Ejemplos con sofocadísimo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Dos días después le encontró muy inquieto, acababa de llegar de la calle sofocadísimo, y tenía que salir sin perder minutos, y correr a casa del general Gándara, con quien estaba citado para visitar juntos al Padre Claret.
Seguimos calle adelante, sin que yo me permitiese hacerle ninguna observación sobre la aspereza de su genio, porque le vi sofocadísimo, y tardaba más que de costumbre en recobrar la calma.
A todos les probó muy bien, menos al licenciado Viruete, racionero medio de Calahorra, el cual, quizás por algún exceso en la comida, se sintió por la tarde sofocadísimo, y hubieron de llevarle a la botica, donde le aplicaron, para destupirle, los remedios del caso.
Aunque Prudencia había dicho a Zoilo que no nadara, porque estaba sudando y sofocadísimo, el chico se permitió en aquella ocasión desobedecerla, ganoso de no ser menos que su primo, y ansiando mostrar que este no le aventajaba en resistencia de pulmones ni en fuerza de brazos, fue por un traje y vino ya en pergeño de bañista, con su formidable tórax y sus piernas estatuarias al aire.
Apareciósele Nicomedes, sofocadísimo, echando lumbre por los ojos, entre un pelotón de periodistas, y desde lejos le intimó en esta forma: ¡Eh, clérigo.
A tiro de fusil se conocía que el insigne cuadrillero del absolutismo estaba sofocadísimo por causa de reciente disgusto o altercado.
¡Oh Gabriel!, estoy sofocadísimo.
Seguimos calle adelante, sin que yo me permitiese hacerle ninguna observación sobre la aspereza de su genio, porque le vi sofocadísimo, y tardaba más que de costumbre en recobrar la calma.
Me disponía a salir una mañana para ir a clase, cuando se me presenta Ruperto sofocadísimo.
Aquel Braulio, administrador de los cuantiosos bienes de doña Sales, representaba cuarenta y cinco años, era grueso y rubicundo, usaba gafas de oro, y sus mejillas parecían dos rosas frescas, bañadas de rocío, porque en toda ocasión le veríais sudando y sofocadísimo, cual si volviera de una larga carrera, hombre, en fin, que siempre tenía calor de sobra, como estufa encendida al rojo, y que en invierno vestía de riguroso verano.

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