Ejemplos con teas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Arizona Regency Society Arizona, USA, Regency Dance, Balls, Parties, Readings, Teas, Gatherings, Costume Workshops.
Earthly Delights Australia, Regency Dancing, costume display, reenactment, Balls, Parties, Teas, gatherings.
Oregon Regency Society Oregon, USA, Regency Dance, Balls, Parties, Readings, Teas, Gatherings, Costume Workshops.
Los participantes recorren las calles portando los hachones, teas hechas con esparto y pez.
Por fin recibió el castigo que merecía: el culpable había cruelmente clavado un cuchillo en el cuello de su padre o en el de su dueño, o en su locura había robado el oro sagrado de los templos, o te había aplicado a ti, Roma, las teas incendiarias.
Cuántas, oh Alcinda, a la coyunta uncidas, ¡Tu suerte envidian! Cuántas de himeneo Buscan el yugo por lograr su suerte, Y sin que invoquen la razón, ni pese Su corazón los méritos del novio, El sí pronuncian y la mano alargan Al primero que llega! Qué de males esta maldita ceguedad no aborta! Veo apagadas las nupciales teas Por la discordia con infame soplo Al pie del altar, y en el tumulto Brindis y vivas de la tornaboda, Una indiscreta lágrima predice Guerras y oprobios a los mal unidos.
Antes que éste se terminase, comenzaron a salir por las trampas del escenario hasta una docena de diablos con sendas y enormes pelucas de estopa, el rabo de etiqueta, y teas encendidas, en las manos.
Al regresar a su casa, hecha la compra, en la que regateaba con prolija insistencia, despreciando el género y declarándolo inferior al de la Mancha, entraba en las cacharrerías, compraba teas, estropajos y cominos, especia de que tenía en su casa provisión cumplida para muchos meses, así como de orégano, laurel y otras hierbas.
En relaciones durante año y medio, tan tiernas y sazonadas que tuvo Himeneo encendidas las teas, rompieron inopinadamente por un fútil motivo.
La gente que venía del puente podía ver las filas de teas ardiendo que fileteaba los portales, y allí, el alegre y bullicioso hablar de las negras y negros, el chirriar de la grasa hirviendo que preparaban para las frituras, la afluencia de los compradores, y la diversidad de las castas, pues mezcladas andaban el altivo castellano con el cargado y francote catalán, el tosco gallego con el insolente y afeminado zambo, el ardiente negro con el indio humillado.
Mira qué de furiosos, teas encendidas, sangre, saqueo, confusión, todo ese ruido son nueve letras: «fanatismo», palabra-loco de atar, sin embargo, nadie la ata.
Y traen hachos, o teas encendidas.
Aquella respuesta de la casta matrona al pretensor molesto, de: por mí no se untarán los quicios, ni arderán las teas, para decir que no quería casarse, aludiendo a la ceremonia de untar las puertas con manteca y encender las teas nupciales en los matrimonios, como si ahora dijéramos: por mí no se gastarán arras ni echará bendiciones el cura.
Apenas se habían colocado así, vieron acercarse el barco, iluminado por la claridad de teas y antorchas que alimentaban con madera de áloe, esclavos jóvenes vestidos de raso rojo, con los hombros cubiertos con mantos amarillos y la cabeza envuelta en muselina blanca.
-Te'as lastimao -dijo Horacio, habiendo visto mi mirada.
Los soldados agitábanse presurosos en el patio, iluminado por algunas teas colocadas en los postes: reinaba entre aquella tumultuosa multitud una algarabía confusa, entre la cual percibíanse gritos de socorro, improperios y votos.
Mientras tanto, el conde y su compañero, constituíanse, como ya indicamos, en aquella espaciosa gruta, y ocupaban aquel departamento circular de ella, erizado de puntas salientes de roca, y las paredes rústicas, la bóveda, ahumado todo por las hogueras y teas resinosas de los pastores.
Por un capricho singular que se atribuyó desde luego a Constanza, la hermosa camarera vestía de doncel, armado al estilo gótico, con su espadón recto de tres filos acanalados, casco cerrado, cota de acero a escamas y embrazado su gran broquel de umbilical, que despedía brillantes relumbrones cuando los rayos del sol, de la luna o de las teas resbalaban, quebrándose en su bruñida superficie acerada.
Unos se hallaban a proa y otros a popa, y levantaban sus teas y sus antorchas, pregonando de cuando en cuando la prohibición consabida.
Y vosotras, en coro, ¡oh doncellas!, lanzad a los vientos un peán, celebrad a su hermana Artemis la Ortigia, la cazadora de ciervos, la de las dobles teas, y a sus vecinas las Ninfas.
La lumbre de los hogares y la llama de las teas se apagaban, los tamboriles daban escasos sonidos, las voces de los indios se disminuían: la embriaguez y el sueño iban rindiendo todas las fuerzas y matando la alegría del festín.
A la luz de la hoguera, ya bastante disminuida, y de las teas de resina que ardían en las chozas, veía el ir y venir, el formar corros, y hasta el reñir de hombres y mujeres en el afán del rústico festín y distinguía la cabaña del viejo Tongana, mas no daban sus miradas con la bella joven, tras la cual andaban ansiosas, como que era el único objeto capaz de llevar, siquiera con una breve aparición, algún alivio al alma enferma del cuitado extranjero.
Con la velocidad de la carrera se inflamaban más y más las teas y semejando ondeadas sierpes de fuego, silbaban y chisporroteaban y sus reflejos multiplicados en las infinitas ondas de las agitadas aguas y confundidos con los millones de fragmentos de luna que en ellas parecían moverse, sacudirse, saltar, chocar, hundirse, reaparecer, formaban un abismo de llamas y centellas cubierto por el abismo del estrellado cielo.
El humo de las teas, ya casi todas extintas, llenaban el reducido espacio de la taberna, sumiéndola en palpables tinieblas: la luz de la aurora servía para dar con su débil claridad más horror al cuadro espantoso.
Blasfemaba el ciego, que había arrojado la guitarra lejos de sí, y vociferaba la Pistañina desesperada llorando y diciendo: -¡Que se quema la casa, que queman a Pipá, que va a arder Pipá, que las chispas de las teas caen dentro de la pipa!.
Los candiles y quinqués de fétido petróleo se apagaban, y alumbraban la escena con luz rojiza de siniestros resplandores las teas que habían encendido los de la tralla para mayor solemnidad del entierro.
El tal Martínez le llevó a una cocinita próxima a la puerta de entrada, y cogiendo un fuelle sopló en los carbones para que en ellos acabara de prender la llama de unas teas.
Un zaguán largo y estrecho, de empedrado piso con hoyos, conducía de la puerta a la cocina, dando ingreso por izquierda y derecha a diferentes estancias, la cuadra con pesebre vacío, el camarín de la Ranera, y algo más que no vimos: una escalera de palo sin pintar, de color sienoso, como teas que piden lumbre, y festoneada de telarañas, conducía desde el zaguán al salón alto, que era en una pieza biblioteca y alcoba, separadas hasta media pared por tabique de mal juntas tablas que nunca vieron pintura, y sí papeles pegados, suciedades de moscas y otros bichos.
En el lado donde era más alto el techo, tenía un anafre, y en sitio cercano provisión de carbón, teas y una caja de fósforos.

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