Ejemplos con teniéndole

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Por eso la comisión de monumentos le declaró vocal honorario, siguió teniéndole siempre presente en sus actas y continuó buscando su opinión, sus luces y su consejo en estudios y acuerdos, hasta que falleció.
Una ciudad en el noreste de la actual provincia argentina de Misiones le homenajea teniéndole como epónimo: Comandante Andrés Guacurarí, aunque en este caso se mantiene la grafía errónea del apellido.
El lugar de la Ermita estaba muy infestado de víboras, pero teniéndole gran respeto no se acercaban a ella, pero para que Juan Bautista comprobara que todavía era la Señora para con él la Virgen de la Defensa, sucedió que un día desyerbando un huertecillo que allí tenía, le mordió una víbora, pero acudiendo a su Santa Imagen, no le hizo daño alguno su veneno.
Burns se vuelve excéntrico y paranoico, teniéndole un excesivo miedo a los gérmenes.
Y don Manuel, alzándose del sillón, estrechó al muchacho en un abrazo ardiente, y teniéndole así, preso y acariciado, dijo con solemnidad:.
Clara jugaba con su niño teniéndole en brazos, mientras éste sujetaba con sus tiernas manecitas las orejas del Fidel.
En cuanto a Daudet, los mismos naturalistas no le cuentan entre los suyos sino con muchas atenuaciones y distingos, teniéndole más bien por un aliado útil que por un partidario fervoroso.
Si en Peralvillo le vieran con aquella facha, caerían todos de rodillas, teniéndole por el representante de la justicia humana, o por ministro universal.
Urbano VIII e Inocencio X, teniéndole en todas estas provincias por el modelo de la pintura, sacando retratos, etc.
El nuevo monarca era joven y guapo, y una vez teniéndole ella a su alcance en el puesto de camarera, parecíale fácil amalgamar en poco tiempo, en sí misma, dos personalidades históricas que le eran muy simpáticas: mademoiselle de La Vallière y la princesa de los Ursinos.
Pedro cosas tan oportunas y juiciosas, que Nicomedes hubo de enmendar su opinión respecto a él, teniéndole por la misma cordura.
Soledad, excitada por la comunicación de aquel veneno deleitoso, se enseñó a contestarle en papeles imprudentes a los cuales fiaba anhelos antes ignorados, leyendo mil veces embelesada lo que de palabra era incapaz de tolerar, y dejando otras tantas correr la pluma para hacerle confesiones y promesas que, teniéndole junto a sí, hubiera la vergüenza sofocado en sus labios.
Érale simpático, conocía sus apetitos , y aunque por sus amistades con los de Santa Cruz podía contarle ella en el número de sus enemigos, le miraba ella con buenos ojos, teniéndole por hombre inofensivo y bondadoso.
Había Leonardo arrebatado un pedazo de tortilla a uno de sus compañeros, y, teniéndole en la mano izquierda, lo brindaba a la joven que mejor le parecía, sin ánimo de dársela a ninguna, ni probarlo él, hasta que, de tres que iban en un quitrín, creyó reconocer la que ocupaba el lado opuesto, por cuya razón, en vez de hacerle el mismo ofrecimiento que a las demás, bajó la mano de pronto y trató de ocultarse tras el repecho de la meseta.
Por hábito, antes que por índole, era reservado y frío en el trato de su familia, teniéndole de ella alejado la naturaleza de sus primitivas ocupaciones y el afán de acumular dinero que se apoderó de su espíritu, luego que contrajo matrimonio con una criolla rica, y de las más encopetadas familias de La Habana.
No entendió bien Leonora lo que dijo su esposo, mas como le vió despierto y que hablaba, admirada de ver que la virtud del ungüento no duraba tanto como habian significado, se llegó a él, y poniendo su rostro con el suyo, teniéndole estrechamente abrazado, le dijo:.
Grandes fueron y muchos los regalos que los desposados hicieron a don Quijote, obligados de las muestras que había dado defendiendo su causa, y al par de la valentía le graduaron la discreción, teniéndole por un Cid en las armas y por un Cicerón en la elocuencia.
