Ejemplos con sueño

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los niños, despertados de pronto, con el sueño colgado aún, en jirones, de los ojos asombrados, se asomarán en camisa a los cristales, temblorosos y maravillados.
Cantaban los chamarices allá arriba, en la cúpula verde, toda pintada de cenit azul, y su trino menudo, florido y reidor, se iba en el aire de oro de la tarde tibia, como un claro sueño de amor nuevo.
Los niños ,- acostarlos ,- el sueño ,- en una butaca ,- en el suelo ,- en una silla baja.
Y ahora, en el fondo de esta afuera de la vida, se siente como un gran corazón pleno y sano, el sueño de todos, vivo y mágico.
¡Qué penetración! Les ha sido otorgado el don de lenguas, como si en lugar de pascua de Resurrección fuese de Pentecostés , pensé borrosamente, entre la penumbra inicial del sueño.
Si exceptuamos y el , todas las demás novelas de la serie de los duermen el sueño de los justos en los estantes de los libreros de acá y de allá.
A otras personas la vasija se les va llenando lentamente, a causa de penetrar por un lado poco más cantidad de sueño de la que por otro se va vertiendo y disipando, y así contraen un sueño dificultoso y enrarecido, poblado de imágenes incoherentes, el contenido de la vasija alcanza su plenitud precisamente al tiempo que es fuerza abandonar el lecho.
A unas personas se les colma de sopetón la vasija, y caen dormidas en un sueño inerte y sin ensueños, luego la vasija se va desaguando con regularidad, y en las tempranas horas mañaneras la cabeza se halla vacía, limpia, despejada y el cuerpo con anhelo de ejercicio.
Así como en la noche los lóbregos e inmóviles pantanos respiran niebla blanca y fantasmal, así nuestra interior laguna Estigia deja en libertad sus vaporosos espectros a las horas en que la tiniebla del sueño satura nuestro espíritu.
La cabeza, o depósito del sueño, es como una vasija con un pequeño desagüe.
Pues es cosa que nos acomodemos para descabezar un sueño.
No podía dormirse con aquellos dientes ajenos, porque le mordían, a pesar suyo, la lengua, como si el antiguo propietario viniese, a favor de las tinieblas del sueño, a vengarse del macabro usufructo.
Telva no quiso disturbarle el sueño, y la dejó a solas, rezongando: Cuando despierte, ya se meterá en la cama.
Yo respondí que no, opacamente, porque el sueño me rendía.
Y cuando estas tempestades no son metafóricas, cuando real y verdaderamente despliega el mar todas sus furias, y no por excepción, sino constante y diariamente, va educando el mar en los pueblos que le ciñen y sin cesar le hostigan y provocan a desafío, una raza tan entera, tan indomable y tan bravía como los mismos huracanes, cuyo rugido acaricia su sueño, tan áspera como las puntas de la costa, sin cesar invadidas, salpicadas y agrietadas por la deshecha espuma, tan amarga y tan acentuadamente salina en la voz y en los ademanes, como que la comunicaron su penetrante acritud las ondas mismas, tan avezada a mirar la muerte de frente, que ni cabe en su ánimo el temor pueril, ni la alegría insensata, ni el fácil y liviano contentamiento, sino una cierta melancolía resignada, un cierto modo grave, llano y sereno de mirar las cosas de la vida como si fuese palestra continua, en que el brazo se fortifica y se dilata el pecho, y la batalla se acepta cuando viene, sin provocarla estérilmente.
La , que así apodaban a la vaca por sus rubios pelos, mugía dulcemente, estremeciéndose bajo una gualdrapa de arpillera, herida por el fresco de la mañana, volviendo sus ojos húmedos hacia la barraca, que se quedaba atrás, con su establo negro, de ambiente pesado, en cuya paja olorosa pensaba con la voluptuosidad del sueño no satisfecho.
Obscuridad absoluta, el sueño iba apoderándose de él.
El sueño abrumaba a la familia, rendida de cansancio por la vigilia de la noche anterior.
Y al fin, dormíanse con el propósito de deshacer al día siguiente todo el mal causado, de ir por la mañana a ofrecerse a la familia, a llorar sobre el pobre niño, y entre las nieblas del sueño creían ver a Pascualet, blanco y luminoso como un ángel, mirando con ojos de reproche a los que tan duros habían sido con él y su familia.
Más de una mujer revolvióse en la cama, turbando con su inquietud el sueño de su marido, que protestaba indignado.
¡Pero maldita! ¿no pensaba en dormir? No, no podía: aquel niño turbaba su sueño.
Todos los días, al amanecer, saltaba de la cama Roseta, la hija de Batiste, y con los ojos hinchados por el sueño, extendiendo los brazos con gentiles desperezos que estremecían todo su cuerpo de rubia esbelta, abría la puerta de la barraca.
Por las rendijas de las puertas parecía escapar la respiración entrecortada y brutal del sueño aplastante después de una noche de caricias de fiera y caprichos amorosos de borracho.

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