Ejemplos con teñidos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El pigmento era caro y difícil de producir, y los objetos teñidos con él eran sinónimo de poder y riqueza.
Sin embargo, la morfología puede ser variable en los especímenes teñidos en el laboratorio, por lo que no se puede usar para identificar Acinetobacter de las otras causas de infección.
Los mismos escudos son descritos por Mamerco, tirano de Catania, tras conseguirlos de una parte de los mercenarios griegos de Timoleón: Estos escudos teñidos de púrpura, incrustados de oro, marfil y coral, los hemos tomado con la ayuda de pequeños y pobres escudos carentes de valor.
Estaba hablando el señor Goycochea, un vasco de ojos claros, membrudo, bajo de estatura, la cabeza cana y el bigote y la barbilla teñidos de rubio con cierto descuido que dejaba visible el blanco de las raíces capilares.
Horizontes teñidos de sangre cerraban la vista por el Norte y parte de Levante.
En el fondo del patio se había establecido un sillero que hacía fondos de junco y tenía montones de ellos arrimados a la pared, los unos teñidos de rojo y puestos a secar, los otros sin teñir, cortados y apilados.
Una maga de larga túnica de percal negro, estrellada de papel dorado, y puntiagudo capirote, bailaba, ciñéndose a un chulo peinado con persianas, una mora de mancebía, dejábase languidecer en brazos de un innoble tipo de rubicundo rostro, cabellos teñidos, ladeado hongo, roja corbata y grueso diamante en el anular, hibridación de tahur y tratante en caballos, más allá, un viejo flaco, zancudo, calvo, de libidinoso mirar y babosa sonrisa, oprimía contra su pecho, como esos vampiros de los cuentos de Hoffman, enorme bebé de astroso atavío de alquiler, juvenil chicuelo, indudablemente escapado de su casa, adheríase a enorme mujerona que movía con lujurioso ritmo sus macizas ancas de vaca, Colombina prostituida mirábase en los ojos de un ordenanza de Ministerio, y un estudiante, abrazado a una prójima, pasaba lento, mordiendo sus cabellos pintados, viejos verdes, colegiales, toreros de invierno, obrerillos endomingados, horteras, vividores de profesión, matones, chulapones de mancebía, pasaban, llevando entre los brazos noches nevadas, floristas, chulas, couplelistas, reinas de zarzuela, sacerdotisas egipcias, arlequines y locuras, pasaban y repasaban en hórrida zarabanda, poseídos de la gravedad de sus actos, mientras una Doña Inés neurótica escapaba de los brazos de un chauffeur.
Y la más joven de las tres hermanas se puso a considerar con atención al sabio que debía escogerla por esposa, ¡y he aquí su descripción! Era un viejo muy anciano, de una edad de cien años lo menos, como no tuviese más, con restos de cabellos blanqueados por el tiempo, con una cabeza oscilante, cejas roídas de tiña, orejas colgantes y hendidas, barba y bigotes teñidos y sin vida, ojos rojos y bizcos, que se miraban atravesados, carrillos fláccidos, amarillos y llenos de huecos, nariz semejante a una gruesa berenjena negra, cara tan arrugada como el delantal de un zapatero remendón, dientes saledizos como los dientes de un cerdo salvaje, y labios flojos y jadeantes como los testículos del camello, en una palabra, aquel viejo sabio era una cosa espantosa, un horror compuesto de monstruosas fealdades que sin duda le hacían ser el hombre más deforme de su época, pues ninguno hubo como él, con aquellos diversos atributos, y además, con sus mandíbulas vacías de molares, ostentando a guisa de colmillos unos garfios que le hacían semejante a los efrits que asustan a los niños en las casas desiertas y hacen cacarear de miedo a los pollos en los gallineros.
A Pericles, los afortunados sucesos de Cimón, los trofeos de Mirónides y Leócrates y las muchas grandes victorias de Tólmides más parece que le llamaban, cuando se puso al frente de la ciudad, a entretener a ésta con fiestas y regocijos públicos, que a vencer y tener que conservarla por medio de la guerra, pero Fabio, cuando no tenía a la vista sino muchas retiradas y derrotas, muchas muertes y ruinas de generales y capitanes, los lagos, los campos y los bosques llenos de ejércitos destrozados, y los ríos teñidos hasta el mar de mortandad y sangre, apoyando y sosteniendo en sola su constancia y firmeza la ciudad, impidió que, trastornada con el sacudimiento de tantos errores ajenos, del todo se asolase.
Los símbolos de las primeras creencias quedan ahí en su inmaculada hermosura, como queda la doncella de los primeros amores en la mujer propia, en la hacendosa ama de casa, en la buena madre, en la próvida nodriza, en la prosaica, pero fecunda compañera de la vida, cuyos oídos no escuchan ya la serenata al pie de la reja ni el suspiro del amor confiado al aire de la noche, porque ha pasado de las ilusiones a las realidades y ha cumplido su destino anunciando en el crepúsculo de la juventud con albores teñidos de encantadora poesía.
E por eso lo traían vestido blanco, significando mundiçia, e de aquél colgados los ocho filos a cada ángulo, teñidos con sangre de hilazón e añudados con los çinco ñudos, e agora cárdenos a memoria de aquella tintura.
Y el rey Omar Al-Nemán, apenas hizo aquello, se levantó y se fué a la habitación contigua en busca de la esclava preferida de Abriza, la fiel Grano de Coral, y le dijo: ¡Corre al aposento de tu ama, que te necesita! Y Grano de Coral se apresuró a entrar en el aposento de su señora, y la encontró tendida y estropeada, con la camisa levantada, los muslos teñidos en sangre y la cara muy pálida.
El aire frío y húmedo, precursor del amanecer, oreaba los campos, teñidos de gris.

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