Ejemplos con tío

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El tío de las vistas decía a los : ¡Venga tu perra!.
Tú irás delante conmigo, que seré Gaspar y llevaré unas barbas blancas de estopa, y llevarás, como un delantal, la bandera de Colombia, que he traído de casa de mi tío, el cónsul.
Los chiquillos gritan: ¡El tío de las vistas! ¡Las vistas! ¡Las vistas!.
En mi familia ha habido bastantes abades, y no me sorprendería tener algún tío ricacho en América, sin yo saberlo.
¡Mucho ojo, tío ! Aquella gente era de justicia, y el pobre siempre pierde metiéndose con ella.
Y no se imaginaban, después de un triunfo de diez años, que pudiera entrar en los campos abandonados otra persona que el tío , un pastor ciego y parlanchín, que, a falta de auditorio, relataba todos los días sus hazañas de guerrillero a su rebaño de sucias ovejas.
¡Qué demonio! No había que gemir tanto por culpa de un tío judío.
Si el tal viera todo esto, ¡cómo se alegrarían sus malas entrañas! La gente de la huerta era buena, a la familia del tío la querían todos, y con ella partirían un si no había más.
El tío se quedó allí, bajo la vigilancia de.
El tío fué derechamente hacia sus campos, y como un perro abandonado, comenzó a dar vueltas alrededor de la barraca.
Le escocía algo lo del tío , el suceso estaba reciente y la huerta es traicionera.
Y doblaba su cuerpo, evitando que se le acercase el tío.
¡Cuánta sangre tenía el tío ladrón! La acequia, al enrojecerse, parecía más caudalosa.
Todos adivinaron la mano del tío , y nadie habló.
Durante seis meses sólo se habló en la huerta del tío.
La gente de la huerta, con la facilidad que tiene todo el mundo para olvidar la desgracia ajena, apenas si de tarde en tarde recordaba la espantosa tragedia del tío , preguntándose qué sería de sus hijas.
Las plantas parásitas, los abrojos, comenzaron a surgir de la tierra maldita que el tío había pateado y herido con su hoz la última noche, como presintiendo que por culpa de ella moriría en presidio.
Tan inaudito resultaba esto para el pobre tío , que sonrió con incredulidad.
Estas angustias del tío por satisfacer su deuda sin poder conseguirlo acabaron por despertar en él cierto instinto de rebelión, haciendo surgir de su rudo pensamiento vagas y confusas ideas de justicia.
El rocín del tío , un animal sufrido que le seguía en todos sus desesperados esfuerzos, cansado de trabajar de día y de noche, de ir tirando del carro al Mercado de Valencia con carga de hortalizas, y a continuación, sin tiempo para respirar ni desudarse, verse enganchado al arado, tomó el partido de morir, antes que permitirse el menor intento de rebelión contra su pobre amo.
Antes, mucho antes, había sido el propietario de todo aquello un gran señor, que al morir depositó sus pecados y sus fincas en el seno de la comunidad, y ahora ¡ay! pertenecían a don Salvador, un vejete de Valencia, que era el tormento del tío , pues hasta en sueños se le aparecía.
Hacía muchos años, muchosen los tiempos que el tío , un anciano casi ciego que guardaba el pobre rebaño de un carnicero de Alboraya, iba por el mundo, en la partida del , disparando trabucazos contra los franceses, estas tierras fueron de los religiosos de San Miguel de los Reyes, unos buenos señores, gordos, lustrosos, dicharacheros, que no mostraban gran prisa en el cobro de los arrendamientos, dándose por satisfechos con que por la tarde, al pasar por la barraca, les recibiera la abuela, que era entonces una real moza, obsequiándolos con hondas jícaras de chocolate y las primicias de los frutales.
Mucho quería el labrador a su mujer, y hasta le perdonaba la tontería de haberle dado cuatro hijas y ningún hijo que le ayudase en sus tareas, no amaba menos a las cuatro muchachas, unos ángeles de Dios, que se pasaban el día cantando y cosiendo a la puerta de la barraca, y algunas veces se metían en los campos para descansar un poco a su pobre padre, pero la pasión suprema del tío , el amor de sus amores, eran aquellas tierras, sobre las cuales había pasado monótona y silenciosa la historia de su familia.
Cuando en época de cosecha contemplaba el tío los cuadros de distinto cultivo en que estaban divididas sus tierras, no podía contener un sentimiento de orgullo, y mirando los altos trigos, las coles con su cogollo de rizada blonda, los melones asomando el verde lomo a flor de tierra o los pimientos y tomates medio ocultos por el follaje, alababa la bondad de sus campos y los esfuerzos de todos sus antecesores al trabajarlos mejor que los demás de la huerta.
¡Virgen Santísima! El carro se salía del camino, atravesaba el ruinoso puente de troncos y tierra que daba acceso a las tierras malditas, y se metía por los campos del tío , aplastando con sus ruedas la maleza respetada.
Como las tierras del tío no serían nunca para los hombres, debían anidar en ellas los bicharracos asquerosos, y cuantos más, mejor.
Los campos del tío , o mejor dicho para ella, del judío don Salvador y sus descomulgados herederos , eran una mancha de miseria en medio de la huerta fecunda, trabajada y sonriente.
Recordaba, como si hubiera sido el día anterior, la espantosa tragedia que se tragó al tío con toda su familia.
¡Válgame Dios, y cómo se pierde una casa! ¡Tan bueno que era el pobre tío ! ¡Si levantara la cabeza y viese a sus hijas! Ya sabían en la huerta que el pobre padre había muerto en el presidio de Ceuta hacía dos años, y en cuanto a la madre, la infeliz vieja había acabado de padecer en una cama del Hospital.
Verdad, todo verdad, aquel tío avaro tenía la culpa.

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