Y, volviéndose a Zoraida, teniéndole yo y otro cristiano de entrambos brazos asido, porque algún desatino no hiciese, le dijo: ¡Oh infame moza y mal aconsejada muchacha! ¿Adónde vas, ciega y desatinada, en poder destos perros, naturales enemigos nuestros? ¡Maldita sea la hora en que yo te engendré, y malditos sean los regalos y deleites en que te he criado! Pero, viendo yo que llevaba término de no acabar tan presto, di priesa a ponelle en tierra, y desde allí, a voces, prosiguió en sus maldiciones y lamentos, rogando a Mahoma rogase a Alá que nos destruyese, confundiese y acabase, y cuando, por habernos hecho a la vela, no podimos oír sus palabras, vimos sus obras, que eran arrancarse las barbas, mesarse los cabellos y arrastrarse por el suelo, mas una vez esforzó la voz de tal manera que podimos entender que decía: ¡Vuelve, amada hija, vuelve a tierra, que todo te lo perdono, entrega a esos hombres ese dinero, que ya es suyo, y vuelve a consolar a este triste padre tuyo, que en esta desierta arena dejará la vida, si tú le dejas! Todo lo cual escuchaba Zoraida, y todo lo sentía y lloraba, y no supo decirle ni respondelle palabra, sino: Plega a Alá, padre mío, que Lela Marién, que ha sido la causa de que yo sea cristiana, ella te consuele en tu tristeza.
Parecióle a Dorotea que don Fernando había perdido la color del rostro y que hacía ademán de querer vengarse de Cardenio, porque le vio encaminar la mano a ponella en la espada, y, así como lo pensó, con no vista presteza se abrazó con él por las rodillas, besándoselas y teniéndole apretado, que no le dejaba mover, y, sin cesar un punto de sus lágrimas, le decía:.
Porque el valeroso Amadís de Gaula se vio en poder de su mortal enemigo Arcaláus el encantador, de quien se tiene por averiguado que le dio, teniéndole preso, más de docientos azotes con las riendas de su caballo, atado a una coluna de un patio.
Y, trayéndole aderezo de escribir, de que siempre andaba proveído, Roque les dio por escrito un salvoconduto para los mayorales de sus escuadras, y, despidiéndose dellos, los dejó ir libres, y admirados de su nobleza, de su gallarda disposición y estraño proceder, teniéndole más por un Alejandro Magno que por ladrón conocido.
Yo soy el Desengaño, estos rasgones de la ropa son de los tirones que dan de mí los que dicen en el mundo que me quieren, y estos cardenales del rostro, estos golpes y coces me dan en llegando, porque vine y porque me vaya, que en el mundo todos decís que queréis desengaño, y en teniéndole, unos os desesperáis, otros maldecís a quien os le dio, y los más corteses no le creéis.
¡Dichoso es el que halla tal ocasión y sabio el que la goza! ¿Qué sentido no descansa en la belleza de una mujer que nació para amada del hombre? De todas las cosas del mundo aparta y olvida su amor, correspondido, teniéndole todo en poco y tratándole con desprecio.
a uno que hiciese alguna cosa fea, teniéndole en rehenes sus padres y sus hijos, de.
Su voluntad de campesino tozudo anulaba las exigencias de su sexo, que le causaban horror, teniéndole como tentaciones del Malo.
Y así, pregunto otra vez: hoy por hoy, en este mismo instante, tal como usted es, tal como usted piensa y siente, ¿a cuál de los susodichos pretendientes elegiría? ¿Con cuál de ellos cree usted, hoy por hoy, en este instante, que sería más feliz teniéndole por marido?.
Yo te acusé entonces, y tú ni confesaste claro ni negaste, ni tampoco te defendiste, pero dijiste y otorgaste con tu silencio lo suficiente para que yo pudiera formar juicio de todo, como le formé, y teniéndole por bien fundado, tomé una resolución que tú has calificado de injusta pocas horas hace.
no admite duda, cuando, teniéndole ¡caray! por el más cariñoso y noble, eso es, de los amigos, y el más caballero de los hombres, nos castiga.
Doña Ramona sacó entonces de la faltriquera de su delantal un enorme ovillo de lana parda, que allí tenía, desenvolvió un par de metros, hizo un lazo corredizo y se le echó a Currito cogiéndole por el pescuezo y teniéndole por el otro extremo a modo de brida.
Un día entre los días iba a montar a caballo para visitar al rey y rogarle que aguardara algún tiempo, cuando se le acercó un corredor a quien conocía, y que, teniéndole el estribo, lo saludó respetuosamente y recitó en honor suyo estas dos estancias:.

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