Ejemplos con ternes

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¡El dinero! ¡Lo que costaba de ganar y lo necesario que era para la vida! Y la bella sombrerera , como la llamaba Isidro socarronamente, entornaba los ojos hablando de los sacrificios que impone el negocio, de lo triste que era abandonar su pisito de la Avenida de Ternes, donde todo estaba en orden y a punto para las necesidades de la vida, con el cuidado de una mujer que sabe dar valor a los pequeños objetos y colocarlos en su sitio.
Admiraba Maltrana la facilidad con que esta joven repetía entre muecas de desprecio las cifras de miles y miles, ella que, semanas antes, en su pisito de la Avenida de Ternes llevaría indudablemente la cuenta del gasto diario con el esmero de una mujer ordenada, aunque de mala vida, que desea hacer ahorros para la vejez.
Recobradas una y otro, tanto él como Ibarburu dieron betún a sus botas, rasparon hasta donde era posible las cascarrias de sus balandranes, se asearon un poco, y se fueron tan ternes al cercano Monasterio de bernardos de Oliva, con objeto de besar la mano a la Majestad de Carlos V, que allí tenía su alojamiento.
Julián se limitaba a deplorar tamaños excesos, y a desear que las cosas se arreglasen, lo cual no daba tela a Máximo para armar una de sus trifulcas favoritas, tan provechosas al esparcimiento de su bilis y tan fecundas en peripecias cuando tropezaba con curas ternes y carlistas, como el de Boán o el Arcipreste.
Faltábale manos con que despachar a su numerosa parroquia a Currita la Cardenales, que se movía y removía ágilmente entre los cestos de legumbres con cuyo producto ganábase el sustento y recompensaba a su hombre del casi cruento sacrificio de tener que soportar a diario su falta de narices, acompañada de no bien olientes emanaciones y su fecundidad aterradora, Juan el Barbero, cruzado de brazos en el dintel de su establecimiento, en mangas de camisa, limpio, riente y gallardo, aguardaba a que reclamara sus servicios alguno de los ternes que figuraban en su lucidísima clientela, entraban y salían, en animado bulle bulle, en casa del Zocato los interesados, por devoción, en la prosperidad de Carcabuey y Cazalla de la Sierra, chirriaba la masa en la sartén del tío Paco el Tejeringuero, departían acá y acullá las vecinas y los vecinos en pintorescas agrupaciones con charla alegre y zumbona, y la numerosa prole de aquellas y de aquellos bullía doquier en alocados bandurrios y con resonante gritería.
Desde aquel día apenas si pasaron uno distante el uno del otro, hasta aquel en que la madre de Maricucha, que había mejorado de fortuna, gracias al decimoquinto de sus enlaces matrimoniales, al ver el desarrollo progresivo y tentador de las pantorrillas de su unigénita, y fijándose en las miradas codiciosas que empezaban a poner en ellas los de más encanecidos cabellos de los ternes del distrito, juzgó conveniente poner a salvo de espejuelos a aquella alondra descendiente de una de las más famosas de las dinastías gitanas.
Ante sus muros habían tenido que abatir sus pendones los más irresistibles ternes del distrito.
Cuando Rosario la Bravía dejó el lecho, no parecía tener vida más que en los ojos, en aquellos ojos suyos sombríos y fulgurantes de atávica fiereza, ojos que según afirmaban los más viejos rabadanes de las cercanías eran iguales que los de su padre y que los de su abuelo, que los de aquellos dos ternes que durante muchos años hubieron de retar impunes y valerosos los riesgos de una vida accidentada, hasta sucumbir a los disparos de sus implacables perseguidores.
Las palabras del pontífice de los de toma y daca fueron acogidas con un murmullo de asentimiento por aquellos ternes dignos todos de ser eternizados en mármoles y en bronces por sus arranques y bizarrías, y sólo el más duro de mollera de ellos exclamó dirigiéndose al anciano con voz irónica y campanuda:.
Se significaron igualmente por la abstención la aristocracia del faubourg Saint-Germain y el clero, que ha conculcado la ley con el hecho de no poner banderas ni iluminaciones para celebrar una fiesta nacional, ese clero que recibe severas censuras del cardenal Richard, porque «pululan» los sacerdotes que ahorcan los hábitos por casarse con las feligresas, como lo han hecho el vicario de Saint-Ferdinand des Ternes, el de una importante parroquia parisiense, y el vicario de Saint-Maur, el cual se casó ha poco con una muchacha tan guapa como rica, marchándose a veranear al hotel que tiene ella en Varenne, aunque protestó la parroquia toda y el cardenal Richard quiso atajarles escribiéndole a él: «Mi querido niño.

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