Ejemplos con sucesión

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Sin embargo no era el principal heredero del anterior duque, habiendo varias mujeres delante de él en la línea de sucesión.
La rápida sucesión de los hechos parece evidenciar que el cacique alemán había firmado un tratado con los ilirios antes de enfrentarse al Imperio.
Durante muchos siglos, Montenegro fue un principado gobernado por una sucesión de dinastías, obteniendo su estatuto internacional como nación independiente en el Congreso de Berlín, convirtiéndose luego en un reino.
El XVIII es un siglo de crecimiento, posterior a su quema y práctica destrucción durante la Guerra de Sucesión.
Corrieron a lo largo de pueblos incendiados que no eran mas que una sucesión de fachadas negras con huecos abiertos sobre el vacío.
En el fondo de alguna cueva estaba la víctima, rota de cansancio, sacudida por el delirio, viendo todavía la sucesión de asaltantes brutales con el rostro dilatado por un entusiasmo simiesco.
Todos adoraban a Alemania, donde no habían estado nunca o que conocían como una sucesión de imágenes cinematográficas.
La sucesión Madariaga como decían en su lenguaje los hombres de ley interesados en prolongarla para aumento de su cuenta de honorariosquedó dividida en dos grupos separados por el mar.
Ferragut había visto ancladas en esta sucesión de abrigos las marinas de toda la tierra y aun de todas las épocas.
El templo griego henchía en el espacio los bultos dorados de su techumbre, la iglesia católica hacía brillar la cruz en lo más alto de su campanario, la sinagoga, de formas geométricas, se desbordaba en una sucesión de terrazas, los minaretes islámicos formaban una columnata blanca, afilada, esbelta.
Algunas de estas conchaslas llamadas jamones , almejas de gran tamaño, con las valvas en forma de maza, se fijaban, rectas en el fango, dando la impresión de un campo celta sumergido, de una sucesión de menhires tragados por el fondo del mar.
Las gentes del vapor vivían como los viajeros terrestres que contemplan adormecidos desde las ventanillas de los vagones una sucesión de vistas pálidas y vertiginosas rayadas por los hilos telegráficos.
La isla, risueña e indolente en mitad de la encrucijada de los grandes caminos que llevan a África y América, parecían contemplar impasible este movimiento de la navegación mundial, mientras proporcionaba por unas horas el alimento negro del carbón a los organismos humeantes, que llegaban y partían sin conocerla, festoneada en su costa por una áspera flota de chumberas y pitas, guardando tras las volcánicas montañas de su litoral el secreto de sus ocultos valles tropicales, escalando el cielo con una sucesión de cumbres sobre las cuales flotaban las blancas vedijas de las nubes, y ostentando sobre esta masa de vellones el pico del Teide, un casquete cónico estriado de nieves, que era como la borla o botón de este inmenso solideo de tierra emergido del Océano.
Pues bien, en la guerra de Sucesión hubo que traer generales ingleses y franceses y hasta oficiales, pues no había un español que supiera apuntar un cañón ni mandar una compañía.
Así es que, si bien doña Luz, no distinguiéndose en esto de los demás mortales, no pensaba ni sentía todo a la vez, como las causas de su pensar y de su sentir más hondo no tenían punto señalado en nuestro planeta, ni momento marcado en la cronología, los efectos se sustraían también a las leyes de la sucesión y del lugar y parecía que se daban en una eternidad inmóvil.
Pero aunque no sepa apreciar bien la sucesión de los días, el amor aspira a dominar en el tiempo como en todo, y cuando se siente victorioso en lo presente, anhela hacerse dueño de lo pasado, indagando los sucesos para ver si le son favorables, ya que no puede destruirlos y hacerlos mentira.
Despertó al sentir sobre su frente la mano de su amante esposo, que había subido a comer, y enterado de que estaba indispuesta, se asustó mucho, Doña Lupe quiso hacerle concebir esperanzas de sucesión, pero él, moviendo la cabeza con expresión escéptica y desconsolada, entró en la alcoba y le palpó la frente a su mujer.
¿Qué honradez era aquella que apetecía, no sabiendo trabajar, no queriendo volver con su marido y no teniendo malditas ganas de irse a un yermo a comer raíces? Moraleja: Lo que tenía que llegar, por la sucesión infalible de las necesidades humanas, llegó.
No pudo menos de hacerla reír esta idea, y recordando que la noche anterior, Maximiliano, en las efusiones epilépticas de su cariño, había hablado algo de sucesión, dijo para su sayo: De eso sí que estás tú libre.
Y también aprendió cosas tan importantes como la sucesión de los meses del año, que no sabía, y cuál tiene treinta y cuál treinta y un días.
Conmovido y casi llorando, aunque no estaba , brindó por la noble compañía, por los nobles señores de la casa y por aquí una pausa de emoción y una cariñosa mirada a Jacinta y porque la noble familia tuviera pronto sucesión, como él esperaba y sospechaba y creía.
En el fondo de la naturaleza humana hay también, como en la superficie social, una sucesión de modas, periodos en que es de rigor cambiar de apetitos.
Aventurábase ella a contarle cuanto le pasaba, y muchas cosas que a la luz del día no osara decir, decíalas en la intimidad y soledad conyugales, porque allí venían como de molde, porque allí se decían sin esfuerzo cual si se dijeran por sí solas, porque, en fin, los comentarios sobre la sucesión tenían como una base en la renovación de las probabilidades de ella.
Se callaba este ardiente deseo por no aumentar la pena de la otra, mas atendía con ansia a todo lo que pudiera ser síntoma de esperanzas de sucesión.
Era poco cristiano, al decir de Barbarita, desesperarse por la falta de sucesión.
¡Sin sucesión! ¿Y mi niña? ¡Angelito de mis entrañas!.
Me dolió bastante más el que mi marido me dijese que por mí se ve sin sucesión la casa de Moscoso.
En mi familia siempre hubo sucesión masculina: Moscosos crían Moscosos, es ya proverbial.
Cuando nació el señorito Gabriel, que andará en los diecisiete o poco más, ya no se pensaba que la señora volviese a tener sucesión, porque andaba delicada, y le probó tan mal el parto, que falleció a los pocos meses.
Bien ajeno estaría él de que el título de nobleza por cuya carta de sucesión había pagado religiosamente su impuesto de , lo disfrutaba gratis un pariente suyo, en un rincón de Galicia.

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