Ejemplos con sofá

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Felicita se tendió, desmadejada, sobre un sofá, los ojos, dilatadísimos, clavados en el cielo raso.
Felicita se tendió nuevamente en el sofá.
Felicita volvió a acostarse en el sofá.
Y el voluminoso fraile se levantó de un asiento que antes se creyera que era un butacón, ya que el Padre lo llenaba de brazo a brazo, pero, así que se hubo levantado, resultó ser un sofá, y no de los pequeños.
Cuando despertó, fue de golpe, con un estremecimiento nervioso que le conmovió de los pies a la cabeza, haciéndole saltar del sofá como a impulsos de un resorte.
Gabriel pudo adormecerse, y así estuvo más de una hora, inmóvil en el sofá, cortándose varias veces su desigual respiración con el estertor de la tos cavernosa, que no llegaba a desvanecer su sueño.
Luna se tendió en el sofá, abandonándose a la fatiga al verse solo, después de la larga espera ante la catedral.
Gabriel se levantó del sofá para saludar al sacerdote.
El alguacil del tribunal, que llevaba más de cincuenta años de lucha con esta tropa insolente y agresiva, colocaba a la sombra de la portada ojival las piezas de un sofá de viejo damasco, y tendía después una verja baja, cerrando el espacio de acera que había de servir de sala de audiencia.
Sentáronse los siete jueces en el viejo sofá, corrió de todos los lados de la plaza la gente huertana para aglomerarse en torno a la verja, estrujando sus cuerpos sudorosos, que olían a paja y lana burda, y el alguacil se colocó, rígido y majestuoso, junto al mástil rematado por un gancho de bronce, símbolo de la acuática justicia.
Iban compareciendo los querellantes al otro lado de la verja, ante aquel sofá tan venerable como el tribunal.
Y Batiste calló, mientras el monstruo de las siete cabezas, replegándose en el sofá de damasco, cuchicheaba preparando la sentencia.
Y cayó como un fardo sobre el mismo sofá en el que por la tarde había visto la arrugada chaqueta como impasible acusadora del adulterio.
La mirada del joven examinó rápidamente el salón, fijándose con estúpida tenacidad sobre el sofá, como si viese en él algo extraño que le atraía sin explicarse la causa.
Bajo el sofá sonaba el juguetón cascabeleo de , la perrita inglesa, que al notar la presencia de Juanito sacó a medias, por entre los lambrequines, su cabeza de juguete.
Las niñas hablaban entre sí, haciéndose preguntas sobre sus trajes o lo que habían hecho durante el día anterior, y nadie se acordaba del matrimonio Cuadros, que permanecía en el sofá como clavado, mirándose los pies y sin saber cómo salir de allí, por no molestar a los que hablaban.
El matrimonio tomó asiento en el sofá, lugar preferente del salón, honra que hizo enrojecer de orgullo a la antigua criada.
Me acurruqué en el sofá, y allí me rindió el sueño, y de allí me llevaron a la cama.
Ahí se están en la sala, acurrucadas en el sofá, columpiándose en las mecedoras, soñolientas y aburridas, en espera del novio, atisbando el momento oportuno para pelar la pava.
¡Qué pobre y qué triste! De una ojeada, a la luz de la vela que traía la joven que nos abrió la puerta, aprecié lo que encerraba: algunos muebles vetustos, sillas seculares de alto respaldar y garras de león, resto de antiguos esplendores domésticos, dos rinconeras con sus nichos de hoja de lata, un sofá tapizado de cerda.
Dando una rápida vuelta fue a desplomarse sobre el sofá, poniéndose la mano sobre los ojos y diciendo con voz cavernosa: ¡Qué horrible pesadilla!.
Señá Mariana, ¿ha visto que nos hemos traído el sofá en la rabadilla? ¡Ja, ja, ja!.
El sofá de Vitoria era uno de los muebles más alarmantes que se pueden imaginar.
Muchas tardes, mientras estaba en la cocina, Maximiliano estudiaba sus lecciones, tendido en el sofá de la sala.
Después de acostada tuvo que levantarse y se arrojó, liada en una manta, en el sofá de la sala, pero no se quedaban las cavilaciones entre las sábanas, sino que iban con ella a donde quiera que iba.
El sofá y sillería tenían forro de a estilo de casa de huéspedes, todo hecho por la señora de la casa.
Maximiliano no se sentó, doña Lupe sí, y en el centro del sofá debajo del retrato, como para dar más austeridad al juicio.
Perfectamentedijo Nicolás, acercando su sillón al sofá en que la joven estaba.
Se echó en el sofá, cubriole su amiga la mitad del cuerpo con una manta, púsole almohadas para que recostase la cabeza, y a medida que esto hacía, le aplacaba la curiosidad contándole precipitadamente todo.
En el sofá de la sala, tranquilamente sentado ¡Dios!,.

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