Ejemplos con telegrafista

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En Alto Caleta Buena, Miguel Viteri era ayudante telegrafista.
, Passi era el Jefe de Estación y Telegrafista de Pintados.
Esta toma es descrita por Enrique Krauze como una acción de película, mientras una parte de los efectivos distrae a los enemigos, en las afueras de Chihuahua, la otra al mando de Pancho Villa, intercepta y descarga dos trenes de carbón en la estación de Terrazas, sus hombres abordan los vagones y la caballería los sigue por fuera rumbo a Ciudad Juárez, en cada estación, a partir de Terrazas, Pancho Villa apresa al telegrafista y pide instrucciones a la base de Ciudad Juárez fingiéndose el oficial a cargo de los convoyes.
Luego viajó a la Argentina donde siguió trabajando como telegrafista, pero esta vez de los Ferrocarriles Argentinos.
Se dedicó a la profesión de telegrafista del Ferrocarril Central.
Quizás un malentendido del telegrafista al confundir Quintanilleja con Quintanapalla provocó que quedaran empotradas ambas locomotoras.
En el Carpathia, el seriamente afectado Bride, descansó, para luego ayudar al telegrafista del Carpathia, Harold Cottam, a enviar muchísimos mensajes personales de los sobrevivientes.
El barco llegó hasta la ciudad de Rosario donde comenzó a trabajar de telegrafista, mientras finalizaba sus estudios.
El botánico le pone un mote, el matemático le da ciertas dimensiones, en relación con la circunferencia del ecuador, ¡atiza!, el arquitecto lo considera como una viga maestra, el ingeniero naval, como una cuaderna o un mástil, el telegrafista, como un poste de telégrafos, el economista, como un valor cotizable, el ingeniero agrónomo, como un orden de cultivo, el médico, como una especie terapéutica, el químico, como una retorta en cuyo seno se efectúan ciertas reacciones, el biólogo, poco menos que como una persona, y así sucesivamente.
De vez en cuando, el telegrafista, avisado por el chisporroteo de sus bobinas, se calaba la diadema con orejeras para escuchar a los remotos camaradas.
Ferragut adivinó que el pobre telegrafista deseaba gozar las delicias de dicha tranquilidad.
Media hora antes, cuando el telegrafista inglés iba a abandonar su guardia, entregando el servicio al camarada recién despierto, una señal le había retenido en su asiento.
El telegrafista encargado ahora del aparato respondió con movimientos negativos a las miradas de su compañero.
¡Ya están en el Mediterráneo!exclamó con asombro el telegrafista al terminar su relato.
Era capaz de permanecer horas enteras en el mar, pero desnudo, a la vista de la costa, con la seguridad de volver a tierra firme cuando lo desease Pero ahora tenía que sostenerse vestido, los zapatos tiraban de él cada vez con más fuerza, como si fuesen de hierro ¡y agua por todos lados! ¡ni un buque en el horizonte que pudiese venir a socorrerle! El telegrafista de a bordo, sorprendido por la rapidez de la catástrofe, no había podido lanzar la señal de auxilio.
Los hilos bajan a la casilla del telegrafista, y si se acerca usted oirá un chirrido semejante al de los huevos en aceite: algo así como si el empleado friese los despachos antes de servirlos al público Y todas esas cajas enormes de cristales deslustrados, esas cúpulas alambradas, son claraboyas que dan luz a salones y escaleras.
Desde su asiento, a través del marco de una ventana, veía también al telegrafista escribiendo con la cabeza baja e interrumpiendo su escritura para escuchar el lenguaje chirriante de los aparatos.
Algunos pasajeros que bajaban del puente transmitían las noticias del telegrafista.
Reyna? ¿No hubiera bastado al Gobierno filipino haber dado la orden de atacar, para que nuestros ocho mil hombres hubieran entrado en lucha inmediata con las fuerzas de los Estados Unidos? ¿Se había de conspirar cuando se tenía el poder en las manos? ¿Y sobre todo, un telegrafista se había de meter en cosas de guerra, cuando existía un ejército que tenía aquel deber?.
Desde el pajar de una casa, donde les escondió una buena mujer, vieron fusilar a un telegrafista.
Se acordó del pobre telegrafista, no pudo contenerse y, afirmando bien los pies en tierra, se echó el a la cara e hizo fuego: sonó el tiro, y el cabecilla cayó, doblándose por las rodillas.
Era un telegrafista de la estación cercana.
Había que asimilar el cartero y el telegrafista al soldado.
Yo no lo entiendo, pero como el telegrafista D.
Un telegrafista puede enmendar el yerro de un telegrama, un jefe de estación dar contraorden a un mandato equivocado, y un maquinista que no ve una señal puede detener, si aún es tiempo, la marcha del tren y evitar un desastre, pero el cambiador, una vez ejecutada la falsa maniobra no puede volver atrás.
Y es muy natural y lógico que así sea, pues la responsabilidad que afecta al telegrafista o jefe de estación, al conductor o maquinista del tren, es enorme, no es menor la que afecta a un guardagujas, con la diferencia de que si los primeros cometen un error puede éste, muchas veces, ser reparado a tiempo, mientras que una omisión, un descuido del cambiador es siempre fatal, irremediable.
Saludó el telegrafista, asintiendo a estas palabras, y sus ojos parecieron decir: El gentleman tiene mucha razón.
Después pensó que el telegrafista estaba enterado indudablemente de lo que contenía el sobre, y era inverosímil que entregase sonriendo una noticia de muerte.
Pero el telegrafista, un jovenzuelo de ojos maliciosos, le miraba sonriente, y se adivinaba en su sonrisa algo que tal vez tenía relación con el despacho.
Efectivamente, el telegrafista fue hacia su mesa y le entregó el despacho.

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