamás aparecía, porque, como supe después, toda la servidumbre andaba en el soportal bregando con los equipajes y las cabalgaduras, de pronto un poco de claridad por la derecha, y la entrada en otro páramo de fondos negrísimos con una lumbre en uno de sus testeros, después, el acomodarme, a instancias muy repetidas de mi conductor, en el mejor asiento de los que había alrededor de la lumbre, y el ponerse él, pujando y tosiendo, a amontonar los tizones esparcidos, y a recebarlos con dos grandes, resecas y copudas matas de escajo.

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