Ejemplos con teníais

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Yo había creído que teníais una descendencia más numerosa.
Seis meses antes de morir me sentó sobre sus rodillas y me dijo: Si te falto ahora, te quedará una renta de cinco o seis mil duros: poca cosa en comparación de lo que teníais antes.
Algunos del teatro creían que todo era mentira, que no teníais nada que ver, vamos, que os hablábais y nada más, porque ella no se dejaba ¿estamos? ¡Como si tú fueras un que se gastase la plata sólo por mirarla! Y también decían que don Juan, el querido o novio, lo que fuese, de tu sobrina, era quien había encargado a la María que te hablase y te marease para mientras tanto quedarse solo con la tiple.
-Tomad, duque - le dijo , teníais razón y era yo el que estaba equivocado, toda la intriga es política, y no había ningún asunto de amor en esta carta.
-¿Cómo? ¡La teníais! ¿Pues qué habéis hecho de ella, si ya no la tenéis?.
¿Queréis que os diga cómo estabais vestida la primera vez que os vi? ¿Queréis que detalle cada uno de los adornos de vuestro tocado? Mirad, aún lo veo, estabais sentada en un cojín cuadrado, a la moda de España, teníais un vestido de satén verde con brocados de oro y de plata, las mangas colgantes y anudadas sobre vuestros hellos brazos, sobre esos brazos admirables, con gruesos diamantes, teníais una gorguera cerrada, un pequeño bonete sobre vuestra cabeza del color de vuestro vestido, y sobre ese bonete una pluma de garza.
Teníais en la cabeza la corona de España, os bajasteis para coger la de Francia, se os cayó la vuestra sobre la cuna de vuestro hijo, Luis XV se ciñó la suya, y vos os quedasteis sin la una y sin la otra.
Bien veo ser razón que yo con vosotros disimule y os perdone los elogios que hacíais de esa gente, de cuyo valor teníais alguna prueba, no sabiendo por experiencia lo que era el cuerpo de mis persas.
Conmovido con la nueva Pausanias, y atemorizado del valor de los persas propiamente tales, háblales así: —«Puesto que al rayar el alba ha de entrarse en acción, menester es que vosotros, oh atenienses, os vengáis a esta ala para apostaros enfrente de los persas mismos, y que pasemos los lacedemonios a la otra contra los beocios y demás griegos que allí teníais fronteros.
En fuerza de tales vínculos y de nuestro honor, miramos por cosa tan indigna de los atenienses el ser traidores a nuestra patria y nación, que os aseguramos de nuevo ahora, si no lo teníais antes bien creído, que mientras quede vivo un solo ateniense, nadie tiene que temer que se una Atenas con Jerjes en confederación.
-¡Cosa extraña! -dijo después de un breve silencio-, no hace mucho que soñaba que me arrebatabais del convento como aquella noche fatal y, que sin llegar al asilo que me teníais preparado, os despedíais de mí para siempre porque os íbais a la guerra de Castilla.
¿En qué opinión teníais a los soldados del Temple y a un viejo caballero que peleó por la cruz en Acre, hasta que los villanos la echaron por el suelo para alfombra de los caballos del soldán? Andad, que vuestro valor es como el de los buitres y cuervos, sólo bueno para emplearse en los cadáveres.
El otro día vino mi primo Damián a Ponferrada a vender unas pellejas de corzo y de rebeco, y llevó allá una porción de noticias, diciendo que ya no teníais más castillo que éste, que os iban a llevar a Salamanca, y allí qué sé yo qué cosas dijo que iban a hacer con vosotros.
-Vuestro caballo mismo, a quien hice curar por saber la mucha estima en que lo teníais, os está esperando en el patio enjaezado, pero, don Álvaro, pensad en lo que hace poco os he pedido.
-Razón teníais, doña Beatriz, en decir que semejante declaración me haría más desdichado.
Ya se ve ella, inocentona y cobarde, y nosotros encerrándola aquí con tanto misterio, como si fuéramos a sacarla los ojos, decirla de golpe y porrazo: «ya se sabe lo que tan callado teníais,» cuando quizás estuviera temiendo, la bendita de Dios, que se lo tomáramos a pecado mortal.
Ayer teníais los hogares llenos de paz y de abundancia, hoy vivís hambrientos, desnudos, desesperados y con la envidia y el odio en el corazón.
-¿Teníais la intención de darme este oro?.
-¡Mi hijo estaba vivo! -exclamó-, ¡enterrasteis vivo a mi hijo, caballero! ¡No teníais seguridad de que estaba muerto, y le habéis enterrado.
¡Ah!, ¡es verdad!, mi mujer me ha dicho que vivíais allí algunas veces, puesto que teníais una preciosa casa.
-De modo, caballero -dijo Montecristo-, ¿vos vivíais en Luca, erais rico, noble, gozabais de la consideración general, teníais todo cuanto puede hacer feliz a un hombre?.
Este nombre se da en Francia al grado que teníais en Italia.
-¿Sabéis, señor conde, que sois un terrible argumentista y que veis el mundo bajo un aspecto algún tanto lívido? Teníais razón, sois un gran químico, y aquel elixir que hicisteis tomar a mi hijo, y que tan rápidamente le devolvió la vida.
¿Pero por qué diablos teníais que vengaros del marqués de Saint-Meran?.
¡Buen modo, a fe mía de conseguir la venganza! Un hombre os ha robado a la mujer que amabais, un hombre ha deshonrado a vuestra hija, de una existencia entera, que teníais derecho a esperar de Dios la.
-Eso es lo que se llama un asalto de elegancia -dijo Alberto-, vamos, decididamente vos teníais razón, maese Pastrini, y el conde de Montecristo es un hombre perfecto.
-¿Teníais intención de visitar el Colosseo?.
-¿No teníais más carta que ésa? -le preguntó.
- ¡Malditos animales: cuando tocaba la flauta no teníais ganas de bailar, y ahora que no lo hago parece que os dan cuerda!.

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