Ejemplos con tenor

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Y otra porción de máximas al mismo tenor.
La moda había traído profesores del otro lado del mar, de los arrabales de Buenos Aires, orgullosos y confusos al verse aclamados lo mismo que un tenor de fama o un conferencista.
Pero, día por día, iba encontrando en él algo que modificaba sus primeras impresiones: la blancura femenil de Karl más allá de la cara y las manos tostadas por el sol, la creciente marcialidad de sus bigotes, la soltura con que montaba a caballo, su aire trovadoresco al entonar con una voz de tenor algo sorda romanzas voluptuosas con palabras que ella no podía entender.
Se mató por vanidad herida al ver que me alejaba de él, por testarudez, por gesto teatral, por influencia de sus lecturas Era un tenor rumano.
La voz exasperada del tenor, como si fuese un eco del pensamiento de Ferragut, lanzaba una romanza de la fiesta de Piedigrotta, una lamentación de amor melancólica, un cántico a la muerte, última madre de los enamorados sin esperanza.
En el fondo, una pequeña orquesta acompañaba la voz de un tenor, o sonaba sola, estirando las melodías, amplificando los compases con napolitana exageración.
Un amigo con voz de tenor cantaba en catalán.
Y el último personaje de esta estirpe de héroes mediterráneos que se perdía en los tiempos fabulosos era un marinero de Niza, simple y romántico, un guerrero de todos los mares y todos los continentes, llamado Garibaldi, tenor heroico que proyectaba sobre su siglo el reflejo de su camisa roja, repitiendo en la costa de Marsala la remota epopeya de los argonautas.
El tenor, seis duros, la tiple, otros seis, son doce, el bajo, cuatro, son diez y seis, la contralto, tres, son diez y nueve, el barítono, cuatro.
El tenor, ¡oh el tenor! había estado admirable.
¿Quién no ha visto romper en actos y palabras brutales contra su delicada mujer a un tenor que acababa de cantar, con sobrehumano poder, el Spirto Gentil de la ? Tal la hermosura sobre las almas escasas.
Ella se moría por las voces del tenor.
¡Dice mucho, y cosas muy traviesas, un sombrero que ha estado una hora en la cabeza de una señorita! Se le puede interrogar, seguro de que responde: ¡de algún elegante caballero, y de más de uno, se sabe que ha robado a hurtadillas una flor de un sombrero, o ha besado sus cintas largamente, con un beso entrañable y religioso! El sombrero de Adela era ligero y un tanto extravagante, como de niña que es capaz de enamorarse de un tenor de ópera: el de Lucía era un sombrero arrogante y amenazador, se salían por el borde del costurero las cintas carmesíes, enroscadas sobre el sombrero de Adela como una boa sobre una tórtola: del fondo de seda negro, por los reflejos de un rayo de sol que filtraba oscilando por una rama de la magnolia, parecían salir llamas.
Fernando era para ella ese ideal abstracto que se forja toda mujer al sentirse enamorada por primera vez: el hombre modelo, conjunto de gracia y de fuerza, de sentimentalismo y energía, capaz de enternecerse ante una flor y de pelear como una fiera, ese personaje, en fin, mezcla de tenor amoroso y de paladín membrudo, creado por las novelas, que nunca se ve en la realidad y que turba los sueños de las vírgenes.
En Portugalete, al tomar el tren, iba de un lado a otro del vagón, con una nerviosidad que inspiraba cierta inquietud a los viajeros, cantando entre dientes todos sus recuerdos musicales que tenían algo de tierno y amoroso, todos los dúos en que el tenor, con la mano sobre el pecho, jura eterna pasión a la tiple.
Tal vez era la fuerza del contraste entre su rudo cuerpo de luchador y la delicadeza de aquel meridional que ocultaba sus energías, su viveza de carácter, bajo un exterior suave de efebo bigotudo Parece un tenor se dijo el millonario al conocerle.
El maestro, el organista, el tenor, el contralto y el bajo formamos la capilla.
En el coro gemía una voz de tenor las lamentaciones y trinos de los profetas orientales.
Las de la Parroquia, graves, solemnes, como un arcediano cuando entona el prefacio en la misa de Corpus, las de San Francisco seriotas, sonando en ritmo circular, rotundo el toque, como en los domingos de cuerda, las de San Juan desafinadas y chillonas, el campanario de la iglesita de San Antonio armaba una algazara sin igual, como en una orquesta platillos y chinesco, en la espadaña del convento de Santa Teresa se volvían locas las campanillas, y el esquilón rajado del Cristo resonaba presumido y vanidoso, a semejanza de un tenor cascado que no quiere retirarse del teatro.
Cantaba un tenor eminencia , uno de esos tiranuelos de la escena que cobran por noche cinco mil francos para entonar una romanza o un dúo y estar de cuerpo presente en el resto de la obra.
El gran tenor y sus triunfos figuraban en todas las conversaciones, y al fin, el pobre muchacho cayó en la tentación, no de oír el de Verdi, sino de ver el bicho raro que abriendo la boca se tragaba cinco mil francos de una sentada.
Estos proyectos o ideas son del tenor siguiente.
Por cierto que al llegar a la pregunta: , costaba a algunos mucho trabajo responder al tenor del libro: , , , , y respondían: , , , o como quiera que se llamaban.
Las parejas de danzarines no se concertaron en virtud de puja, sino espontáneamente, formándolas, por tanto, mozas y mozos de la clase baja, al tenor de sus particulares inclinaciones, de donde sólo hubo que admirar el rumbo y desenfado de tal o cual refajona metida en carnes y de coloradas mejillas, que se movia como una peonza, o las primorosas y contínuas con que algun pinturero bailador de zapatos blancos.
Lo que yo dije no fué poner ley, sino prometer que me morderia la lengua cuando murmurase, pero ahora no van las cosas por el tenor y rigor de las antiguas: hoy se hace una ley, y mañana se rompe, y quizá conviene que así sea: ahora promete uno de enmendarse de sus vicios, y de allí a un momento cae en otros mayores: una cosa es alabar la disciplina, y otra el darse con ella, y en efecto, del dicho al hecho hay gran trecho: muérdase el diablo, que yo no quiero morderme, ni hacer finezas detras de una estera, donde de nadie soy visto que pueda alabar mi honrosa determinacion.
La ventera, que vio de nuevo a su marido en pendencias, de nuevo alzó la voz, cuyo tenor le llevaron luego Maritornes y su hija, pidiendo favor al cielo y a los que allí estaban.
El duque, poco a poco, y como quien de un pesado sueño recuerda, fue volviendo en sí, y por el mismo tenor la duquesa y todos los que por el jardín estaban caídos, con tales muestras de maravilla y espanto, que casi se podían dar a entender haberles acontecido de veras lo que tan bien sabían fingir de burlas.
Oyó Sancho la carta con mucha atención, y fue celebrada y tenida por discreta de los que la oyeron, y luego Sancho se levantó de la mesa, y, llamando al secretario, se encerró con él en su estancia, y, sin dilatarlo más, quiso responder luego a su señor don Quijote, y dijo al secretario que, sin añadir ni quitar cosa alguna, fuese escribiendo lo que él le dijese, y así lo hizo, y la carta de la respuesta fue del tenor siguiente:.
Y fuele respondido por el propio tenor, paso:.

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